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Con el etiquetado tenemos un camino abonado en el que no requerimos conocimientos especializados para saber el contenido de lo que consumimos y decidir libremente lo que queremos comer según nuestras preferencias. | EFE

Es vital que, además del etiquetado, se implementen de manera complementaria políticas e iniciativas como ambientes escolares saludables o el impuesto a bebidas azucaradas y alimentos ultraprocesados.

Es vital que, además del etiquetado, se implementen de manera complementaria políticas e iniciativas como ambientes escolares saludables o el impuesto a bebidas azucaradas y alimentos ultraprocesados.

¿Alguna vez nos hemos preguntado qué tan saludable es un producto alimenticio? ¿Realmente entendemos las proporciones de los ingredientes de un producto al leer su tabla nutricional? ¿Sabemos qué tan adecuadas son esas proporciones para nuestros requerimientos nutricionales? Justamente el etiquetado nutricional de advertencia busca ofrecer de forma fácil y rápida esta información para que, como consumidores, podamos informarnos sin tener una capacitación previa. Esto cobra especial relevancia en un Estado como el nuestro, en el que se evidencia una tendencia creciente en cifras de sobrepeso y obesidad.

Según el documento Indicadores básicos 2019: Tendencias de la Salud en Las Américas, de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), en Colombia la obesidad en personas entre 18 y 64 años tiende al aumento. La última Encuesta Nacional de la Situación Nutricional (ENSIN) realizada en 2015 indica que, en promedio, el 18,7% de la población a nivel nacional entre este rango de edad padece obesidad. Por encima de ese promedio nacional, se ubican las regiones de Orinoquía y Amazonía (21,8%), Pacífica (21%) y Caribe (19,9%). Estas cifras se tornan más complejas si tenemos en cuenta que el sobrepeso y la obesidad constituyen un factor de riesgo que puede desencadenar enfermedades crónicas no transmisibles como la diabetes y la hipertensión.

Frente a este contexto, la Oficina del Relator Especial de las Naciones Unidas ha recomendado a los Estados adoptar un etiquetado nutricional de advertencia claro y sencillo como una herramienta que, en articulación con otras medidas, permita a los consumidores tomar decisiones más saludables. Con este etiquetado tenemos un camino abonado en el que no requerimos conocimientos especializados para saber el contenido de lo que consumimos y decidir libremente lo que queremos comer según nuestras preferencias. Es decir, como consumidores nos representa un escenario en igualdad de condiciones a partir del cual accedemos a información certera y oportuna para nuestra salud.


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Sin embargo, es necesario que esta medida se complemente con otras que apunten a reducir el impacto de factores externos que de manera latente nos condicionan. Es decir, factores como la falta de ambientes que garanticen la disponibilidad de alimentos reales, el consumo de productos ultraprocesados, el tiempo excesivo frente a pantallas y contextos con espacios reducidos o nulos para realizar actividad física. Estos aumentan el riesgo de padecer sobrepeso y obesidad. Por ello es vital que, además del etiquetado, se implementen de manera complementaria políticas e iniciativas como ambientes escolares saludables o el impuesto a bebidas azucaradas y alimentos ultraprocesados.

El objetivo de esta medida, en últimas, es el fácil acceso a la información sobre los nutrientes críticos de los productos que consumimos. Por supuesto, cada consumidor puede asumirla según lo considere. Sin embargo, desde el Estado Social de Derecho que es Colombia, el acceso a información en salud constituye un medio para garantizar el cumplimiento de los fines de este modelo de Estado. Por eso la importancia de exigir mayor pedagogía sobre la medida misma, para no malinterpretarla y alcanzar su objetivo.


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