|
De El Cairo a Teherán
Por: Mauricio García Villegas | junio 20, 2009
HACE YA DIECISÉIS AÑOS QUE SAmuel Huntington publicó ¿El choque de civilizaciones? (The clash of civilizations?), quizás el texto político más influyente de las últimas dos décadas.
En ese ensayo se exponía una hipótesis tan simple como aterradora: el mundo está regresando a la época de las guerras de religión. Los conflictos del futuro, explicaba Huntington, ya no surgirán por la defensa de intereses económicos o ideológicos, sino por diferencias culturales y, sobre todo, por cuestiones de fe. La pelea ya no será entre los Estados, sino entre la civilización cristiana y la del Islam.
Los atentados del 11 de septiembre, ocurridos ocho años después de publicado ese ensayo, parecieron darle la razón a Huntington y, en todo caso, reforzaron la posición de quienes, desde la derecha republicana, querían emprender una nueva cruzada contra el Islam. Otra de las ideas de Huntington en ese ensayo, aquella según la cual la apertura democrática en el mundo islámico va en contravía del pluralismo, también parecía confirmarse: Hezbollah ganó las elecciones en el Líbano; Hamás logró lo mismo en Gaza y otros partidos radicales triunfaron en Irak y en el Medio Oriente.
Pero no sólo la vida te da sorpresas, como dice la canción, también te las da la historia y por eso resulta tan arriesgado hacer predicciones sobre el futuro del mundo. Lo primero que pasó fue que la democracia empezó a obrar en contra de los radicales islámicos: Hezbollah fue derrotado en el Líbano; Hamás perdió terreno en Palestina y, para no ir más lejos, esta misma semana, en Irán, el candidato reformista Hussein Moussavi desconoció la victoria electoral del presidente Ahmadinejad.
Pero la sorpresa más grande vino de Washington, con el derrumbe de la derecha republicana. ¿Quién, hace cuatro años, hubiera pensado que Barack Hussein Obama, un senador de raza negra y con un nombre parecido al de Osama bin Laden, iba a derrotar al presidente Bush y a toda su derecha republicana? Nadie.
Pues bien, ese mismo senador, ahora presidente, estuvo hace dos semanas en El Cairo y pronunció un discurso que, a mi juicio, es el más importante de todos los que ha hecho hasta ahora (y ha hecho muchos y muy importantes).
En El Cairo, Obama habló del Islam y del conflicto entre Occidente y Oriente, pero expuso una tesis contraria a la defendida por Huntington (y por Bush). La historia de las relaciones entre el Cristianismo y el Islam, dijo Obama, no es sólo de guerra y confrontación, sino de convivencia y cooperación. A pesar de todas las diferencias y malentendidos, sostuvo Obama, ambas religiones comparten unas ideas básicas de dignidad y tolerancia. Por eso, en lugar de avivar las discrepancias, lo que hay que hacer es crear un nuevo entendimiento entre las dos culturas.
Es difícil saber qué tanta influencia tuvo ese discurso entre los jóvenes iraníes que ahora marchan por las calles de Teherán. Yo creo que tuvo un impacto muy grande y que, con el paso del tiempo, ese impacto será aún mayor.
Quizás estoy siendo demasiado optimista. Por eso no quiero hacer ninguna predicción sobre el futuro del Islam en el mundo. Sólo me voy a atrever a predecir el pasado: si, antes de publicar su ensayo, Huntington hubiese vislumbrado la posibilidad de un discurso como el de Obama en El Cairo y de unas protestas como las de esta semana en Teherán, seguramente habría tenido el cuidado de decir que el choque de civilizaciones era un riesgo y no simplemente una predicción.