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| EFE

Expansión de frontera tecnológica: conectividad y comunidad en las zonas rurales e indígenas colombiana y brasileña

El proyecto de conectividad en Bairro Novo pone de relieve el dramático escenario de exclusión digital, conflicto de tierra y violencia armada que comparten los territorios rurales de Brasil y Colombia, los dos países más peligrosos para líderes ambientales en el mundo.

En una de las zonas más aisladas de Brasil, a 300 km de la ciudad de São Luis, el palenque Bairro Novo en Penalva pudo conectarse por primera vez a internet tras el desarrollo de un proyecto comunitario y autogestionado de conectividad. Sus lazos comunitarios se han convertido en resistencia al instalar cables y routers de internet. En Colombia y Brasil estas iniciativas comunitarias de acceso a internet permitieron a los líderes de las comunidades seguir alzando la voz en la defensa del territorio y en la denuncia de la violencia en su contra. Sus compañeros sin acceso a internet tenían un destino diferente, pues estando incomunicados eran asesinados en la selva. Los palenqueros de Bairro Novo han estado desconectados de internet, pues las empresas que prestan servicios de conectividad prefieren invertir en la instalación de una única antena en la ciudad grande de São Luis, que posiblemente significa una cantidad significativa de usuarios que pagan por la red, en lugar de una antena para una pequeña comunidad. Sin acceso a internet, la comunidad de Bairro Novo no podía acceder al Pix -medio de pago instantaneo brasileño-, a los pagos sociales del Programa Bolsa Familia -la política social de transferencia de ingresos en Brasil-, y los niños y niñas de las comunidades solían enfrentarse a dificultades para realizar los trabajos de la escuela

El proyecto de conectividad en Bairro Novo pone de relieve el dramático escenario de exclusión digital, conflicto de tierra y violencia armada que comparten los territorios rurales de Brasil y Colombia, los dos países más peligrosos para líderes ambientales en el mundo. Esta exclusión digital se explica, al menos en parte, por la falta de electricidad en algunos territorios y características topográficas poco favorables para la instalación de cables o antenas. Para las compañías, invertir recursos para promover condiciones de acceso a internet para una comunidad de 2000 personas no parece un buen negocio. Esto muestra que los grupos económicos olvidan que están prestando un servicio público y están haciendo uso de un bien al que todos deberían tener acceso: el espectro electromagnético, que permite la comunicación. El Estado tampoco ha demostrado interés en evaluar el cumplimiento de metas de ampliación de acceso a internet en estos territorios, profundizando las brechas digitales ya existentes. 

En Brasil, en 2023, el 85% de los hogares en las zonas urbanas del país contaban con acceso a  internet y solo el 74% en las zonas rurales. En Colombia estas brechas no son menores. Mientras el 67,5% de los hogares en el área urbana tenían acceso a internet, solo el 32,2% lo tenían en el área rural. Y así se repite la historia de aislamiento y desconexión. En el pasado con la falta de carreteras, y hoy con la falta de cables y antenas de internet.  

Más allá del acceso a internet: solidaridad y autonomía en red 

Desde los territorios, las comunidades han encontrado en sus lazos colectivos un instrumento poderoso para enfrentarse a la exclusión digital, organizándose para identificar lugares adecuados para instalar cables y captadores de señal de Internet, hacer la instalación y, eventualmente, compartir los costos de internet. También buscan recursos para la capacitación de personas en la propia comunidad para que puedan resolver los problemas técnicos de desconexión en caso de lluvia u otros eventos en el territorio. Por ejemplo, en la Amazonía colombiana, lideresas de los resguardos indígenas de Panuré y El Refugio en el municipio de San José del Guaviare le apuestan a estrategias de comunicación a través de la red Poo’se Ajponũcarõ (Red-construir Dabucury en lengua tucano) para tejer el sueño de la autonomía financiera femenina y  hacerle frente a las amenazas de olvido de sus danzas, medicina ancestral e idioma original. Apoyadas por Colnodo, 13 lideresas y 5 líderes de la comunidad han colaborado para mapear puntos de ubicación de nodos de conexión donde colinas, valles y árboles pueden interrumpir la señal. También realizaron talleres de comunicación multimedia, de manutención de internet y de seguridad digital para que las comunidades naveguen de manera segura en internet.  

Otras experiencias también han buscado impulsar la soberanía tecnológica de comunidades indígenas al desarrollar páginas de internet para compartir contenidos y tradiciones de la cultura local. En la red Mocambos en Brasil opera Baobáxia, una página donde la comunidad comparte y accede a noticias y a conocimiento sobre samba y poesía regional, permitiendo a la comunidad autodeterminarse y elegir los usos de la conectividad en el territorio.

A diferencia de los proveedores comerciales de internet, las iniciativas comunitarias de desarrollo e instalación de cables y antenas, desplegadas y gestionadas autónomamente por asociaciones comunitarias, no se limitan a proveer conectividad, sino también a generar oportunidades de innovación y creatividad a partir del fortalecimiento de los lazos de solidaridad. Al ofrecer acceso a la red a costos asequibles y fortalecer las capacidades técnicas y de alfabetización digital de los individuos, los modelos de redes comunitarias ofrecen a poblaciones marginadas la esperanza de autonomía colectiva. 

En las regiones rurales afectadas por conflictos, en que el historial de exclusión, violencia y pobreza ha alejado operadoras de internet del territorio, organizarse colectivamente para conectar las comunidades al mundo digital parece pavimentar un camino para la inclusión social, económica y para la paz. La Red Comunitaria INC, en el municipio de Buenos Aires, Cauca, en Colombia, es un buen ejemplo. La iniciativa propia de líderes indígenas, afrocolombianos y campesinos para acceder a la señal de internet ha generado oportunidades de que las comunidades desarrollen pequeños negocios o vendan sus productos en las redes sociales y representa una esperanza de alternativas ante las fuentes de ingresos informales e ilícitas vinculadas a los cultivos ilícitos en la región de Cauca.

A pesar del sueño de autonomía sobre sus territorios que se construye junto con la soberanía tecnológica en el hilo de las redes comunitarias, poblaciones indígenas, campesinas y palenqueras en Brasil y Colombia siguen dependientes de las tecnologías comerciales para conectarse. En el resguardo indígena de Panuré y en la Red INC, por ejemplo, se utiliza la tecnología satelital de Starlink. La presencia de Starlink en estos territorios, a menudo la única red disponible a precios asequibles,  alta calidad y con presencia en 90% de las ciudades de la Amazonía brasileña, pone en debate los límites de la soberanía tecnológica y la territorial. Los gigantes Google y Meta también se han lanzado a ofrecer conectividad en regiones desatendidas y amenazan con extender el monopolio que tienen en el sector de aplicaciones para la conectividad. 

Desafíos para la implementación de redes comunitarias

A pesar de sus potencialidades, no se observan esfuerzos suficientes por  concretar las políticas de redes comunitarias de una manera que atienda a las necesidades reales de los territorios en ninguno de los dos países. Los hacedores locales y nacionales de políticas no llegan a las comunidades y siguen desarrollando normas aplicables a poblaciones rurales desde sus oficinas en las grandes ciudades.  

En Colombia, si bien la legislación ha incorporado el reconocimiento a las redes comunitarias como parte de la estrategia nacional de conectividad digital y el Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones ha diseñado una política de comunidades de conectividad, la misma se limita   a incentivar la conexión fija, ignorando que 84% de la conexión banda ancha se realiza por dispositivos móviles en países de ingresos bajos y medianos como es el caso de Colombia. Además, la desconsideración de las conexiones móviles impide que las comunidades tengan conectividad cuando salen a cuidar de la tierra y ejercer sus actividades diarias. Hasta ahora la reglamentación tampoco establece condiciones diferenciadas para que estas comunidades puedan someterse a regímenes blandos de contribuciones y contraprestaciones.  

En Brasil, aunque la legislación trata de ofrecer facilidades para la prestación de servicio a un grupo determinado de usuarios, el Estado ha fallado en proveer recursos financieros para que estos modelos complementarios asociativos florezcan. Los marcos normativos no determinan condiciones diferenciales ni facilidades de acceso al Fondo de Universalización de las Telecomunicaciones para servicios comunitarios de internet en comparación con las grandes empresas. Mientras la gestión ineficiente del fondo descuida las redes comunitarias al no proporcionar criterios específicos para que accedan a financiación, los territorios luchan para capacitarse y hacerlas prosperar como estratégia de conectividad rural.  

Frente a los procesos de violencia y exclusión social en zonas rurales, las redes comunitarias ofrecen una alternativa viable para garantizar el acceso a la comunicación y dignidad, promoviendo la autonomía y la participación activa de los pueblos en el ejercicio de sus derechos territoriales, culturales y ambientales. Sin embargo, para que estas iniciativas sean sostenibles y efectivas, es crucial que las políticas públicas reconozcan las características particulares y sus objetivos en comparación con agentes de mercado tradicionales. 

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