Una democracia en tensión, pero operando
Rodrigo Uprimny Yepes Junio 26, 2023
Todos tenemos que aprender y mejorar nuestra cultura democrática en esta coyuntura inédita. Si lo logramos, nuestra democracia saldrá fortalecida. | Lewis Joli, EFE
No parece que nuestra democracia esté en grave crisis: quien ganó las elecciones ocupa la presidencia y busca implementar su programa electoral, pero respetando el marco constitucional, y las fuerzas derrotadas entran a hacer oposición sin que haya evidencias de conspiraciones golpistas.
No parece que nuestra democracia esté en grave crisis: quien ganó las elecciones ocupa la presidencia y busca implementar su programa electoral, pero respetando el marco constitucional, y las fuerzas derrotadas entran a hacer oposición sin que haya evidencias de conspiraciones golpistas.
Las tensiones políticas de las últimas semanas pueden generarnos una sensación de grave crisis institucional. Y es cierto que hay razones para preocuparse, pero es posible y necesaria una lectura complementaria: en estos meses, e incluso en estas difíciles semanas, nuestra democracia constitucional, a pesar de sus defectos, ha mostrado claras fortalezas institucionales. Veámoslo.
Por primera vez en muchas décadas fue electo un presidente de izquierda. Su victoria fue clara pero estrecha. La derecha, que estaba en el poder, aceptó la derrota y hubo una transición, que fue no solo pacífica, sino incluso ejemplar, cuando uno la compara, por ejemplo, con el asalto al Capitolio por las hordas trumpistas en Estados Unidos.
La fuerza pública ha aceptado como su comandante supremo al presidente Petro, sin importar sus convicciones de izquierda o su lejano pasado guerrillero. Petro ha podido entonces gobernar con el respeto y obediencia de militares y policías, y ha logrado hacer aprobar algunas reformas importantísimas, como la tributaria o la que reconoce los derechos del campesinado. El Gobierno ha sufrido también fuertes derrotas, pues el Congreso ha hundido algunos de sus proyectos y las cortes han tomado decisiones que le son desfavorables. Petro ha respondido a esos impases llamando a marchas y, a veces, con declaraciones destempladas; sin embargo, ha respetado la institucionalidad democrática.
La oposición ha intentado bloquear las reformas propuestas por el ejecutivo a través de sus fuerzas en el Congreso o llamando a movilizaciones en las calles, que han sido respetadas y protegidas por el Gobierno. Esta oposición ha recurrido también a ciertas declaraciones destempladas contra el Gobierno, pero sus protestas han sido pacíficas. Ciertos medios (no todos), como la revista Semana, han perdido toda credibilidad periodística al tornarse en puros órganos opositores, pero esos desvaríos, que son criticables, ocurren en democracias consolidadas. Basta solo con mirar Fox News.
No parece entonces que nuestra democracia esté en grave crisis sino que está funcionando en forma robusta: quien ganó las elecciones ocupa la presidencia y busca implementar su programa electoral, pero respetando el marco constitucional; las fuerzas derrotadas entran a hacer oposición y buscan hacérsela difícil al gobierno, pero sin que haya evidencias de conspiraciones golpistas.
La situación dista, sin embargo, de ser ideal. Hay problemas muy graves, como la persistencia e incluso el incremento de la violencia en los territorios; los escándalos internos del Gobierno, sus ataques a la prensa y sus agudos enfrentamientos con una oposición a veces insensata; la burda utilización política de su cargo por el fiscal general, etc.
Nuestra democracia está funcionando, aunque enfrenta tensiones y desafíos enormes, que se explican no solo por las debilidades históricas de nuestro sistema democrático sino también porque estamos en un contexto inédito: un gobierno de izquierda, que, en general, había estado en la oposición, que enfrenta a una oposición de derecha, que, en general, había estado en el gobierno.
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Esta izquierda no entiende entonces aún bien cómo se gobierna democráticamente un país complejo, y por eso no solo comete errores, sino que se atrinchera e imagina supuestos golpes blandos frente a cualquier crítica o decisión adversa, en vez de apostarle a construir acuerdos amplios. La derecha está aún descifrando en qué consiste hacer una oposición democrática, y por eso, sin sustento, ve amenazas dictatoriales frente a cualquier exceso verbal presidencial.
Todos tenemos que aprender y mejorar nuestra cultura democrática en esta coyuntura inédita. Si lo logramos, nuestra democracia saldrá fortalecida; si no…