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Ni el Gobierno ni las Farc deberían desmontarse de la promesa de que un eventual acuerdo de paz tenga alguna forma de refrendación ciudadana, esto es, que habrá una oportunidad para que la ciudadanía se pronuncie a favor o en contra del acuerdo. Es más, no deberían siquiera generar ambigüedades sobre el punto.

Ni el Gobierno ni las Farc deberían desmontarse de la promesa de que un eventual acuerdo de paz tenga alguna forma de refrendación ciudadana, esto es, que habrá una oportunidad para que la ciudadanía se pronuncie a favor o en contra del acuerdo. Es más, no deberían siquiera generar ambigüedades sobre el punto.

Fue entonces desafortunado que el presidente Santos sugiriera que la propuesta de “congresito” podría reemplazar una ratificación ciudadana directa de los acuerdos. Y por eso fue importante que Humberto De la Calle aclarara que en todo caso habrá refrendación ciudadana del acuerdo de paz.

En varias columnas anteriores he señalado que a pesar de sus enormes dificultades, en Colombia la refrendación ciudadana de un acuerdo de paz es fundamental. A riesgo de repetirme, me parece necesario refrendar esas tesis sobre la refrendación.

Algunos se oponen a la refrendación con cuatro argumentos: i) que no es jurídicamente necesaria pues el acuerdo podría ser implementado con mecanismos jurídicos desprovistos de participación ciudadana, como decretos, leyes, o reformas constitucionales aprobadas por el Congreso; ii) que no es políticamente necesaria pues la experiencia comparada muestra procesos de paz exitosos, como en El Salvador, que no tuvieron ratificación popular; iii) que esa misma experiencia muestra que es riesgosa pues ha habido negociaciones de paz que fracasaron porque el acuerdo fue rechazado por la ciudadanía, como sucedió en Chipre; y iv) que en Colombia es difícil, no sólo por el desencanto ciudadano frente al proceso de paz, sino además porque la Constitución no prevé ningún mecanismo bueno para que la ciudadanía ratifique un eventual acuerdo.

Los anteriores puntos son ciertos. A pesar de eso, la refrendación en Colombia se ha tornado no sólo imprescindible, sino que además es conveniente. Esa tesis la desarrollé con mayor detalle en mi columna “Paz y refrendación” de enero, a la cual remito al lector. Pero en esencia creo que la refrendación es ante todo un asunto de legitimidad democrática, pues los ciudadanos tenemos derecho a participar en una decisión tan trascendental. Pero además tiene efectos positivos pues su perspectiva obliga a las partes a encontrar soluciones razonables, que sean aceptables por la ciudadanía, y reduce las críticas por el carácter reservado de las negociaciones, ya que lo pactado es sometido a una discusión pública por toda la sociedad. Y finalmente le daría mayor solidez y sostenibilidad a un acuerdo de paz, como lo muestra la experiencia de Irlanda del Norte, en donde la amplia aprobación por referendo del llamado “Acuerdo de Viernes Santo” ha hecho que incluso opositores previos al proceso hayan terminado por aceptarlo.

Podemos debatir cómo hacer la refrendación para incrementar sus potencialidades democráticas y reducir sus riesgos, pero las Farc y el Gobierno deberían reiterar que habrá ratificación ciudadana de los acuerdos. Deberían refrendar su compromiso con la refrendación.

De interés: Conflicto armado

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