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Consenso y conflicto; Gobierno y oposición

Mauricio García Villegas analiza cómo una democracia saludable fortalece los consensos sociales y polariza los conflictos políticos. En Colombia, el conflicto armado ha impedido que se formen consensos fuertes y el clientelismo ha hecho de la política un negocio más que una confrontación de programas. Pero eso está cambiando. Creo que para el país es tan sano que exista consenso en torno al rechazo del uso de la violencia como mecanismo de solución de conflictos, como que se clarifiquen dos corrientes políticas y democráticas opuestas.

Por: Mauricio García Villegasmarzo 28, 2006

Así como el amor y el odio hacen parte de las relaciones humanas, el consenso y el conflicto hacen parte de las sociedades. Cuando el conflicto y el odio son devastadores, sólo un amor profundo o un consenso fundamental pueden rescatarnos de la enemistad y de la violencia. En la Alemania postnazi, por ejemplo, las terribles fracturas sociales dejadas por la guerra pudieron ser resueltas gracias a ciertos consensos sobre el rechazo del uso de la violencia y la aceptación de los procedimientos democráticos.

Buena parte del éxito político del presidente Uribe proviene de su habilidad para interpretar algunos consensos básicos que fueron engendrados en Colombia durante las últimas dos décadas. Los largos e infructuosos años del Caguán incubaron en el alma de los colombianos un profundo sentimiento antiguerrillero y una necesidad apremiante de seguridad. En respuesta a este
sentimiento, el presidente envió al Ejército para que despejara las
principales vías de circulación comercial y turística del país, seguró los derechos de propiedad y logró que los paramilitares desmovilizados impusieran una pacificación espuria en muchas zonas del centro y norte del país. Los índices de violencia bajaron y la gente se sintió más segura.

¿Hasta cuándo? Difícil saberlo. Por ahora, la estrategia política del Gobierno tiene éxito y lo tiene a tal punto que sus voceros pretenden que toda la política de Uribe es la expresión del consenso y que quienes se oponen son extremistas y sectarios.

Uribe se ve a sí mismo como un padre, más que como un gobernante. Cuando se dirige a los colombianos como ?mijitos? y les da consejos de toda índole ?incluso de tipo sexual? no lo hace por ser un paisa parroquiano ?que sin duda lo es? sino para presentarse como un patriarca que está por encima del bien y del mal de la política. Pero si hay consenso en torno de la importancia de la seguridad, no lo hay en torno a la política de seguridad del Presidente ?o que lo digan quienes se oponen a la incrustación mafiosa de los paramilitares en las administraciones locales? y aun si lo hubiera, es claro que no todos los problemas del país se reducen a la seguridad, así la mayoría de ellos dependan de ella.
Por eso, porque no todo es consenso, el conflicto político-democrático continúa, así el Presidente y sus asesores no lo acepten. Pero así como el Gobierno tiene problemas para reconocer el conflicto, la oposición, y en especial la izquierda, tiene dificultades para reconocer el consenso. El tema de la seguridad ?como el de la autoridad estatal y el de los derechos de libertad? ha sido siempre para la izquierda una papa caliente. No es que la izquierda no crea en su importancia. Tampoco es que no tenga una opinión propia al respecto. Es que cree que al hablar de seguridad le hace una concesión a la derecha. Por eso se calla. Pero en política los silencios son énfasis negativos que se interpretan por la opinión pública como posiciones políticas explícitas.

Mientras Uribe no tiene ningún pudor para hablar de su política social ?es una política de izquierda, dice José Obdulio Gaviria? ni tampoco de los logros en materia de igualdad social, la izquierda es tímida cuando habla de los horrores del secuestro, del terrorismo de la guerrilla, del derecho de propiedad, de la protección de la libertad, etc. No debería serlo. La seguridad no tiene color político ni es monopolio de nadie.

Una democracia saludable fortalece los consensos sociales y polariza los conflictos políticos. En Colombia, el conflicto armado ha impedido que se formen consensos fuertes y el clientelismo ha hecho de la política un negocio más que una confrontación de programas. Pero eso está cambiando. Creo que para el país es tan sano que exista consenso en torno al rechazo del uso de la violencia como mecanismo de solución de conflictos, como que se clarifiquen dos corrientes políticas y democráticas opuestas.

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