¿Un deber activo de esperanza?
Rodrigo Uprimny Yepes junio 16, 2024
| EFE
Quiero defender que incluso en coyunturas tan difíciles y sombrías como la que vivimos, que pueden llevarnos al desaliento, tenemos un deber ético de mantener viva la esperanza de que la humanidad podrá lograr un mundo mejor.
Quiero defender que incluso en coyunturas tan difíciles y sombrías como la que vivimos, que pueden llevarnos al desaliento, tenemos un deber ético de mantener viva la esperanza de que la humanidad podrá lograr un mundo mejor.
Hace unos años, en 2018, escribí una columna titulada “Dos mundos posibles, dos sentimientos”, que señalaba la ambigüedad de nuestra época, la cual da, al mismo tiempo, razones para el optimismo y la esperanza, pero también para el temor y el desaliento, pues está cargada de enormes peligros.
El optimismo puede fundarse en tendencias de largo plazo, destacadas por autores como Steven Pinker, que en su texto Enlightment Now (“Ilustración Ahora”) muestra que hoy tenemos la mayor esperanza de vida y de escolarización de la historia, con los menores niveles de pobreza y mortalidad materna o infantil. Y que el mundo actual tiene menores niveles de violencia y un alto porcentaje de Estados que pueden ser calificados como democracias. Hay razones para la esperanza.
Sin embargo, vivimos una época llena de amenazas muy graves. El declive democrático por los ascensos de los populismos autoritarios y nacionalistas de derecha e izquierda, que a su vez han debilitado el multilateralismo. El agravamiento del cambio climático. La persistencia de las desigualdades y de crisis humanitarias en muchos países del sur global. Las crisis de refugiados y de migrantes forzados en muchas regiones del mundo.
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Todo esto ya era muy preocupante en 2018 y hoy lo es aún más: en los últimos tres años, estas tendencias se han agravado, en especial por los impactos de las guerras en Ucrania y en Gaza, que han provocado un terrible sufrimiento y han debilitado profundamente a las Naciones Unidas por su incapacidad de parar las atrocidades debido a los vetos en el Consejo de Seguridad. A lo que se suma el fortalecimiento de la extrema derecha en Europa, que mina un proceso admirable como la Unión Europea.
Hay entonces no solo enormes razones para el miedo y el pesimismo, sino que creo que estas son hoy mucho más fuertes que aquellas que podrían permitirnos un razonable optimismo. Algunos se aventuran a hablar de enfrentamientos nucleares.
Quiero defender que incluso en coyunturas tan difíciles y sombrías como la que vivimos, que pueden llevarnos al desaliento, tenemos un deber ético de mantener viva la esperanza de que la humanidad podrá lograr un mundo mejor. Aclaro que defiendo un deber activo de esperanza: no se trata de soportar pasivamente las injusticias con la esperanza de que las cosas de pronto mejoren en este mundo o en otros prometidos por los dioses; esa esperanza pasiva no me atrae.
Lo que postulo es que debemos asumir la convicción, que no es una certeza pero es razonable, de que las cosas pueden mejorar y debemos actuar de conformidad con esa esperanza, a fin de contribuir al advenimiento de ese mundo mejor, lo cual supone no ignorar las atrocidades o los peligros existentes sino enfrentarlos.
No conozco (tal vez por ignorancia) a ningún pensador que haya postulado expresamente la existencia de ese deber activo de esperanza, pero creo que hay varios que avanzan en esa dirección, como Kant, Hannah Arendt o Ernst Bloch. Pero tal vez el más impactante de todos es Victor Frankl (1905-1997), el siquiatra austriaco, inventor de la logoterapia, quien en sus memorias sobre cómo sobrevivió a Auschwitz (El hombre en busca de sentido) muestra que tenían más posibilidad de sobrevivir y preservar su humanidad aquellos prisioneros que fueron capaces de mantener alguna esperanza y darles algún sentido a sus terribles sufrimientos. Su conclusión es que los seres humanos tenemos un cierto deber de darle significado a la vida y mantener activa la esperanza, incluso en circunstancias terribles, incluso en un campo de concentración. ¿No tenemos entonces nosotros un deber ético de conservar la esperanza de que un mundo mejor es posible y hacer todo lo que esté en nuestras manos por su advenimiento?