Trump, Petro, Colombia y los migrantes
Dejusticia febrero 2, 2025

Los colombianos no deberíamos silenciar ni aceptar estas “trumpadas” contra la democracia y los migrantes del actual gobierno gringo. | EFE
Nuestra polarización puede hacernos perder la brújula moral en este enfrentamiento entre los dos presidentes.
Nuestra polarización puede hacernos perder la brújula moral en este enfrentamiento entre los dos presidentes.
Nuestra polarización puede hacernos perder la brújula moral en este enfrentamiento entre Trump y Petro. Muchos petristas, como el ministro de Educación, atribuyen toda la responsabilidad a Trump y aplauden la actitud de Petro como digna y valiente, ignorando que su imprudencia pudo llevarnos a una grave crisis. Muchos antipetristas, como Federico Gutiérrez, atribuyen toda la responsabilidad a Petro, pero silencian cualquier crítica a los atropellos de Trump y al peligro que este representa. Creo que la cosa es más compleja.
Petro fue imprudente. No podía prohibir, a las 3:41 a. m., el aterrizaje de unos aviones que ya había autorizado y que ya estaban en vuelo. Eso era tentar a un líder autoritario y patán como Trump, quien efectivamente reaccionó en forma extrema —pero previsible— con duras medidas de retaliación, en especial el aumento de los aranceles a las exportaciones colombianas, que nos hubiera llevado a una crisis económica. Petro no podía, después de eso, escalar aún más la cosa, aumentando a su vez los aranceles colombianos y lanzando su extenso y alucinante trino de las 4:15 p. m. contra Trump.
Petro se equivocó tanto en la estrategia como en la forma frente al país del cual, gústenos o no, más dependemos. Sin embargo, el propósito moral de Petro es acertado: defender la dignidad y derechos de Colombia como nación y, en especial, de los migrantes, que debería ser el corazón de esta disputa.
Por eso, a pesar de mi crítica a la imprudencia de Petro, creo que el verdadero villano de esta pésima película es Trump, porque su actitud y sus decisiones frente a los migrantes son inhumanas e injustas. Estados Unidos tiene derecho a deportar a los migrantes irregulares, pero no puede hacerlo de cualquier forma: las deportaciones masivas están prohibidas por el derecho internacional y debe respetarle a todo migrante su dignidad humana.
Es cierto que estos migrantes violaron la ley al entrar o permanecer irregularmente en Estados Unidos, pero también es cierto que la inmensa mayoría son trabajadores honestos, que simplemente emigraron en busca de mejores oportunidades, como lo hizo en 1885 Friedrich Trump, el abuelo alemán del actual presidente. Porque Trump, como muchos gringos, es descendiente de inmigrantes. Por eso es inaceptable que Trump, un criminal condenado por 34 cargos, califique de “asesinos, capos de la droga, pandilleros”, en fin, de peligrosos criminales a todos los migrantes deportados para justificar el maltrato que han sufrido y que sean esposados en su retorno, aunque ninguno tenía condenas o antecedentes penales. Y más terrorífica aún es su orden de crear un centro de detención para migrantes irregulares en el infame Guantánamo, que está bajo control de Estados Unidos pero escapa a sus leyes protectoras: será una especie de campo de concentración.
Además, la reacción de Trump frente a la torpeza de Petro fue totalmente desproporcionada, propia de un matón de barrio: estaba dispuesto a provocar una crisis económica en un país aliado porque sus deseos no eran inmediatamente cumplidos.
Los colombianos no deberíamos silenciar ni aceptar estas “trumpadas” contra la democracia y los migrantes del actual gobierno gringo. En esto Petro tiene razón; pero los riesgos que representa Trump deben ser enfrentados con una estrategia inteligente y coherente por el enorme poder de Estados Unidos. Y Petro no parece tenerla pues ha preferido gestos y trinos que algunos pueden considerar muy valientes, como mostrarse dispuesto a morir por la defensa de la dignidad nacional, pero que en realidad son poco éticos: un gobernante, como decía Max Weber, debe guiarse por una ética de la responsabilidad y no puede entonces ignorar las consecuencias de sus actos sobre la comunidad. Un presidente no puede llevar al martirio a su nación simplemente porque él está dispuesto a asumir ese martirio.