Universidad y tolerancia
Mauricio García Villegas Agosto 5, 2011
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Una de las preguntas más dificiles de resolver en una sociedad abierta al diálogo es la siguiente: ¿hasta dónde se debe tolerar a los intolerantes?
Una de las preguntas más dificiles de resolver en una sociedad abierta al diálogo es la siguiente: ¿hasta dónde se debe tolerar a los intolerantes?
Una de las preguntas más dificiles de resolver en una sociedad abierta al diálogo es la siguiente: ¿hasta dónde se debe tolerar a los intolerantes?
Digo esto a propósito de la decisión tomada esta semana por el rector de la Universidad Pontificia Bolivariana (UPB), monseñor Luis Fernando González, de cancelar un seminario internacional sobre justicia, previsto para este mes de octubre, en Cartagena. El rector cancela el evento por “la orientación y énfasis que algunos de los ponentes hacen en pro del aborto”. Ante semejante argumento, la decana de Derecho, promotora del evento, renunció a su cargo.
Debo decir que tengo un doble interés en este asunto; primero porque soy egresado de la Facultad de Derecho de la UPB y segundo, porque tengo entendido que mi nombre forma parte, como muchos otros (incluidos los invitados internacionales) de la lista de proscritos por monseñor.
Lo que más me acongoja es la situación de los estudiantes. Si el rector cancela un seminario cuando ve que los participantes no comparten sus propias convicciones religiosas, me imagino lo que podrá hacer con el pensum, con la libertad de cátedra o con las bibliotecas. Es posible que legalmente tenga la facultad para impedir que toda idea contraria al canon vaticano ingrese a su claustro. Lo que no creo es que una institución que haga eso pueda llamarse universidad. Podrá llamarse, por ejemplo, Casa Bolivariana de Estudios Pontificios. Confundir una universidad con una casa de estudios, es como confundir una orquesta sinfónica con una banda de música. Ambas cosas tienen su valor, pero son diferentes.
Y no es que no pueda haber universidades católicas. Yo mismo estudié durante muchos años en la Universidad Católica de Lovaina (UCL), en donde recibí una educación pluralista y abierta al debate. Las instituciones académicas no tienen por qué ser neutrales; pueden estar fundadas en la defensa de propósitos e ideales (liberales, socialistas, católicos, etc.). Lo que las caracteriza es más bien su convicción de que esos ideales son tan fuertes que no se derrumban por el hecho de debatirlos y discutirlos (por eso mismo, si yo fuera estudiante de la UPB, dudaría mucho de las convicciones de monseñor).
La gran diferencia entre el rector de la UPB y los académicos que hemos sido proscritos por él no está en la firmeza de las convicciones morales (las nuestras son tan firmes como las de él), ni siquiera en el compromiso por la defensa de esos ideales (todos luchamos por un mundo mejor y más justo), sino en el hecho de que mientras monseñor estima que su credo no puede ser puesto en duda, ni siquiera debatido (como en el seminario), nosotros (en la universidad) estamos dispuestos a discutir nuestras propias convicciones e incluso a cambiarlas, si nos convencen de que estamos errados. Es posible que nuestra manera de actuar no sea mejor que la suya; de lo que sí estoy seguro es que la nuestra es académica y universitaria, mientras que la suya es moralista y autoritaria.
La gran pregunta es, como dije al inicio, ¿hasta dónde debe llegar la tolerancia respecto de personas intolerantes como el rector González? Yo respondería lo siguiente (para el debate): hasta que pongan en peligro la existencia misma del intercambio de ideas.
Por desgracia, me temo que, incluso si en la UPB llegase a ocurrir esa anulación completa de la discusión académica (¿qué tan cerca están de eso?, no lo sé), las directivas eclesiásticas se saldrán una vez más con la suya, como lo hicieron tantas veces antes, en tiempos del cardenal López Trujillo (¿hasta cuándo?, tampoco lo sé).