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La llamada reforma para el reequilibrio de poderes, impulsada por el gobierno Santos, es una macrorreforma, pues busca modificar muchos aspectos de la ConstituciĆ³n, pero carece de una orientaciĆ³n clara.

La llamada reforma para el reequilibrio de poderes, impulsada por el gobierno Santos, es una macrorreforma, pues busca modificar muchos aspectos de la ConstituciĆ³n, pero carece de una orientaciĆ³n clara.

Esta reforma naciĆ³ de la promesa electoral de Santos de eliminar la reelecciĆ³n presidencial y reequilibrar los poderes del Estado. Pero el Gobierno no explicĆ³ claramente desde el inicio cuĆ”les eran los supuestos desequilibrios institucionales que pretendĆ­a corregir; si se trataba Ćŗnicamente de eliminar las distorsiones generadas por el ā€œarticulitoā€ de la reelecciĆ³n presidencial, su derogatoria era suficiente. Pero no ha sido asĆ­. Ahora aparecen desequilibrios por todos lados.

El resultado ha sido que a la supresiĆ³n de la reelecciĆ³n presidencial se le ha agregado una reforma polĆ­tica, con la modificaciĆ³n de la circunscripciĆ³n nacional del Senado o la propuesta de listas cerradas para los partidos.

Igualmente le han incorporado una reforma judicial, parcial pero profunda, con el reemplazo del Consejo Superior de la Judicatura por otros Ć³rganos encargados de la administraciĆ³n de la Rama Judicial y del control disciplinario de jueces y abogados. El Congreso tambiĆ©n pretende regular el juzgamiento de los altos funcionarios estatales, como los magistrados o el fiscal, con la propuesta de un tribunal de aforados, que reemplazarĆ­a a la ineficiente ComisiĆ³n de AcusaciĆ³n. Y se han planteado otros cambios importantes, como la ampliaciĆ³n del perĆ­odo de los gobiernos locales o la prohibiciĆ³n de la reelecciĆ³n de otros funcionarios, como el procurador o el defensor del pueblo.
Algunos de los cambios propuestos son positivos, como la modificaciĆ³n del Consejo Superior de la Judicatura, pero otros son problemĆ”ticos, como la idea de la cooptaciĆ³n plena en las altas cortes, que estuvo en la propuesta inicial del Gobierno. Pero mĆ”s allĆ” de la discusiĆ³n sobre la bondad o no de cada reforma individual, no aparece realmente con claridad cuĆ”les son los propĆ³sitos centrales que articulan todas esas modificaciones parciales. Es pues una reforma sin un norte claro, lo cual es problemĆ”tico al menos por dos razones.

Primero, porque es razonable pensar que una reforma constitucional, si pretende lograr un impacto duradero positivo, debe ser coherente, lo cual supone una visiĆ³n clara del problema que quiere enfrentar. Por ejemplo, la reforma de 1910 buscĆ³ y logrĆ³ quebrar el autoritarismo de la ConstituciĆ³n de 1886, lo cual permitiĆ³ que Colombia viviera entre 1910 y finales de los aƱos cuarenta unas dĆ©cadas relativamente pacĆ­ficas.

Segundo, porque la falta de una visiĆ³n nuclear posibilita que a la reforma terminen colgĆ”ndole micos de toda suerte, que la vuelvan contradictoria y riesgosa, como sucediĆ³ hace dos aƱos con la infortunada reforma a la justicia.

ĀæNo serĆ” entonces mejor que el Gobierno y el Congreso se concentren en suprimir la reelecciĆ³n presidencial, que es una idea positiva y que ha generado gran apoyo polĆ­tico, en vez de embarcarse en un cĆŗmulo de reformas poco articuladas y de resultados inciertos?

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