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Mi llamado específico es a que así como el movimiento de derechos humanos desde el sur ha enriquecido el debate de derechos humanos en general, podría pasar algo similar con los la vigilancia anticorrupción hecha desde nuestros países.

Mi llamado específico es a que así como el movimiento de derechos humanos desde el sur ha enriquecido el debate de derechos humanos en general, podría pasar algo similar con los la vigilancia anticorrupción hecha desde nuestros países.

Los escándalos por corrupción están en los titulares de los periódicos del mundo todos los días.Solo esta semana y en América Latina volvieron en Colombia las denuncias sobre altos magistrados que aparentemente han recibido dinero a cambio de revisar ciertos casos; un directivo de Petrobras fue condenado por sobornos y desvíos de dinero al interior de la empresa; y en Guatemala miles de personas han salido a marchar, protestando por la corrupción del gobierno del Presidente Molina. También resonó, a nivel mundial, el escándalo de corrupción de la FIFA.

La corrupción es un mal que aqueja a todos los países del mundo pero parecería ser particularmente aguda en los países del Sur Global, como lo muestra el mapa de Transparencia Internacional, y por ello debería ser un tema de particular interés para los activistas de derechos humanos del Sur Global. En efecto, si entendemos la corrupción como la presencia en un sistema u organismo de prácticas, usualmente ilegales, que afectan su efectividad porque debilitan o desvían la capacidad del sistema cumplir con su propósito, la corrupción en un Estado reduce significativamente la capacidad de éste de respetar y garantizar el cumplimiento de sus obligaciones de derechos humanos.

La corrupción vulnera derechos humanos indirectamente, por ejemplo, cuando por cuenta de ésta se reduce la cantidad de rentas disponibles para que un estado pueda invertir en la realización de los DESC o porque el desviamiento de recursos mantiene o aumenta la pobreza, lo que a su vez, exacerba otras violaciones de derechos humanos. Pero la corrupción también puede ser una violación a los derechos humanos en si misma, como cuando el acceso a la justicia es afectado por el pago de un soborno. El círculo, además, parece vicioso porque la corrupción ocurre allí donde hay oportunidad e inclinación, y las situaciones de debilidad institucional y protección débil a los derechos humanos crean tanto oportunidades e incentivos para las prácticas corruptas.

Ahora, la forma como organizaciones como Transparencia Internacional, basada en Berlín, ven el fenómeno global de la corrupción viene un poco sesgada. Si se mira el mapa con un poco de atención, los países supuestamente más corruptos son los del sur y los menos los del norte. Además, muchas organizaciones internacionales sostienen también que la corrupción es una pieza clave en la lucha contra la pobreza y la situación es tan sencilla como que si en nuestros países no fuéramos corruptos, no seríamos tampoco pobres.

Esta afirmación es imprecisa. Si es cierto que si en nuestros gobiernos hay debilidades institucionales que facilitan las prácticas corruptas, así como es cierto que si en ellos no se realizaran prácticas corruptas nuestras instituciones probablemente serían más fuertes y eficientes. Sin embargo, también es cierto que muchas de las prácticas corruptas más costosas son más sofisticadas que la simple división por países que se puede ver en el mapa. Factores como la globalización de la economía global hacen que muchas veces las prácticas corruptas del Sur Global involucren a los países del Norte Global.

En Alemania, por ejemplo, el pago de sobornos en el extranjero fue legal hasta 1999, sobornos que eran deducibles de los ingresos gravables anuales. La República Democrática del Congo perdió más de 1.3 billones de dólares entre el 2010 y el 2012 por cuenta de evasiones de impuestos de transacciones relacionadas con la actividad minera por firmas basadas en UK, Gibraltar o Bermuda. En el 2008 Siemens sobornó con $1.6 billones de dólares a oficiales del gobierno de Argentina para obtener unos contratos y en el 2011 la empresa de comunicaciones francesa Alcatel-Lucent sobornó a oficiales de Costa Rica, Honduras, Taiwan, Malasia y otros países por $137 millones de dólares para obtener también unos contratos. De hecho, puede ser muy diciente que en este artículo del Fiscal Times del 2011, nueve de los diez escándalos de corrupción corporativa globales más grandes involucran a una multinacional del Norte Global que pagó algún soborno a un gobierno de un país del Sur Global.

En países del Sur Global confluyen, además, otros factores de riesgo que pueden incentivar que actores tanto públicos como privados minen la capacidad estatal. Así, en las industrias extractivas o la de obras públicas – que operan con fuerza en muchos países de la región – factores como la inversión de alto valor, la significativa interacción con el gobierno y la toma de decisiones trascendentales para el desarrollo y los derechos de propiedad del país, por la importancia y la cantidad de dinero que implican, crean buenas oportunidades e incentivos para las prácticas corruptas.

Con lo anterior, no quiero insinuar que los problemas de corrupción en el Sur Global sean todos por causa de multinacionales del Norte Global o que las industrias energéticas sean corruptas necesariamente. Pero sobornar jueces o funcionarios, o desviar fondos públicos para obtener un fin particular minan la capacidad de cualquier sistema y se traduce así necesariamente en la incapacidad de los Estados de cumplir con sus obligaciones en materia de derechos humanos. En el mundo globalizado de hoy, el estudio de la corrupción debe ser transnacional y debe ir más allá de identificar donde ocurren estas prácticas geográficamente. El análisis desde el Sur puede ser particularmente útil para dar cuenta de las complejidades que este fenómeno genera a nivel local, sus causas y efectos y arrojar mejores respuestas para enfrentarla desde acá. También, puede ser especialmente útil para censurar y denunciar a nivel internacional las prácticas de corrupción transnacionales que se concretan en países del Sur, pero que pueden venir de otros países.

Por ahora, el llamado general para enfrentar la corrupción parece ser hacia la mayor transparencia. Mi llamado específico es a que así como el movimiento de derechos humanos desde el sur ha enriquecido el debate de derechos humanos en general, podría pasar algo similar con los la vigilancia anticorrupción hecha desde nuestros países.

Es importante, promover desde nuestros países regulaciones que obliguen tanto a los gobiernos como a los grandes inversionistas extranjeros y locales a publicar informes financieros detallados para que sea posible conocer las declaraciones tributarias, la destinación de los recursos y evitar o al menos detectar sobornos; hacer públicas y participativas la toma de decisiones de gasto público y motivar la censura y penalización a las prácticas corruptas de gobiernos y particulares.

Estas son todas tareas titánicas y así los movimientos anticorrupción podrían también aprender otra cosa de la experiencia del movimiento de derechos humanos, a saber que el empoderamiento de la sociedad civil, de nuestra sociedad civil, es clave.

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