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Divide y te reelegirás
Por: César Rodríguez Garavito (Se retiró en 2019) | Agosto 12, 2009
MUCHO SE HA DICHO SOBRE LA FRASE del Presidente acerca del Estado de Opinión como forma superior del Estado de Derecho.
Que eso sería reemplazar la democracia por el gobierno del iluminado y sus masas. Que suena muy parecido a la ideología fascista de “un hombre, un pueblo”. Y que, con ese discurso, el Gobierno ha venido desguazando el Estado de Derecho, institución por institución.
Todo eso es cierto, pero es sólo la mitad de la historia. La otra mitad, que no se menciona, es que el Estado de Opinión necesita una sociedad a su imagen y semejanza. Mejor dicho: además de un aparato estatal que apoye incondicionalmente al caudillo, requiere una sociedad civil que haga lo mismo. Si ésta no existe —porque los medios, las ONG, la academia y otras organizaciones se empecinan en ser independientes—, pues hay que “trabajar, trabajar y trabajar” para construirla.
Eso es lo que ha hecho el uribismo durante estos siete años. Así lo muestra un informe de lasillavacia.com, titulado Divide y vencerás. Comienza La Silla por destapar esta perla: “El Movimiento Primero Colombia, liderado por el ex asesor presidencial José Obdulio Gaviria, creó hace un par de meses la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT), una nueva central obrera cuyo presidente es Ricaurte García, director de un sindicato del Ministerio de Protección Social. Este nuevo sindicato busca contrarrestar las centrales antiuribistas en temas clave, como la negociación del TLC”.
Había que hacer algo también con los movimientos indígena y afro, que se oponían al modelo de desarrollo rural estilo Carimagua con anacrónicas mingas, marchas y protestas.
Por eso el Gobierno ha ido marginando a las organizaciones indígenas históricas (como la ONIC y el CRIC), para promover una nueva (la OPIC), cuyos miembros —según las palabras emocionadas de la vice ministra del Interior en una audiencia en Washington— “manifestaron apoyo al presidente Álvaro Uribe y a su política de seguridad democrática, bajo la idea de cohesión social y confianza inversionista”. Por eso también fue desinflando la Comisión Consultiva de Alto Nivel —que promovía la participación de las comunidades negras de base—, y dándole vuelo a una nueva instancia (la Comisión Intersectorial para el Avance de la Población Afrocolombiana).
De las ONG y la academia ya se habían ocupado los “intelectuales” uribistas. Para ello habían fundado el Centro de Pensamiento Primero Colombia, que se arroga el estatus de centro de investigación aunque ningún académico serio dé un peso por las obras de sus “pensadores”. Y aunque su misión confesada sea “consolidar en el largo plazo las propuestas doctrinarias que ha generado el presidente Álvaro Uribe Vélez en el país” y, para ello, se ayude a financiar con contribuciones de empresarios amigos del Gobierno que pagan millones por un cupo en las cenas que organiza.
Así que el Estado de Opinión borra no sólo la línea entre los poderes del Estado, sino también la frontera entre el Estado y la sociedad. Es una receta conocida, por ser la de todos los regímenes autoritarios. Vean cómo Chávez marginó hace rato a los sindicatos independientes, y luego armó sus propias ONG y sus medios de comunicación. O recuerden la máquina corporativista perfecta que fue el PRI durante 70 años, con tentáculos que atravesaron las entrañas de los sindicatos, las organizaciones campesinas y el movimiento social.
El problema es que, una vez cooptada, la sociedad civil queda corrupta hasta la médula y adicta al poder. Ahí están los sindicatos mexicanos, tan corruptos como hace 10 años, a pesar de la caída del PRI.
Esa, la Sociedad de Opinión, es la que nos está legando el uribismo.