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Cristobal Herrera-Ulashkevich

Necesitamos debates incluyentes, para tratar los problemas universales de la desigualdad, el hambre y la pobreza desde valores universales, donde participen los pobres, los adultos mayores, las mujeres, los migrantes, y nadie quede por fuera. |

Estas elecciones son una gran oportunidad para practicar las virtudes públicas. No tenemos que convertirnos en un club de amigos, sino asumirnos como una ciudadanía edificada sobre las virtudes públicas de la libertad, el reconocimiento por el otro y la solidaridad.

Estas elecciones son una gran oportunidad para practicar las virtudes públicas. No tenemos que convertirnos en un club de amigos, sino asumirnos como una ciudadanía edificada sobre las virtudes públicas de la libertad, el reconocimiento por el otro y la solidaridad.

Esta columna se presentó en RCN Radio Cartagena. Puede escucharla a continuación:


Es común encontrar en el imaginario de las personas, la idea que la democracia se reduce al simple proceso electoral, que si bien es importante, pues el voto expresa el “me gusta” y el “no me gusta” de nuestra vida política, no es lo definitivo. Lo cierto es, que en el corazón del ejercicio democrático está la deliberación dentro del espacio público, la importancia de ver al otro como un igual, y de exaltar entre la ciudadanía las virtudes públicas de la razonabilidad, la prudencia, el respeto, la solidaridad, la justicia y la responsabilidad en la toma de decisiones compartidas. Lo que implica, que el peso de la sostenibilidad democrática no solo recae en el Estado, sino también en la ciudadanía.

La filósofa española Adela Cortina, en su más reciente libro Ética Cosmopolita, nos recuerda que la democracia está viviendo un tiempo de recesión, pues al detrimento de la calidad democrática en países tradicionalmente democráticos, se suma el surgimiento de regímenes autoritarios, el olvido de los compromisos sociales por parte de algunos Estados democráticos consolidados, y el aumento de movimientos populistas; pero resalta que para contrarrestar las causas de dicha recesión, es necesario fomentar en la ciudadanía la práctica de las virtudes cívicas universales y la deliberación dentro del espacio público, pues resultan imprescindibles para que la democracia funcione.


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A través de la deliberación las personas aprenden a concebir las virtudes cívicas, a ser tolerantes con las diferencias de los demás, a tener voluntad para llegar a consensos y respetar acuerdos; y en el espacio público la ciudadanía puede establecer alianzas y construir promesas mutuas que permitan, por ejemplo, frenar la desigualdad, buscar la justicia social o consolidar la paz.

Sin embargo, lo que tenemos actualmente en el debate nacional es un espacio político cargado de estereotipos como: “es que es guerrillero” o “es que es ingeniero”, sin analizar objetivamente los hechos y las propuestas; de emociones negativas, que van desde el miedo, la culpa o la envidia, donde se miente abiertamente, reproducen esquemas simplistas y se refuerzan hábitos antidemocráticos en el que se confunde al adversario con el enemigo. Hemos olvidado que el adversario es aquel a quien deseas derrotar a través de los argumentos, mientras que el enemigo es a quien quieres destruir.

Aunque la destrucción sistemática del otro va ganando la carrera en nuestra vida pública, no todo está perdido. Cada día es una oportunidad para practicar una ciudadanía lúcida, madura, con capacidad de crítica, con sentido de la justicia y de compasión por el otro. Todo esto, acompañado de emociones positivas como la empatía, la esperanza o la compasión.

Necesitamos debates incluyentes, para tratar los problemas universales de la desigualdad, el hambre y la pobreza desde valores universales, donde participen los pobres, los adultos mayores, las mujeres, los migrantes, y nadie quede por fuera. Donde las empresas asuman el papel social que les corresponde en el aumento de la productividad, sin mezquindad; y todos los sectores de la sociedad asuman el rol de la protección de la dignidad de las personas.

En la medida en que una sociedad democrática se esfuerce por cultivar emociones políticas positivas, que motiven conductas incluyentes en sus ciudadanos, generará barreras fuertes ante propuestas totalitarias, autoritarias o populistas, tan de moda en estos días; pues son las virtudes públicas las que tejen el futuro y dan razones para la esperanza.

De acuerdo a los análisis recientes en el marco de estas elecciones, parece que el voto Caribe será decisivo en la segunda vuelta. Por lo que resulta una gran oportunidad para practicar las virtudes públicas. No tenemos que convertirnos en un club de amigos, sino asumirnos como una ciudadanía edificada sobre las virtudes públicas de la libertad, el reconocimiento por el otro y la solidaridad.

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