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Con el uso creciente de internet y redes sociales están surgiendo nuevas formas de violencia contra la mujer.

Con el uso creciente de internet y redes sociales están surgiendo nuevas formas de violencia contra la mujer.

Hace menos de un año circuló ampliamente por Facebook un vídeo en el que varios hombres –un adulto y tres adolescentes- violaban a una mujer que habían drogado y dejado inconsciente. La semana pasada, los tres adolescentes fueron condenados en Manizales por esta conducta, mientras que el proceso del adulto está a la espera de definirse en otro juzgado.

A propósito del 25 de noviembre, día internacional para la eliminación de la violencia contra la mujer, estos hechos nos muestran que las formas de violencia contra la mujer no escapan al constante movimiento de las sociedades y sus desarrollos tecnológicos. Si bien estos desarrollos ofrecen beneficios, en el contexto de una cultura que tolera la violencia, pueden acarrear efectos nefastos para determinadas colectividades o individuos, en este caso las mujeres.

La violencia contra la mujer, aquella que se produce por el sólo hecho de serlo, en muchas ocasiones se percibe únicamente como física: las violaciones, las golpizas y los feminicidios. Poco a poco, hemos empezado a reconocer otras formas de violencia como la psicológica: acosos, insultos y amenazas, incluso económicas, como cuando se priva a las mujeres del control de su propio dinero. Con el uso masivo del internet y las redes sociales han aparecido nuevas formas de violencia que afectan particularmente a las mujeres.

La violación de una mujer es en sí una forma de violencia. Además, al quedar registrado en vídeo o fotos y ser distribuido ampliamente por redes sociales, como Facebook, se genera una segunda forma de violencia psicológica, al ser expuesta ante una cantidad ilimitada de espectadores y tener que vivir con el estigma social que una violación genera, que incluso puede llevar al suicidio. Tal fue el caso de Rehtaeh Parsons, una adolescente canadiense, quien posterior a la publicación de unas fotos en las que era violada por un grupo de adolescentes se suicidó en 2013.

No se trata entonces sólo de la publicación aislada en Colombia de un vídeo como el que llevó a la condena de estos tres hombres adolescentes. Cada vez son más frecuentes los casos de la publicación de fotos o vídeos privados de las mujeres como una forma de controlarlas o de desquite, lo que ha dado lugar a la llamada porno-venganza. Estos casos nos hacen pensar que la violencia contra la mujer, a través de medios digitales, es cada vez más común. A su vez, la respuesta estatal y que como sociedad estamos dando a este fenómeno no alcanza a comprender la magnitud del problema.

En una sociedad como la actual, las mujeres y sus cuerpos son vistos como simples objetos para obtener publicidad o placer sexual. Estamos entonces inmersos en una cultura de la violación, que permite –e incluso alienta- el control de los cuerpos y sexualidad de las mujeres por terceros. Esto no sólo es una de las causas de la violencia contra la mujer, en especial la violencia sexual, si no también genera que como sociedad dichas conductas se naturalicen. Los vídeos o fotos que violentan a las mujeres se vuelven virales, mientras que la indignación que estos generan es mínima.

El 25 de noviembre conmemoramos el día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer. Parte de esta conmemoración implica un reconocimiento explícito de todas las formas de violencia y sus consecuencias en la vida de las mujeres, incluyendo aquella cometida a través de medios digitales. Este reconocimiento es un primer paso para la eliminación de la violencia, pero es igualmente importante el compromiso que adoptemos con el uso del internet y las redes sociales, no abriendo los vídeos o fotos o reportándolos como ofensivos, por ejemplo. Así, podremos resignificar estos medios no ya como un instrumento para la violencia, sino para el empoderamiento femenino.

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