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De la causa a la culpa
Por: Mauricio García Villegas | Noviembre 13, 2006
El vicepresidente Santos va a lanzar una campaña publicitaria en Europa que muestra a un consumidor extranjero dotado de una nariz enorme por la cual entra cocaína y salen balas que matan gente en Colombia. No he visto el comercial pero, en principio, me parece un exabrupto.
Al establecer una conexión moral, e incluso criminal, entre consumidores y ‘narcos’, el Vicepresidente confunde la causa con la culpa. Puede haber una relación causal entre el dinero que pagan los consumidores y la violencia en Colombia. Pero eso no significa que los consumidores sean los culpables de la violencia. Los culpables son las mafias, los políticos corruptos, los sicarios, los paramilitares, los bancos que blanquean el dinero sucio, los terratenientes cómplices, etc.
Insinuar que la modelo Kate Moss, por el hecho de consumir cocaína, tiene responsabilidad en los muertos de la guerra narcotizada que vive Colombia es tan forzado como responsabilizar a los conductores de carro por el calentamiento del planeta. No es que estos no tengan nada que ver. Ellos ocasionan un grave daño ecológico. Pero no son los responsables. Eso no quiere decir que no sea buena una campaña para desincentivar el uso del carro con el argumento de que la Tierra se está calentando.
Algo así pasa con las drogas. Es posible -poco probable eso sí- que quien consume drogas ilícitas deje de hacerlo cuando se entere de que su dinero contribuye a reproducir una guerra lejana. Pero en ese caso, no lo haría por sentirse culpable -como no se siente culpable de explotación infantil quien compra zapatos hechos por niños en Pakistán- sino para evitar ser parte de la cadena causal de esa guerra.
La guerra de la droga no existe porque hay consumidores -siempre los habrá- sino porque es ilegal. La causa de la guerra es la prohibición. De allí nace el negocio mortal, no del consumo. Por eso, si de establecer responsabilidades se trata, los gobiernos lo son por el diseño de políticas públicas como las actuales contra las drogas ilícitas, que causan más daño social -guerra, violencia, corrupción- que beneficios en salud pública.
Pero supongamos que yo esté equivocado y que la cruzada contra la cocaína esté moral y políticamente justificada. Aun así, la publicidad del Vicepresidente es un despropósito. Para los prohibicionistas, el Estado no sólo tiene la obligación de proteger la vida sino el derecho de sancionar a quien voluntariamente quiere hacerse daño. Yo no creo que el Estado tenga ese derecho; sin embargo, acepto que el tema es discutible. Pero la propaganda de Santos va mucho más allá. No sólo condena a los consumidores por atentar contra sus vidas, es decir, por suicidas, sino por atentar contra la vida de otros que ni siquiera conocen, es decir, por asesinos.
Estoy de acuerdo con que el Gobierno debe ventilar el problema de nuestra guerra como un problema mundial y que la publicidad es un buen medio para lograrlo. Hay razones más que suficientes para denunciar lo que nos pasa. Es injusto que el narcotráfico colombiano esté internacionalizado como problema pero nacionalizado como solución. El dinero ‘narco’ que nos viene del exterior está destruyendo nuestras instituciones y es poco lo que podemos hacer para evitarlo mientras semejante riqueza ilegal siga ingresando al país como Pedro por su casa.
Por eso, creo que Colombia debería empezar a proponer, con inteligencia, con prudencia y con la autoridad moral que le dan sus millones de víctimas, la eliminación de la actual política prohibicionista.
Lo que hace el Vicepresidente es justamente lo contrario. Es atizar -como dice Álvaro Camacho- el espíritu prohibicionista estadounidense en Europa. Y ya sabemos que por esa vía no se acaba la guerra, sino que se reproduce.