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El cambio climático juega un papel enorme en el impulso del desplazamiento y agrava otras amenazas, obligando a las personas a buscar seguridad a través de las fronteras. | EFE

Calor insoportable: desplazamiento climático y fronteras fortificadas en América

En lugar de políticas restrictivas que pongan en peligro aún más a las personas que buscan asilo o refugio debido al cambio climático y la violencia que este fenómeno desata, los gobiernos en América deben establecer rutas para que las personas desplazadas, que suelen pertenecer a comunidades marginadas, puedan hallar seguridad.

Por: Febrero 20, 2024

Ricardo nunca quiso abandonar su hogar en el sur de México, donde su familia había vivido por generaciones. Pero después de que las lluvias torrenciales destruyeron su casa y su negocio, su familia cayó en la extrema pobreza. «Todo fue destruido. Nos quedamos prácticamente sin nada», me contó mientras hablábamos en un albergue para migrantes en la frontera entre Estados Unidos y México, donde él y su familia esperaban la oportunidad de pedir asilo en Estados Unidos. Mientras Ricardo luchaba por reconstruir su hogar y la pequeña tienda tras la tormenta, las olas de calor sin precedentes que se registraron en la zona lo obligaron a cerrar el negocio durante semanas. «Las temperaturas han sido el doble de lo que eran en años anteriores», explicó. «Hubo tormentas de polvo y un período de sequía como nunca antes habíamos visto en este pueblo. Nos afectó mucho porque no podíamos ir a trabajar o estar afuera en las calles. Ni siquiera podíamos dormir en la noche. El calor era insoportable». En mayo de 2022, Ricardo tuvo que cerrar la tienda por más de dos semanas debido a las temperaturas extremas.

Al mismo tiempo, la pandilla que controlaba la región continuaba extorsionando a su familia. «Tienes la obligación de pagarles, estés trabajando o no», explicó. Cuando Ricardo no pudo pagar las sumas que le exigían, los miembros del grupo robaron su negocio. Aún insatisfechos con ello, continuaron hostigando a la familia. Después de sufrir una golpiza y de que  amenazaran con secuestrar a uno de sus hijos, huyó junto a los suyos.

Ricardo es una de las personas que evidencia cómo el cambio climático y los desastres relacionados con el clima contribuyen a tomar la decisión de huir del hogar, como lo detallamos en el informe Climate of Coercion: Environmental and Other Drivers of Cross-Border Displacement in Central America and Mexico (una publicación conjunta de la Iniciativa de Seguridad Humana, el Comité Estadounidense para Refugiados e Inmigrantes y el Proyecto Internacional de Asistencia a Refugiados). A principios de 2023, nuestro equipo de investigación entrevistó a 38 mexicanos y centroamericanos que pretendían solicitar asilo en Estados Unidos desde la frontera con México. Veintiún personas señalaron que los efectos del cambio climático influyen fuertemente en su decisión de huir, debido a que es uno de los factores que lleva a sus familias a la pobreza, propicia el aumento y la influencia de grupos delictivos organizados y aumenta las tasas de desposesión ilegal de tierras.

Impactos de la migración asociada al cambio climático

Como lo demuestra la experiencia de la familia de Ricardo, los impactos del cambio climático se cruzan y exacerban la violencia, el conflicto y otras formas de persecución que impulsan a las personas a buscar seguridad cruzando la frontera entre México y Estados Unidos. Estos impactos afectan desproporcionadamente a familias pobres, pueblos indígenas y comunidades marginadas, que no son precisamente quienes más contribuyen a las emisiones de gases de efecto invernadero, las causantes del cambio climático. Aunque debido a factores climáticos la mayoría de los desplazados se mueven internamente, los impactos climáticos a menudo convergen con otros factores que obligan a las personas a cruzar fronteras. Sin embargo, Estados Unidos (el segundo emisor de gases de efecto invernadero más grande del mundo) y otros gobiernos de la región están respondiendo con barreras fronterizas cada vez más militarizadas y políticas diseñadas para restringir aún más el acceso al asilo. Para proteger a las personas desplazadas en el contexto del cambio climático, los gobiernos del continente americano deben poner fin a las políticas de rechazo en la frontera y cumplir con las obligaciones internacionales orientadas a la protección de refugiados. A medida que las temperaturas aumentan y los patrones climáticos cambian, impulsando el desplazamiento que afecta de manera desproporcionada a poblaciones marginadas que enfrentan otros desafíos estructurales, los gobiernos deben hacer mucho más para proteger a quienes buscan seguridad.

En Centroamérica y México, los impactos del cambio climático han vuelto más vulnerables a las comunidades marginadas. Esta región ha sufrido tormentas, inundaciones, sequías y otros patrones climáticos anormales con mayor frecuencia e intensidad. En el área conocida como el «Corredor seco«, que se extiende desde Guatemala hasta Nicaragua, las comunidades rurales que dependen de la agricultura enfrentan riesgos elevados asociados con el cambio climático. Períodos prolongados de sequía seguidos de intensas lluvias e inundaciones ponen en peligro la actividad económica y la seguridad alimentaria en estas zonas. México también ha sido afectado por condiciones de intensa sequía en áreas rurales, así como por ciclones tropicales que se intensifican debido al calentamiento de las temperaturas. Los científicos advierten que el aumento del calor y la humedad pueden hacer que áreas a lo largo del Golfo de California y el sur del Golfo de México sean inhabitables en las próximas décadas.

Los efectos del cambio climático han llevado a familias a la pobreza, pues socavan su capacidad para autosostenerse. La de Ricardo fue una de las muchas solicitantes de asilo a las que entrevistamos que dijeron que, en los últimos tres años, los desastres relacionados con el clima cada vez más frecuentes interfirieron con su capacidad para ganarse la vida en sus países de origen. Muchos, como la familia de Ricardo, perdieron sus hogares. Algunos, integrantes de comunidades que dependen de la agricultura, cayeron en la inseguridad alimentaria. Otros informaron que los huracanes, las fuertes lluvias y las inundaciones destruyeron sus cultivos y los obligaron a cerrar sus negocios. Es el caso de varias familias centroamericanas a las que entrevistamos, quienes informaron que fueron damnificadas por los huracanes Eta e Iota. Las tormentas también destruyeron la casa de una familia hondureña, que se vio forzada a refugiarse con amigos y familiares hasta que pudo mudarse a un nuevo hogar; sin embargo, en medio de la extrema pobreza en la quedaron sus miembros y sin capacidad para pagar las tarifas de extorsión exigidas por la pandilla que controlaba la región, cuyas crecían y se hacían más violentas, no les quedó más remedio que huir.

Cambio climático y violencia

A la par que el cambio climático va causando estragos en las comunidades, la devastación económica resultante permite el surgimiento de organizaciones criminales violentas que ya controlan muchas zonas de México y Centroamérica. En el caso de Ricardo y su familia, por ejemplo, las tensiones con la pandilla llegaron al clímax cuando el huracán destruyó su  negocio. De igual manera, también hablamos con varios agricultores que sufrieron las pérdidas de sus cultivos debido a condiciones climáticas extremas y, como resultado, no pudieron pagar a los grupos violentos que sin compasión continuaron exigiendo las cuotas extorsivas.

Por otro lado, entrevistamos a una familia mexicana que cayó en la pobreza después de que las sequías e inundaciones destruyeron sus cultivos de tomate, dejándolos sin dinero para pagarle a la pandilla que los amenazaba. La madre describió la situación: «A veces no se puede ganar nada. ¿Dónde puede uno conseguir dinero cuando no hay nada que vender? Las pandillas siguen pidiendo sus sobornos, y no les importan estas cosas. Si no pagas, te matan». Su familia huyó después de que los miembros de la pandilla secuestraran a su esposo y asesinaran a su hermano y a su tío.

Mientras las condiciones climáticas extremas llevan a los miembros de una comunidad a volverse incapaces de autosostenerse, los grupos criminales organizados explotan esta vulnerabilidad para aumentar su tamaño e influencia, incluso controlando el acceso a suministros esenciales. Una pareja del sur de México nos dijo que el cartel que controlaba su región logró capitalizar las severas condiciones de sequía que devastaron el cultivo local de maíz al aumentar los precios de las semillas, fertilizantes y productos. La pandilla monitoreaba de cerca las compras de estos bienes fuera de su territorio y exigía «impuestos» para permitir el ingreso de dichos insumos. Ante las amenazas y los precios imposibles de pagar, la pareja huyó.

Hablamos con personas que fueron blanco de los violentos por los esfuerzos en tratar de defender sus tierras de la apropiación ilegal. Una mujer mexicana, cuya familia lideraba la lucha contra la deforestación ocasionada por miembros del cartel de la zona, se vio obligada a huir con sus tres hijos pequeños después de que, por causa de su activismo, asesinaran a sus padres, a su esposo y a cuatro de sus hermanos. Y es que el cambio climático contribuye a las apropiaciones ilegales de tierras, porque degrada los entornos y disminuye las áreas disponibles y los recursos naturales en regiones vulnerables. Ante esta escasez, entidades poderosas, incluidos funcionarios gubernamentales, desarrolladores privados y organizaciones criminales, apuntan a las tierras y recursos de pueblos indígenas y otras comunidades marginadas.

Aunque es evidente que el cambio climático contribuye cada vez más al desplazamiento, Estados Unidos y otros gobiernos no están ampliando el acceso a la protección para las personas necesitadas. En cambio, están recurriendo cada vez más a medidas draconianas en las fronteras terrestres que impiden ilegalmente el proceso de asilo. En la frontera entre Estados Unidos y México, el gobierno norteamericano utilizó la política del Título 42 durante más de tres años para bloquear y expulsar a solicitantes de asilo, en clara violación de leyes nacionales e internacionales, bajo el pretexto de prevenir la propagación del COVID-19. Cuando la política expiró, en mayo de 2023, en lugar de restaurar el acceso al asilo, el gobierno introdujo una norma que efectivamente prohíbe el asilo para cualquier persona que ingrese a Estados Unidos en una frontera terrestre sin una cita previamente programada.

De hecho, la familia de Ricardo y las demás personas que entrevistamos a principios de 2023 quedaron varados en la frontera entre Estados Unidos y México debido a las restricciones fronterizas del Título 42, esperando la capacidad de buscar una excepción a través de la aplicación web distópica CBP One, de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos. Algunos habían estado esperando semanas o meses, sin saber cuándo ni si podrían buscar protección. Durante la semana en que realizamos entrevistas, un ciclón bomba inundó el camino que conducía al refugio de Tijuana donde conversamos con la familia de Ricardo, lo que dificultaba y hacía peligroso el acceso al refugio. Poco después de nuestra partida, la lluvia inundó este mismo lugar, empapando las esteras en el piso donde la familia de Ricardo había estado durmiendo. Como resultado, muchos de los refugiados se enfermaron. Así las cosas, es evidente que estas políticas ponen aún más en peligro a las personas que buscan protección en la frontera entre Estados Unidos y México, pues quedan atrapadas bajo peligrosas condiciones que se vuelven aún más traicioneras por los efectos del cambio climático.

Política detrás del desplazamiento climático y respuestas estatales

Estados Unidos también ha presionado a México para que aumente la aplicación de la ley y expida medidas que restrinjan el movimiento de migrantes y solicitantes de asilo que se dirigen hacia el norte. Estas medidas incluyen nuevas restricciones de visa para algunos centroamericanos y sudamericanos, regulaciones de viaje que requieren prueba de estatus migratorio para abordar autobuses públicos y la movilización de la Guardia Nacional y  otras fuerzas de seguridad para hacer cumplir las leyes de inmigración. Este endurecimiento de medidas en México ha llevado a detenciones ilegales, retornos forzados e ilegales que llevan a las personas nuevamente al peligro, entre otros abusos. Las políticas destinadas a obstaculizar y repeler a los solicitantes de asilo también obligan a las personas que buscan seguridad a emprender rutas más peligrosas a través de terrenos difíciles controlados por grupos criminales organizados, que son aún más peligrosas por los efectos del cambio climático.

En lugar de políticas restrictivas que pongan en peligro aún más a las personas que buscan protección, los gobiernos en América deben establecer rutas para que las personas desplazadas por el clima puedan hallar seguridad. Algunos países ya están haciendo esto. Por ejemplo, la Organización de Estados del Caribe Oriental (OECO) y la Comunidad del Caribe (CARICOM) han celebrado acuerdos regionales de libre movimiento que proporcionan movilidad segura para personas desplazadas, incluidas aquellas afectadas por el cambio climático.

Todos los países americanos deben fortalecer y defender sus programas existentes de asilo y protección de refugiados. Como nuestra investigación en la frontera lo demuestra, el cambio climático juega un papel enorme en el impulso del desplazamiento y agrava otras amenazas, obligando a las personas a buscar seguridad a través de las fronteras. El cambio climático y los desastres relacionados con las inclemencias del tiempo están llevando a las familias a la pobreza, aumentando la influencia de grupos criminales organizados en toda la región y contribuyendo a la apropiación ilegal de tierras. A medida que las temperaturas globales aumentan, los desastres relacionados con el clima continuarán afectando de manera desproporcionada a grupos marginados que ya de por sí enfrentan desafíos estructurales. La situación probablemente empeorará en los próximos años. Los países receptores deben promulgar políticas que reflejen esta realidad y recibir a las personas que buscan seguridad con dignidad y compasión, en lugar de endurecer las fronteras para aquellos que buscan cruzarlas en busca de protección y una vida digna.


Por Julia Neusner

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