Trump, Brexit, Davos y Oxfam
Rodrigo Uprimny Yepes Enero 22, 2017
Trump y el Brexit fueron apoyados especialmente por quienes sienten rabia por la desigualdad y se sienten amenazados por el tipo de globalización promovida en foros como Davos. | Librería del Congreso de los EEUU
La desregulación financiera, junto con otros factores, como el cambio tecnológico, ha incrementado la desigualdad y la precariedad de los empleos en casi todos los países desarrollados, en especial en aquellos como Estados Unidos o el Reino Unido.
La desregulación financiera, junto con otros factores, como el cambio tecnológico, ha incrementado la desigualdad y la precariedad de los empleos en casi todos los países desarrollados, en especial en aquellos como Estados Unidos o el Reino Unido.
Estos cuatro hechos, aparentemente desconectados, tienen un vínculo profundo.
El foro de Davos, que reúne anualmente a la élite política y económica mundial, ha sido uno de los escenarios en donde se ha promovido intensamente la globalización que hemos vivido en estas décadas, esto es, una globalización que no se ha limitado a abrir el comercio de bienes y servicios sino que se ha acompañado de una profunda desregulación financiera.
Durante esta globalización ha habido un incremento agudo de la desigualdad económica, que es lo que evidencia el informe dramático de Oxfam.
Este incremento de la desigualdad está a su vez asociado al tipo especial de globalización promovido por foros como el de Davos, pues la desregulación financiera ha erosionado la capacidad de los Estados de controlar los flujos internacionales de los capitales, que buscan entonces aquellos países que les ofrecen regímenes laborales e impositivos más favorables. Esto ha llevado a una especie de competencia a la baja entre los Estados a nivel de protección laboral y de recolección de impuestos, todo lo cual ha contribuido al debilitamiento de los sindicatos y a una erosión de la capacidad redistributiva de los estados.
La desregulación financiera, junto con otros factores, como el cambio tecnológico, ha incrementado la desigualdad y la precariedad de los empleos en casi todos los países desarrollados, en especial en aquellos como Estados Unidos o el Reino Unido, que adoptaron más fervientemente la desregulación. Y precisamente es en esos dos países en donde triunfaron reacciones populistas y nacionalistas, como el Brexit y Trump.
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Esa coincidencia no parece casual. Trump y el Brexit fueron apoyados especialmente por quienes sienten rabia por la desigualdad y se sienten amenazados por el tipo de globalización promovida en foros como Davos. Y por ello votaron contra las élites que han promovido ese tipo de globalización.
La paradoja y el peligro de esta evolución es que esas opciones populistas y nacionalistas, en especial en el caso de Trump, probablemente no mejorarán la situación de las clases medias y obreras que votaron por ellas y por el contrario incrementarán los riesgos e inequidades del mundo en que vivimos. Pero la lección parece clara: o echamos para atrás la desregulación financiera y logramos una regulación democrática de la globalización, que restituya a los Estados su capacidad redistributiva y de satisfacer los derechos sociales de sus habitantes, o tendremos en los próximos años nuevos Trumps y Brexits.