Tomar la protesta en serio
César Rodríguez Garavito junio 10, 2016
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El flaco debate sobre el actual paro campesino y étnico muestra que seguimos sin tomar en serio los movimientos sociales. El punto ciego no es solo del presidente Santos –“el tal paro no existe”, dijo en las marchas de 2013—, sino se extiende a los medios, el Estado y la academia.
El flaco debate sobre el actual paro campesino y étnico muestra que seguimos sin tomar en serio los movimientos sociales. El punto ciego no es solo del presidente Santos –“el tal paro no existe”, dijo en las marchas de 2013—, sino se extiende a los medios, el Estado y la academia.
Habituados a cubrir la política desde arriba, como si fuera apenas un juego de poder entre políticos, muchos medios pierden de vista la otra forma de influencia: la que ejercen desde abajo las organizaciones campesinas, indígenas, afrodescendientes, estudiantiles, ambientalistas y otras que no tienen otro poder que el de la movilización colectiva y son parte del juego político en todas las democracias robustas. Es diciente que la mayoría de los titulares no hablen de los motivos o los protagonistas del paro, sino de las reacciones del Gobierno. Se informa de los viajes de los ministros Iragorri y Cristo a destapar la Panamericana, pero muy poco sobre las razones o los líderes de la ONIC o el CRIC, las organizaciones que encabezan la minga ante el incumplimiento del Gobierno de los acuerdos que conjuraron la última hace dos años. Como los movimientos salen en las noticias sólo durante las marchas, parecería que se dedicaran a eso, cuando en realidad son espacios permanentes de deliberación y propuestas sobre asuntos como la paz, la política agraria, la minería, el medio ambiente o la desigualdad.
Acostumbrados a asociar la rebelión con la violencia y la política con el clientelismo, los funcionarios estatales tampoco encuentran cómo hablar, cómo lidiar, con formas de resistencia pacífica y organizaciones que no piden puestos. Por eso no atinan a dialogar con los 120.000 ciudadanos que salieron a las calles a pronunciarse por la protección del ambiente en Armenia, Ibagué y Florencia. De ahí también su reacción refleja de no tomar en serio las propuestas de los manifestantes, sino descalificarlas con acusaciones gaseosas de filtración guerrillera.
El punto ciego se nota también en la academia. Si la ciencia política se escribe desde la perspectiva del Estado y la economía tiende a adoptar la del mercado, la sociología mira el mundo desde la sociedad civil, como escribió el sociólogo Michael Burawoy. La sociología y su punto de vista fueron víctimas tempranas del conflicto armado. El cierre de facultades de sociología para apagar focos críticos en los setenta, y el anquilosamiento defensivo de muchas de las sobrevivientes, explica que no tengamos estudios sobre movimientos sociales equivalentes en calidad y número a los análisis sobre las instituciones políticas o económicas.
Una de las muchas ventajas del proceso de paz es el evidente reverdecimiento de la protesta pacífica y las facultades de sociología. Seremos un país mejor cuando sepamos qué proponen la ONIC, el Proceso de Comunidades Negras o la Cumbre Agraria. Nos conoceremos mejor a nosotros mismos cuando sepamos no sólo quiénes son los ministros, sino también los líderes que han trabajado toda una vida, en medio de las balas, por los colombianos olvidados, como Luis Fernando Arias, Francia Márquez, César Jerez, Ana Manuela Ochoa, Carlos Rosero, Patricia Tobón, José Santos y muchos otros. Les dejo esa lista para comenzar.