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Congreso Colombia

Esta desatención a las elecciones de Congreso es explicable, pero es un error y por ello esta columna es una invitación a que nos preocupemos también por votar bien para Congreso y no sólo por presidente. | Mauricio Dueñas, EFE

Tengo claro que, por nuestro régimen presidencialista, la elección de presidente es decisiva. Pero la elección de Congreso dista de ser un asunto menor: la salud de nuestra democracia depende también de tener un buen Congreso. ¿Ya tiene definido por quien va a votar para Cámara y para Senado?

Tengo claro que, por nuestro régimen presidencialista, la elección de presidente es decisiva. Pero la elección de Congreso dista de ser un asunto menor: la salud de nuestra democracia depende también de tener un buen Congreso. ¿Ya tiene definido por quien va a votar para Cámara y para Senado?

Estamos a un mes de las elecciones del Congreso y es posible que usted no tenga claro por quién va a votar para Cámara o Senado. Quizá ni siquiera haya conversado sobre las diversas opciones. En cambio, es probable que usted haya debatido intensamente por quién va a votar en alguna de las consultas que se harán ese mismo 13 de marzo, o incluso que ya tenga definido su voto para las elecciones presidenciales de mayo.

Esta especulación, que es parecida a la que formulé en una columna sobre un tema similar hace cuatro años, ilustra una visión muy extendida en Colombia: que la votación para Congreso tiene poca importancia por cuanto la presidencial es la decisiva.

Esta desatención a las elecciones de Congreso es explicable, pero es un error y por ello esta columna es una invitación a que nos preocupemos también por votar bien para Congreso y no sólo por presidente.

La despreocupación ciudadana hacia las elecciones y composición del Congreso tiene muchas razones que la explican: nuestro régimen presidencialista, que hace de la cabeza del Ejecutivo el centro del poder estatal; el propio desprestigio del Congreso; el debilitamiento de los partidos políticos, etc. A todos estos factores se suma que en la jornada del 13 de marzo, que constitucionalmente es para elegir congresistas, tendremos tres consultas interpartidistas. Por lo tanto, los debates entre precandidatos presidenciales han predominado sobre cualquier discusión de las propuestas de quienes aspiran al Congreso.

Estas consultas interpartidistas, que buscan propósitos loables, deben sin embargo ser reexaminadas, como lo señaló acertadamente una columna de Fernando Cepeda, pues no sólo debilitan aún más a los partidos sino que, además, terminaron por anular un propósito importante de la Constitución de 1991, que realzaba la importancia de las elecciones del Congreso, separándolas de las de presidente. Con este tipo de consultas ahora tenemos prácticamente unas elecciones presidenciales a tres vueltas, caracterizadas por el personalismo antipartidista de casi todos los candidatos. Esto debilita a los partidos y reduce aún más la ya débil atención ciudadana a la elección de congresistas.

Este explicable desinterés ciudadano por las elecciones del Congreso es, sin embargo, un grave error ya que, a pesar de nuestro hiperpresidencialismo, las elecciones del Congreso no son irrelevantes.

El Congreso tiene dos tareas ordinarias esenciales: aprueba las leyes, que siguen siendo la base de nuestro derecho y de las políticas estatales, y ejerce control político al Gobierno, que ha sido una tarea pobre debido a la falta de independencia y valores republicanos de los congresistas elegidos, pero que es una tarea fundamental. Directamente ligado a lo anterior, el Congreso tiene un gran poder económico: debe aprobar el plan de desarrollo, los presupuestos anuales o la reforma tributaria que inevitablemente se nos viene. Además, las cámaras tienen unas funciones electorales muy importantes, pues intervienen en la elección de los magistrados de la Corte Constitucional, del contralor, del procurador y del defensor del Pueblo. Fuera de eso, las cámaras ejercen ciertas funciones judiciales porque cualquier juicio contra el presidente, los magistrados, el fiscal y varios otros aforados requiere de su previa autorización. Finalmente, cualquier reforma constitucional tiene que pasar por el Congreso.

Tengo claro que, por nuestro régimen presidencialista, la elección de presidente es decisiva. Pero la elección de Congreso dista de ser un asunto menor: la salud de nuestra democracia depende también de tener un buen Congreso. ¿Ya tiene entonces definido por quien va a votar para Cámara y para Senado?

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