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Paz en Colombia

Una de las explicaciones a por qué la paz ha sido relegada en los debates presidenciales actuales es que aún se imagina como un tema divisivo y polémico. | Tomada de El Tiempo

Ojalá en lo que queda de campaña la paz vuelva al centro de las discusiones y los candidatos asuman su rol en la construcción de paz, ese proceso largo, difícil y muchas veces enmarañado que es también siempre más deseable que la guerra.

Ojalá en lo que queda de campaña la paz vuelva al centro de las discusiones y los candidatos asuman su rol en la construcción de paz, ese proceso largo, difícil y muchas veces enmarañado que es también siempre más deseable que la guerra.

Hoy ninguno de los y las candidatas presidenciales tiene como bandera la paz. Ninguno parece haber priorizado la defensa y ampliación del acuerdo de paz como centro de su proyecto y horizonte político y, sin embargo, la paz aún es una promesa incumplida y urgente en Colombia. Así lo muestran el reciente aumento de los homicidios debido a confrontaciones entre grupos armados y la declaración de Estado de Cosas Inconstitucional hecha por la Corte Constitucional como respuesta a los numerosos asesinatos de personas reincorporadas.

Las preocupaciones que aparecen en el Acuerdo de Paz firmado entre el Gobierno Nacional y las FARC-EP en el 2016, como la Reforma Rural Integral, la solución al problema de las drogas ilícitas, la atención a las víctimas y, especialmente, las garantías de no repetición, siguen siendo temas cruciales para el periodo 2022-2024. ¿Dónde quedó, entonces, la paz en la campaña?

A pesar de que ninguna de las candidaturas parece haber escogido la paz como centro de su propuesta en los debates y entrevistas, sí han discutido brevemente su compromiso con la implementación del Acuerdo de Paz ya existente y la posibilidad de negociar con el ELN, las disidencias y otros actores armados ilegales. En el debate organizado por El Tiempo y Semana, cuando se les preguntó si negociarían con el ELN (Zuluaga, Romero, Hernández, Márquez, Gaviria, Petro y Fajardo, con condiciones, estarían dispuestos a hacerlo), todos aprovecharon para hablar de la paz. Márquez ha insistido en este y otros espacios en la necesidad de implementar el Acuerdo. Por su parte, Gaviria dijo que “ser colombiano en este momento, cuando nos podemos acercar a otro pico de violencia, requiere ser un pacifista radical” y Romero, por su parte, afirmó que “una sociedad que se considera democrática sólo es posible si es una sociedad en paz”.

Aunque se menciona, sigue siendo de manera tímida, opacada por otros problemas como la corrupción, la reforma tributaria y el comercio internacional. Se cumple lo que ya habían pronosticado las encuestas de opinión del año pasado y el informe del Latinobarómetro: la campaña estaría enfocada en la seguridad, el empleo y la corrupción.


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Una de las explicaciones a por qué la paz ha sido relegada en los debates presidenciales actuales es que aún se imagina como un tema divisivo y polémico. En un panel organizado por la Universidad Nacional, la Universidad de Winchester y Rodeemos el Diálogo en noviembre del año pasado se discutió la relación entre la paz y la percepción de polarización en Colombia. Allí mostraban una de las paradojas de la paz a cinco años de la firma del Acuerdo: por una parte, la implementación de lo acordado es necesaria y en el documento mismo existe ya una hoja de ruta que responde a muchas de las necesidades actuales de Colombia; por otra, la defensa del acuerdo es un tema impopular. En parte, por la división política que causó el plebiscito y, en parte, debido a que la implementación del Acuerdo no ha sido fácil y las críticas han llovido, en estos años, desde todo el espectro político. A esto se suma un cambio de prioridades debido a las crisis más recientes como el Paro Nacional y la pandemia.

Pero para muchos colombianos, la paz sigue estando en el centro de sus preocupaciones. Hace unos días, unas 1500 personas marcharon por las calles de Tibú para exigir el cese de la violencia en el municipio. Un líder social en la marcha dijo “la gente el último mes camina con miedo, ya no es común salir a un restaurante en la noche, o que las personas deambulen por el parque o por sus calles”. En el municipio, uno de los más afectados por el conflicto armado, las tasas de homicidios habían disminuido año a año desde el 2018, pero en el 2021 volvieron a aumentar. De acuerdo con datos del Ministerio de Justicia, 71 personas fueron asesinadas en el 2021, a lo que se suman hostigamientos, secuestros, amenazas y castigos degradantes.

Aunque de esto sí se ha hablado en las elecciones, no se ha presentado como un asunto de paz, sino de seguridad y narcotráfico, con todos los riesgos que ello conlleva respecto a un posible escalamiento del conflicto. No sorprende que, para algunas personas del municipio, el desinterés de los candidatos por la paz (tanto por la adecuada implementación de los acuerdos, especialmente de los programas de sustitución de cultivos, como por las posibilidades de negociación con otros grupos armados y un eventual cese al fuego) lo sientan parecido al abandono.

Quienes participaron en el panel académico que mencioné recomendaron a los candidatos pensar en otros “elementos cohesionadores que permitieran unir a los ciudadanos en torno a las transformaciones que necesita el país”, puesto que la defensa del Acuerdo de Paz no cumplía esa función. Ese elemento de unión, sin embargo, todavía podría ser la paz. No ya solamente la defensa del Acuerdo, aunque este puede ser un buen punto de partida, sino también la posibilidad de una paz completa: una estrategia de transformación social que acabe, finalmente, con el conflicto armado. La paz no es un discurso político que pase de moda, sino una necesidad urgente y radical. Sencillamente, sin paz es difícil asegurar a todos los colombianos el derecho a la vida y, sin vida, es imposible construir algo más.

Ojalá en lo que queda de campaña la paz vuelva al centro de las discusiones y los candidatos asuman su rol en la construcción de paz, ese proceso largo, difícil y muchas veces enmarañado que es también siempre más deseable que la guerra. Ojalá, sobre todo, encontremos una manera de volver a hablar de paz, lejos de los discursos partidistas y divisivos, como un proyecto y un imperativo nacional.

El escritor Seamus Heaney dijo sobre el proceso de paz en Irlanda que lo principal era empezar, seguir y volver a empezar. El 2022 parece un buen año para que la paz vuelva a empezar en Colombia.

De interés: Colombia / Elecciones / Paz

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