Cinco tesis frente a la crisis
Rodrigo Uprimny Yepes Junio 15, 2025

La crisis es grave y la situación puede deteriorarse, pero evitemos el catastrofismo: no hemos vuelto al pasado. |
Sin renunciar a nuestras diferencias políticas, pero dialogando y sin estigmatizar, debemos buscar y lograr un acuerdo nacional, que rechace la violencia y reafirme nuestros compromisos democráticos.
Sin renunciar a nuestras diferencias políticas, pero dialogando y sin estigmatizar, debemos buscar y lograr un acuerdo nacional, que rechace la violencia y reafirme nuestros compromisos democráticos.
Estamos viviendo una crisis muy difícil porque se combinan una inestabilidad institucional grave, una polarización corrosiva, dificultades fiscales serias, atropellos a la Constitución y una violencia creciente, expresada en el atroz atentado contra el precandidato Miguel Uribe Turbay, que esperamos que sobreviva y pueda volver al debate político. En esta difícil coyuntura ofrezco cinco tesis, que coinciden con lo dicho por otros analistas, al punto de que puedo sonar repetitivo. Pero en momentos como estos es más importante intentar acertar que pretender la originalidad.
Primero, cualquier estudio de los indicadores relevantes, como tasas de homicidio o de secuestro o número e intensidad de los combates, muestra que no hemos vuelto a la violencia de los ochenta ni a la guerra de finales de los noventa. La violencia es menor y tenemos instituciones más maduras. Esto no es para complacernos y no hacer nada; la crisis es grave y la situación puede deteriorarse, pero evitemos el catastrofismo: no hemos vuelto al pasado.
Segundo, se equivocan quienes plantean que el país estaba bien hasta que subió Petro, y que todo se solucionará cuando llegue un presidente de otra orientación y carácter. Eso no es serio. En 2022, cuando Petro llegó a la Presidencia, la situación de seguridad y los indicadores macroeconómicos legados por el Gobierno Duque eran ya malos y preocupantes. Y no olvidemos que hace muy poco, en el 2021, vivimos los días aciagos del estallido social.
Tercero, efectivamente ha habido un incremento en la polarización, que está llegando a niveles corrosivos. Es indudable que Petro tiene responsabilidades en esa evolución, por su permanente estigmatización a quienes no comparten sus posiciones calificándolos de “nazis” o “esclavistas”, pero la oposición no se queda atrás, pues muchos califican todo el tiempo a Petro de dictador o guerrillero.
Estas tres tesis interpretativas de la crisis me llevan a otras dos, más orientadas a la acción.
La primera es que debemos diferenciar la polarización corrosiva y el debate democrático vigoroso, para lo cual quisiera recordar una distinción propuesta por Albert Camus y que utilicé en una columna hace algunos años. Este autor diferenciaba entre el diálogo y la polémica, por sus raíces etimológicas. El diálogo está conformado por “dia” (a través) y “logos” (palabra o razón) y por ello, según Camus, es una conversación que nos une pues aceptamos encontrar razones comunes, a pesar de nuestras diferencias. En cambio, la polémica aparece asociada a la guerra (el “polemikos” griego) y al deseo de imponerse a toda costa. Camus se lamentaba de que el diálogo hubiera sido “reemplazado por la polémica y el insulto” en que “millares de voces, día y noche, prosiguen, cada una por su lado, un monólogo tumultuoso”. Hoy en Colombia vivimos una situación semejante, pero con un riesgo mayor: que este predominio de la polémica tumultuosa y de la estigmatización polarizante alimente violencias terribles. Debemos esforzarnos por dialogar y debatir, incluso vigorosamente, pero sin estigmatizar como enemigo a aquel que discrepa de nosotros.
Esto me lleva a la última tesis, que es consecuencia de las anteriores. Sin renunciar a nuestras diferencias políticas, pero dialogando y sin estigmatizar, debemos buscar y lograr un acuerdo nacional, que rechace la violencia y reafirme nuestros compromisos democráticos, con el fin de lograr unas elecciones transparentes y sin violencia el año entrante. Este acuerdo debería hacerse dentro del marco de la Constitución de 1991, que es algo que aún nos une. No la pongamos en cuestión con decretazos o llamados a una constituyente. Y debería ser un pacto que incluyera no sólo a las fuerzas políticas sino también a otros actores claves, como empresarios, iglesias y organizaciones y líderes sociales. Hoy tenemos la oportunidad de lograrlo, aprovechando el importante llamado hecho por la Iglesia Católica en esa dirección.