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Diálogo con mujeres de Pereira y Dosquebradas sobre género, derechos, salud y política de drogas. | Mariana Escobar Roldán

Dialogamos sobre género, drogas, salud y derechos con mujeres trabajadoras sexuales de Pereira y Dosquebradas

Durante el encuentro, compartimos la investigación ‘Mujeres, calle y prohibición: cuidado y violencia a los dos lados del Otún’.

Por: DejusticiaJulio 2, 2022

Las guerras contra las drogas ocurren en muchos espacios: en las fronteras, en los campos, en los cultivos y en barrios excluidos de ciudades como Pereira y Dosquebradas. Sus víctimas son personas cuyas vidas no están determinadas solo por las sustancias. Por el contrario, los factores que más influyen en sus experiencias anteceden el uso de drogas: pobreza, marginalidad, orientación sexual, identidad de género y violencia en la infancia.

Y sin embargo, hay un gran silencio sobre el tema de las mujeres en la política de drogas. Este campo ha sido tradicionalmente observado desde la justicia, la seguridad y la política criminal, que son ámbitos de acción históricamente menos receptivos a las perspectivas críticas y feministas. La participación de las mujeres en la producción o en el consumo no se contempla como un tema a priorizar en materia de salud pública. Ahora bien, el consumo de drogas por parte de mujeres se entiende como una amenaza al tejido moral de la sociedad, como una afrenta a los valores.

Es por ese silencio que, desde el conocimiento de base de la Corporación Teméride y desde el trabajo de Dejusticia en temas de género, política de drogas y comunicaciones, nos aventuramos a entender qué efectos tienen las políticas de drogas sobre la experiencia femenina en entornos de precariedad material en Pereira y Dosquebradas, la capital y el segundo municipio más poblado de Risaralda . Con ese propósito, entrevistamos a 55 mujeres de estos municipios que usan drogas, que en algunos casos ejercen el trabajo sexual y, en otros, se encuentran en situación de habitabilidad de calle.

Tras analizar esta información, las investigadoras encontramos que las mujeres con las que hablamos no solo tienen que enfrentar las fuentes de discriminación que provienen de ser leídas como cuerpos femeninos que usan drogas, sino también de lo que viene con la pobreza: falta de oportunidades de educación y de empleo, inestabilidad de ingreso, precarización de su trabajo, baja movilidad social y explotación.


Lea los resultados de la investigación en el libro ‘Mujeres, calle y prohibición: cuidado y violencia a los dos lados del Otún’.


De hecho, encontramos que en estos contextos existe una clara intersección entre violencias basada en género, precariedad material y uso de drogas, que se alimentan mutuamente de maneras negativas, y que generan deterioro en todas las trayectorias vitales, particularmente en el derecho a la salud y en las posibilidades de movilidad social.

A su vez, estas mujeres ven en las sustancias sicoactivas una especie de automedicación para abordar los traumas de violencia que han vivido en la infancia y la adolescencia, pero este consumo las va deteriorando por las innumerables barreras que tienen para acceder a programas de reducción de años o a tratamiento para los casos de consumo problemático, en gran parte porque estos servicios están muy lejos de sus lugares de residencia y de sus lugares de interacción.

Estos resultados y otros temas de discusión fueron compartidos con un grupo de mujeres de estos municipios que participaron en las entrevistas o que viven situaciones similares. Para ellas, ver sus trayectorias, los roles que representan y los obstáculos que enfrentan materializados en un libro se vuelve una forma de nombrar sus realidades, aumenta las posibilidades de llevar sus testimonios hacia quienes pueden aportar soluciones y carga de valor y dignidad sus historias de vida.

Esta  investigación confirma de alguna forma lo que las mujeres ya sabían, pero que nadie había querido nombrar, y en ese sentido tiene un objetivo de incidencia: que las trayectorias de estas mujeres se conozcan, que el castigo deje de ser la manera de “cuidar”, que su vida no sea invisibilizada o solo legítima cuando son madres, y que las dinámicas sociales y políticas, que hoy les hacen daño, se transformen en otra sociedad posible donde su dignidad y su bienestar sea lo principal.

El reflejo de estos testimonios, y de sus aportes, busca una conciencia pública y social sobre la necesidad urgente de políticas de drogas distintas, en las que las mujeres y sus apuestas sean centrales en la construcción.

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