Ultraprocesados: malos para la salud, malos para el ambiente
Diana Guarnizo mayo 16, 2022
los alimentos ultraprocesados están lejos de ser un sistema alimentario sostenible dados los impactos ambientales negativos que presentan. | Dejusticia
Mientras se desarrolla un marco normativo más efectivo, es claro que es necesario seguir visibilizando el impacto de la industria de alimentos ultraprocesados, no solo en la salud sino también en el medio ambiente.
Mientras se desarrolla un marco normativo más efectivo, es claro que es necesario seguir visibilizando el impacto de la industria de alimentos ultraprocesados, no solo en la salud sino también en el medio ambiente.
Escrito junto a Sergio Nieto, pasante de la Línea de Justicia Económica.
En los últimos años, diversos estudios han señalado los impactos negativos que el consumo de productos ultraprocesados puede tener para la salud. Es bien sabido que dietas altas en bebidas azucaradas, empaquetados y productos ultraprocesados está relacionada con un incremento en la obesidad, hipertensión, problemas coronarios, ciertos tipos de cáncer e, incluso, la muerte. Sin embargo, solo de manera muy reciente se ha empezado a hablar sobre el impacto que la producción y consumo de estos productos tiene en el medio ambiente.
Los alimentos ultraprocesados provienen de formulaciones industriales de alimentos y bebidas hechas a partir de sustancias y aditivos, que resultan en productos con bajo valor nutricional. Según Monteiro et al., “el propósito del ultra-procesamiento es crear productos alimenticios de marca, convenientes, atractivos y altamente rentables, a menudo diseñados para desplazar a los demás grupos de alimentos”. Dada su naturaleza, los ultraprocesados son duraderos y vienen listos para consumir en cualquier momento y lugar, puesto que se presentan empaquetados en distintas presentaciones. Ahora bien, la facilidad en el consumo viene a un costo particular para el medio ambiente que se evidencia en las distintas fases del producto: desde la producción hasta la comercialización, pasando por el empaquetado y el transporte. Veamos:
En cuanto a la fase de producción, muchos ultraprocesados contienen también derivados del aceite de palma y de soja, las cuales provienen principalmente de monocultivos a gran escala que generan perturbaciones en los suelos y dejan una gran huella hídrica, como se establece en un artículo del profesor malayo Mavat Rama Chandran. Además, expertos señalan que las plantas extractoras de aceite de palma son responsables de emitir gases de efecto invernadero, particularmente, metano. Asimismo, estos monocultivos desplazan a los cultivos tradicionales, lo que puede ocasionar pérdidas de biodiversidad y deforestación.
De igual forma, diversos ultraprocesados tienen como ingrediente principal el azúcar, el cual, durante sus procesos de sulfitación, alcalinización y clarificación consumen abundante agua. Por otro lado, en cuanto a la producción a bajo costo de productos ultraprocesados basados en animales, un estudio señala que los ingredientes de dichos productos provienen principalmente de sistemas de ganadería intensiva, que erosionan gravemente los suelos porque implican la concentración de muchos animales en poca tierra
Según un análisis realizado por Tereza et al., en Brasil, los alimentos ultraprocesados consumen 393.4 litros de agua y 2.21 metros cuadrados por cada 1000 kcal de alimento producido, lo cual evidencia la gran huella hídrica y ecológica de este tipo de alimentos durante su producción.
En cuanto a la fase de empaquetado, los productos ultraprocesados generan un gran impacto en el ambiente al ser responsables de una gran cantidad de residuos. Camilo Prieto señala en su libro Nutrición Sostenible que, en Colombia, del total de plástico que se consume en el país, 770.000 toneladas corresponden a empaques y envases de corto uso, los cuales, si no son reciclados o desechados adecuadamente, podrían sumarse a los más de 8 millones de toneladas de residuos plásticos que llegan cada año al mar.
El impacto que generan los empaques se relaciona con el gasto energético requerido para producir los materiales de los empaques. La producción de plásticos demanda energía fósil, gran responsable del cambio climático. Según un estudio, los productos petroquímicos (incluido el plástico) representan el 14% del uso del petróleo y se espera que ese porcentaje aumente frente a la creciente demanda por plásticos. Teniendo en cuenta que el 40% del plástico que se produce anualmente en el mundo se destina a envases que luego son desechados (aproximadamente 161 millones de toneladas de plástico), la contaminación generada en la producción de plástico mediante el petróleo resulta importante.
El impacto ambiental también depende de la producción del material. El carácter desechable del empaque destinado a la disposición inmediata, contribuye a la producción de millones de toneladas de residuos plásticos que terminan contaminando el agua y el suelo. Este hecho no es despreciable para el país. Anualmente, se consumen 24 kilos de desechos plásticos por persona, lo que convierte a Colombia en el país más contaminante del mar Caribe por plásticos, inclusive por encima de países como Estados Unidos y México.
La etapa de transporte de productos ultraprocesados también es responsable de importantes emisiones de GEI en tanto que requieren de energía fósil y eléctrica, conforme establece Camilo Prieto en su libro. Puntualmente, un estudio calcula que la cadena total de suministro de alimentos representa cerca del 26% de las emisiones de dichos gases. Según un análisis, teniendo en cuenta que los alimentos foráneos cada vez están más presentes en las dietas de las personas, el gasto de energía en transporte para recorrer grandes distancias acrecienta aún más las emisiones de GEI, principalmente el dióxido de carbono.
Para 2013, ProPais concluyó que la preferencia por productos alimenticios importados es limitada principalmente por la formación de gustos locales y el desconocimiento del origen del alimento por parte del consumidor. Sin embargo, la tendencia no es así para los restaurantes internacionales y grandes marcas, las cuales están entrando cada vez más al mercado nacional y se posicionan como sustitutos de alimentos tradicionales.
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Finalmente, en la etapa de comercialización hay impactos ambientales importantes derivados de los procesos térmicos, específicamente en la refrigeración, liofilización y secado por microondas. Por lo tanto, para disminuir dicho impacto se ha propuesto la implementación de diversas técnicas emergentes de preservación con tecnologías no térmicas, para así mantener la frescura de los envasados sin incurrir en grandes gastos térmicos. En estas etapas anteriores al consumo, entre los procesos que más gasto energético requieren para la conservación de los ultraprocesados, también se ubican la deshidratación y la esterilización, las cuales son responsables del 29% de energía utilizada en estos alimentos.
En definitiva, los alimentos ultraprocesados están lejos de ser un sistema alimentario sostenible dados los impactos ambientales negativos que presentan. A nivel individual, esto debería replantear nuestras opciones de consumo y, en lo posible, llevarnos a optar por aquellas opciones que tengan un menor impacto en el ambiente. Es decir, optar por un consumo de proximidad, fresco y agroecológico.
Sin embargo, a nivel social, valdría la pena replantearse sobre la responsabilidad que tienen estas industrias por los impactos ambientales que generan. Después de todo, son ellas quienes se lucran externalizando los impactos en salud y medio ambiente que su actividad empresarial origina. En este aspecto, las empresas deberían actuar con la debida diligencia a fin de asegurar que los impactos ambientales de su actuación sean minimizados y debidamente compensados. Esto sin embargo, es un debate más amplio ya que en Colombia no existe todavía una ley de debida diligencia obligatoria para todas las empresas. Aunque existen estándares internacionales que pueden aplicarse a las empresas o a los estados, muchos de estos no son todavía operativos sino voluntarios en su cumplimiento. Mientras se desarrolla un marco normativo más efectivo, es claro que es necesario seguir visibilizando el impacto de esta industria no solo en la salud sino también en el medio ambiente.