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¿Cuál será la próxima orden de Trump que nos acerque más a la debacle? | EFE

Vivimos en una fantasía donde el «crecimiento sostenible» oculta la crisis climática. Pero lo real siempre irrumpe: temperaturas extremas, extinciones masivas, desplazamientos forzados. Trump no solo lo niega, sino que acelera nuestra destrucción.

Vivimos en una fantasía donde el «crecimiento sostenible» oculta la crisis climática. Pero lo real siempre irrumpe: temperaturas extremas, extinciones masivas, desplazamientos forzados. Trump no solo lo niega, sino que acelera nuestra destrucción.

Por Juan David Cabrera y Karen Villamizar


Mark Fisher, el filósofo británico que vio en la cultura pop un reflejo de nuestra psique colectiva, solía decir que vivimos atrapados en una fantasía. No en el sentido de los sueños agradables, sino en la estructura misma que nos permite evitar lo verdaderamente real: lo crudo, lo insoportable, lo traumático, lo que amenaza con sacudir nuestro mundo construido.

Según el psicoanálisis lacaniano, la “realidad” que experimentamos no es más que un entramado de símbolos e imaginaciones que nos protegen del impacto de lo real. Fisher ve en la crisis ambiental una de esas experiencias de lo real, aquello que sacude nuestro mundo fantasioso. Pero es cuidadoso en subrayar que el problema no es que no se hable del cambio climático, pues evidentemente éste se discute, solo que en términos fantasiosos: capitalismo verde, tecnologías salvadoras, crecimiento sostenible. Oxímorones todos ellos.

No se pone en cuestión el crecimiento económico que causa el declive ambiental, pues sería muy traumático ver que nuestro sistema es insostenible. Es lo real irrumpiendo en nuestro fantasioso mundo de un capitalismo sostenible. Y lo real a veces irrumpe con más fuerza con personajes como Donald Trump y su obsesión con la destrucción ambiental.

Se ha señalado que las políticas gubernamentales actuales existentes a nivel mundial nos están conduciendo hacia un calentamiento de 2,7 grados por encima de los niveles preindustriales en las próximas décadas. De ser así, afirma Jason Hickel, al alcanzar un calentamiento de 3 grados, las consecuencias para el planeta serían devastadoras e irreversibles. Se prevé el desplazamiento de más de 1.500 millones de personas, una gran disminución de las cosechas en los cultivos, la extinción de un porcentaje importante (entre el 30 y el 50 por ciento) de las especies, y la imposibilidad de que los seres humanos puedan volver a habitar ciertas regiones tropicales. Un atisbo de lo real de nuestra propia destrucción, aunque con la incertidumbre propia del futuro.

A pesar de conocer todo esto (o más bien por negarlo) Trump ha anunciado una serie de medidas que lejos de mitigar el problema, lo empeorarían, originando graves implicaciones para el clima y el medio ambiente, pero fantásticas implicaciones en sus objetivos de crecimiento económico.

Comenzó firmando una orden ejecutiva que retiraría a Estados Unidos del acuerdo climático de París, firmó también otra en donde incita a la expansión del petróleo y el gas permitiendo utilizar tierras y recursos privados, abrió áreas en el Refugio nacional de vida silvestre del Ártico para permitir la perforación petrolera, transgrediendo la ley de especies en peligro de extinción y poniendo en riesgo los ecosistemas de fauna y flora de este territorio protegido; Llegó a revocar el “mandato de vehículos eléctricos” instaurado por Biden, que tenía como objetivo a largo plazo, avanzar hacia la electrificación. Y no siendo suficiente, eliminó el impulso a la justicia ambiental, retirando el apoyo a organizaciones dedicadas a proteger comunidades, generando una agudización de la discriminación ambiental. ¿Cuál será la próxima orden que nos acerque más a la debacle?

El pensador judío Noam Chomsky sostiene, con plena conciencia de la gravedad de lo que dice, que Trump es peor que Hitler. Trump y su negacionismo climático (y las nefastas medidas que toma) representan el fin de la humanidad, tal y como la conocemos, representan una catástrofe de magnitudes inimaginables. Lo real está tocando a nuestra puerta, y debemos despertar.

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