Santos y la izquierda
César Rodríguez Garavito Mayo 25, 2014
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Una buena noticia de la primera vuelta presidencial es la notable votación de la izquierda democrática, gracias a la destacada campaña que hizo Clara López.
Una buena noticia de la primera vuelta presidencial es la notable votación de la izquierda democrática, gracias a la destacada campaña que hizo Clara López.
La otra es que, para evitar que regrese el uribismo, Santos y la izquierda tendrían que llegar a un acuerdo en la segunda vuelta, que resuelva finalmente las vacilaciones del presidente frente a una agenda igualitaria e incline su oscilante gobierno hacia la centro-izquierda en un eventual segundo mandato.
La alianza podría estar fundada en el miedo y la resignación, como escribió Antonio Caballero. Miedo al uribismo, que en un tercer mandato profundizaría su lógica de amigo-enemigo y no ahorraría esfuerzos ni atajos legales para desquitarse del santismo y la izquierda por igual. Miedo al procurador Ordóñez, que tendría pleno apoyo en el gobierno para convertir en políticas y leyes sus posiciones contra la paz, los derechos de las mujeres, el medio ambiente, la población LGBT o un enfoque de salud pública sobre las drogas. Miedo, en fin, a que Uribe alcance lo que no pudo Fujimori en Perú, por la unión oportuna del centro y la izquierda: instalar a su heredero para centralizar el poder, resolver los líos judiciales de sus exfuncionarios y cambiar la Constitución para permitir el retorno del caudillo.
La resignación puede ser otro combustible de la alianza. Aunque muchos ciudadanos progresistas que votaron por López, Peñalosa o en blanco tienen fundados resquemores sobre Santos, también tienen muy fresco el recuerdo de Uribe y saben que no da lo mismo que gane Zuluaga o Santos. Del lado del gobierno, los cálculos electorales muestran que el crecimiento de Santos en segunda vuelta tendría que venir en buena parte de la izquierda (y de una fracción incierta del voto en blanco y la Alianza Verde), porque los de Marta Lucía Ramírez irán a Zuluaga. Los votos de izquierda serían vitales en ciudades donde le fue bien a Clara López, como Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Cartagena, Bucaramanga e Ibagué. Aunque tarde, Santos tendría que aceptar lo que algunos analistas comentaron cuando sus políticas basculaban entre la izquierda y la derecha, entre la restitución de tierras a las víctimas y la legalización del despojo en la Orinoquia: que la derecha lo abandonaría y que su futuro político dependería de defender una agenda democrática de centro-izquierda.
Pero no me resigno a la resignación y el miedo. Creo que la convicción puede apuntar en la misma dirección y que un eventual acuerdo entre la izquierda y Santos puede estar basado en ideas y políticas. Para eso son las segundas vueltas. Un primer acuerdo programático esencial es la paz, que quedó claro en primera vuelta y respaldarían líderes como Iván Cepeda y la misma Clara López. Otro es la defensa de la Constitución de 1991, el acuerdo programático fundamental que no sobreviviría un nuevo mandato uribista, porque uno de los encargos principales de Zuluaga sería nombrar tres nuevos magistrados en la Corte Constitucional y convocar una constituyente que permita la reelección de Uribe. Otro consenso programático tendría que ver con programas económicos y ambientales, que elevaría al rango de políticas públicas los compromisos de la reciente cumbre agraria a favor de los pequeños productores rurales, las comunidades étnicas, el agua y el medio ambiente.
Acuerdos de este tipo son imposibles si algunos sectores de la izquierda ponen el faccionalismo por encima de la paz y la democracia. O si el santismo sigue vacilando, aferrado a una amorfa “tercera vía”. Porque no hay tercera vuelta.
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