Universidades poco universitarias
Mauricio García Villegas diciembre 25, 2020
La expulsión del profesor Garzón choca con el espíritu académico de nuestro tiempo. El problema, lo repito, no está en ser una universidad católica, sino en profesar un tipo de catolicismo incompatible con el espíritu universitario. | Wikimedia Commons*
Iván Garzón Vallejo fue expulsado de la Universidad de la Sabana después de ejercer allí como profesor de tiempo completo durante 12 años y cumplir con todos los requisitos para ser nombrado profesor titular.
Iván Garzón Vallejo fue expulsado de la Universidad de la Sabana después de ejercer allí como profesor de tiempo completo durante 12 años y cumplir con todos los requisitos para ser nombrado profesor titular.
*FOTO DESTACADA: Baiji, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons
Iván Garzón Vallejo es un profesor de filosofía política que se interesa por los grandes debates de nuestro tiempo. Hace poco publicó Rebeldes, románticos y profetas, un libro valioso sobre la responsabilidad de los intelectuales y los sacerdotes en el conflicto armado colombiano. El profesor Garzón es un conservador moderado, culto y abierto al diálogo, de esos que tanta falta le hacen a la derecha colombiana. Pues bien, la semana pasada Garzón fue expulsado de la Universidad de la Sabana después de ejercer allí como profesor de tiempo completo durante 12 años y cumplir con todos los requisitos para ser nombrado profesor titular. Como suele ocurrir en estos casos, no se trató de una expulsión visible y a las patadas, sino de una terminación del contrato, sin justa causa y con un documento firmado de “mutuo acuerdo”, en el que se le entrega al docente una indemnización adicional para sobrellevar la pérdida de su trabajo.
“Tu proyecto intelectual no es compatible con el nuestro”, le dijeron las autoridades de la Sabana cuando le anunciaron su salida. Garzón, sin embargo, no sabe si lo echaron por eso, es decir, por pensar distinto, o porque hace algunos años se divorció y hace poco se casó por lo civil. Lo más probable es que su salida se deba a ambas cosas, pues para los directivos de la Sabana lo segundo, es decir, divorciarse y casarse por lo civil, es también lo primero, es decir, tener un proyecto de vida incompatible con el de ellos.
Ninguna universidad católica seria —pienso, por ejemplo, en la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica) o en la Universidad de Notre Dame (EE. UU.)— se atrevería a expulsar a un profesor como lo hizo la Sabana con Garzón. Solo las universidades católicas menos universitarias (menos universales) como la Sabana, regentada por el Opus Dei (una vertiente ultraconservadora del catolicismo), se atreven a tal cosa.
¿Significa esto que una universidad privada y religiosa nunca puede expulsar a un profesor que deja de pensar en sintonía con sus directivas? No, muy probablemente sí lo puede hacer. Lo que no puede es expulsarlo sin adoptar un debido proceso, con reglas previas claras y sin dejar de ventilar el asunto públicamente. La Sabana, en cambio, lo hace pero a hurtadillas. En los objetivos misionales de la universidad se dice lo siguiente: “La Sabana promueve el respeto por la dignidad de la persona humana, en un ambiente de libertad responsable… con un ejercicio académico creativo, riguroso e interdisciplinario”. Si esa fuera su guía, no expulsarían a nadie por lo que piensa. Pero lo hacen a partir de reglas informales que no están escritas en ninguna parte. Los alumnos de Garzón, que tanto lo admiraban, tienen derecho a conocer esas reglas.
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La expulsión del profesor Garzón choca con el espíritu académico de nuestro tiempo. El problema, lo repito, no está en ser una universidad católica, sino en profesar un tipo de catolicismo incompatible con el espíritu universitario. En otros países también hay universidades de este tipo, sectarias, pero son pequeñas y marginales. En Colombia, en cambio, son numerosas, muy influyentes y tienen un claro propósito político: educar a la mayor parte posible de nuestras élites gobernantes. No resulta extraño, entonces, que muchos de los altos cargos del Estado estén hoy ocupados por funcionarios clasistas e intolerantes que estudiaron en los claustros de estas universidades poco universitarias.