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Desobedecer o incumplir
Por: Mauricio García Villegas | diciembre 12, 2009
EL SIGUIENTE ES UN PASAJE DE EL Quijote: “Señores guardas —dice el Ingenioso Hidalgo— estos pobres no han cometido nada contra vosotros; allá se lo haya cada cual con su pecado.
Dios hay en el cielo que no se descuida de castigar al malo ni de premiar al bueno y no es bien que los hombres honrados sean verdugos de los otros hombres…”. Jorge Luis Borges cita este pasaje como prueba del poco aprecio que los españoles tenían por la autoridad y por la ley cuando ellas entraban en conflicto con sus propios intereses o con sus creencias y de lo mucho que los latinoamericanos seguimos unidos a España en este asunto.
Me pregunto si nuestro menosprecio por la ley, que se refleja en lo dicho por el Quijote, no se manifiesta también en el lenguaje, es decir, en las palabras que usamos para referirnos a los actos contrarios a la ley. La palabra que más usamos para describir eso es “incumplir”. En otros idiomas, en cambio, la palabra “incumplimiento” suele ser más específica y de uso menos frecuente. En inglés, por ejemplo, esa palabra (non compliance) designa algo que no resulta conforme con un parámetro o algo que no se ha llevado a cabo según lo establecido. Para expresar en inglés —lo mismo pasa en francés o en italiano— el hecho de que alguien no acata la ley se usa sobre todo la palabra “desobedecer” (desobedience) o la palabra “irrespetar” (non respect) que ponen de presente una relación de autoridad.
Dicho brevemente, para nosotros el violador de la ley es un incumplidor mientras que para los demás es un desobediente. Me pregunto si esa diferencia dice algo sobre nuestra manera de ser (y la de los españoles). Mi hipótesis, aunque quisiera que algún sociolingüista me la confirmara o al menos me sacara del error, es que nuestra preferencia por la palabra “incumplimiento” refleja algo de ese menosprecio por la ley al que se refería Borges. Me explico.
El incumplimiento y la desobediencia suponen dos tipos de relación con la autoridad. En la primera, la relación es más entre iguales, mientras que en la segunda es más entre alguien que tiene autoridad y alguien que no la tiene. Así por ejemplo, decimos que alguien cumple un contrato y que alguien obedece a un padre de familia. Pues bien, no deja de ser curioso que cuando se trata de describir el comportamiento de los ciudadanos frente a la ley, nosotros, a diferencia de otras culturas, prefiramos la palabra cumplimiento, que refleja igualdad, en lugar de obediencia o respeto, que reflejan jerarquía y autoridad. ¿De dónde viene eso?
No estoy seguro, pero es muy posible que esa preferencia venga de la Colonia y de una concepción de la sociedad en donde la religión, la familia y el individuo tenían mucha más importancia que la ley. La autoridad era sobre todo la autoridad moral, la que venía de la familia o de la religión. La relación con la ley, en cambio, era una relación menos fuerte, más entre iguales, entre intereses que podían incluso estar legítimamente en pugna. En España y sus colonias había muchos individuos que no respetaban a la autoridad porque ella “no era nadie frente a Dios” y la autoridad era complaciente con los criminales porque “ya tendrán quien los juzgue”.
Quizás esto ayude a explicar mejor la buena intuición que tenía Borges y más concretamente, el menosprecio que, tanto los ciudadanos como los gobernantes en Colombia, experimentamos frente a las obligaciones legales.