Ternas de mujeres para la Corte Constitucional
Rodrigo Uprimny Yepes marzo 16, 2025

"El presidente y la Corte Suprema tienen la posibilidad (y, yo creería, el deber moral) de preservar el avance en equidad de género en la Corte Constitucional, por lo cual deberían presentar ternas únicamente de mujeres": Rodrigo Uprimny. | Canva y Daniela Hernández
En mayo y junio vence el periodo de dos magistradas de la Corte Constitucional. Si las ternas para elegir su reemplazo se conforman solo de hombres, la presencia de mujeres caerá por debajo del 30 %. Sin justicia diversa no hay verdadera democracia. Por ello, dichas ternas deberían estar conformadas solo por mujeres.
En mayo y junio vence el periodo de dos magistradas de la Corte Constitucional. Si las ternas para elegir su reemplazo se conforman solo de hombres, la presencia de mujeres caerá por debajo del 30 %. Sin justicia diversa no hay verdadera democracia. Por ello, dichas ternas deberían estar conformadas solo por mujeres.
Colombia tiene que lograr la equidad de género en las altas cortes, si realmente queremos avanzar hacia una democracia más profunda y diversa. Una participación equitativa de las mujeres en las cortes es no sólo un asunto de justicia e igualdad, sino que tiene beneficios colectivos: favorece que la judicatura incorpore una perspectiva de género en sus decisiones, sino que destruye estereotipos sociales discriminatorios al mostrar que las mujeres pueden desempeñarse en los más altos cargos del Estado. Por eso, en Dejusticia hemos desarrollado desde 2023 la campaña “Justicia Diversa” para lograr mayor equidad de género y mayor diversidad en la rama judicial, aunque a Mr. Trump eso no le guste.
En los últimos años ha habido avances significativos en esa dirección, pero subsisten brechas inaceptables y existen riesgos de retrocesos. Las brechas: tanto en el Consejo de Estado como en la Corte Suprema la participación de las mujeres sigue siendo baja: en general menos del 30 %. Algo semejante sucede en la Comisión de Disciplina Judicial. Avances: la JEP, probablemente por su particular mecanismo de selección, se ha caracterizado por ser la única alta corte en que las mujeres son mayoría. Hoy existe paridad en el Consejo Superior de la Judicatura: tres mujeres y tres hombres; y la Corte Constitucional logró también una cierta paridad: hoy está compuesta por cinco hombres y cuatro mujeres.
Estos progresos son notables en perspectiva histórica, pero son insuficientes y distan de ser irreversibles. En particular, el avance en la Corte Constitucional está en riesgo por cuanto entre mayo y octubre de este año se vence el período de dos magistradas (Cristina Pardo y Diana Fajardo) y un magistrado (José Fernando Reyes). Si son electos tres hombres, la participación de las mujeres en la Corte caería por debajo del 30 %, un grave retroceso.
El presidente Petro y la Corte Suprema tienen la responsabilidad de elaborar en las próximas semanas las dos ternas de las cuales el Senado elegirá a las personas que reemplazarán a las magistradas Pardo y Fajardo, cuyos períodos se vencen en mayo y junio, respectivamente.
Ahora bien: la evidencia histórica muestra que el Senado tiende a escoger mayoritariamente a los hombres, incluso cuando hay mujeres muy competentes en la terna. De las últimas 11 ternas presentadas por la Corte Suprema y el Consejo de Estado, siempre tuvieron, en cumplimiento de la ley de cuotas, al menos una mujer, el Senado eligió tres mujeres y ocho hombres. Otro ejemplo cualitativo: en 2015, el Senado votó masivamente por Alejandro Linares, a pesar de que en la terna estaban también dos de las mejores constitucionalistas de Colombia (Magdalena Correa y Catalina Botero) y que en la Corte Constitucional había en ese momento sólo dos mujeres.
En ese contexto, el presidente y la Corte Suprema tienen la posibilidad (y, yo creería, el deber moral) de preservar el avance en equidad de género en la Corte Constitucional, por lo cual deberían presentar ternas únicamente de mujeres. Esto, además, les quedaría fácil: en Colombia hay decenas de mujeres que serían magistradas excepcionales, pues son personas demócratas que no sólo conocen el derecho constitucional, sino que tienen las virtudes judiciales necesarias para ejercer el cargo.
Tengo claro que esta propuesta, de ser aceptada, implica un cierto sacrificio para los colegas hombres, también muy competentes, que aspiran a ser magistrados. Algunos deberán aplazar su aspiración; para otros, como es mi caso, por la edad, implica aceptar que nunca ocuparemos en propiedad ese cargo. Entiendo el sentimiento de frustración, pero si realmente creemos en la equidad de género, los hombres debemos asumir estoicamente esta renuncia como una molestia menor en pro de superar la terrible discriminación que por siglos han sufrido las mujeres.