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El espacio que descentraliza la paz desde los Montes de María
Por: Ivonne Elena Díaz | junio 10, 2023
En las reuniones mensuales del Espacio Regional de Construcción de Paz de los Montes de María, realizadas sagradamente el primer sábado de cada mes, se respira una sensación de frescura emanada del amanecer que nace entre las montañas. Al fondo se escuchan los pájaros y, de repente, llega ese olor a café con canela recién bajado de la leña. Al cabo de unos minutos veo llegar paulatinamente pequeños grupos de personas, otras llegan solas, pero todas prestas a saludar con un apretón de manos y una sonrisa cálida de complicidad, como de aquellos que se saben tener una historia en común.
En la subregión de los Montes de María, ubicada entre los departamentos de Bolívar y Sucre, han confluido diversos procesos de desmovilización guerrillera y paramilitar; la cooperación internacional ha inyectado millonarios recursos y el Estado, bajo la sombrilla de la justicia transicional, ha implementado múltiples políticas públicas. Intervenciones que, si bien promovieron espacios de fortalecimiento al movimiento social montemariano, no lograron reconstruir la confianza ni transformar las relaciones comunitarias que el conflicto dañó, pues trajeron una dinámica de participación vertical, anclada al centralismo, donde las propuestas y la identidad del territorio no fueron tenidas en cuenta.
En el año 2013, a partir de algunas reuniones entre liderazgos regionales, surgió la idea de iniciar un proceso que revirtiera esa desconfianza y contribuyera a la reconstrucción de relaciones comunitarias afectadas, para que unidas, organizaciones y comunidades trabajaran en la construcción de la paz y la reconciliación territorial. Así nació el Espacio Regional de Construcción de Paz de los Montes de María.
Ricardo Esquivia, uno de los líderes fundadores del Espacio Regional, con voz fuerte y reposada, cargada de esa sabiduría tranquilizadora que dan los años, me cuenta que el Espacio inicialmente se había pensado para un pequeño grupo de liderazgos territoriales, pero al poco tiempo notaron la necesidad de ampliarlo y hacer un llamado a todas las organizaciones y comunidades de la región, pues “queríamos solventar la falta de confianza que no permite que se coopere y trabaje juntos. Uno de los puntos clave es que haya un reencuentro entre los mismos, un espacio que genere confianza entre iguales, una red de afectos”.
Las más de cien organizaciones y comunidades montemarianas que conforman el Espacio Regional, tomando como referente la propuesta de paz de John Paul Lederach, de centrarse en la transformación de las relaciones humanas porque es en esa interrelación donde ocurre la imaginación moral para la construcción de la paz, han hilvanado un fino tejido de confianzas y afectos. Con dedicación, creatividad y constancia elaboraron las acciones que son el corazón de esta plataforma: las reuniones mensuales y el Festival de la Reconciliación.
En las reuniones mensuales, las comunidades analizan el contexto regional, deliberan sobre sus visiones del cuidado del medio ambiente, la tierra, la incidencia política, la reconciliación y la convivencia territorial. Pero más allá de una simple reunión “es el lugar donde nos damos la mano entre los procesos y damos aliento en que es posible avanzar”, me explica Ricardo. A este círculo de confianza se suman aliados: algunas ONG, la academia, organismos internacionales como Naciones Unidas e instituciones públicas como la Jurisdicción Especial para la Paz. Pero lo que hace la diferencia es que muchas de esas personas han trabajado en el territorio, y a partir de esa confianza tejida con el Espacio Regional han logrado incidir en las políticas públicas, consiguiendo en ocasiones esquivar el implacable centralismo.
Cuando se trata de organizar el Festival de la Reconciliación se forma un entusiasta debate colectivo. Algunas comunidades ofrecen su municipio y organizan comitivas prestas a recibir con muestras artísticas y culturales a los más de 500 invitados de esta fiesta por la paz.
En el Festival se desarrollan encuentros entre las comunidades, pero también se encuentran actores entre los que parece improbable que pueda existir un diálogo, como víctimas y excombatientes. Durante el festival de 2019, realizado en San Onofre, en medio de las presentaciones de gaitas y obras de teatro alusivas al conflicto armado, se realizó uno de los primeros encuentros entre víctimas de la región y excombatientes de las antiguas AUC y FARC-EP que habían operado en el territorio. Se sentaron en público a hablar sobre verdad y reconocimiento de responsabilidades con algunas víctimas.
Diálogo entre víctimas y excombatientes durante el V Festival de la Reconciliación, en el municipio de Zambrano, Bolívar. Foto: Equipo de comunicaciones del Espacio Regional
El conflicto armado como pedagogía para enseñar la paz
Aracelis Rodríguez, o ‘Profe Ara’, como la llaman en el Espacio Regional, enseña investigación, pedagogía y castellano en la Normal Superior de los Montes de María. Se hizo profesora normalista y magíster en Construcción de Paz de la Universidad de Cartagena con enorme arraigo territorial por su dolorosa experiencia como desplazada del conflicto armado en esta subregión.
La profe Ara ha experimentado de primera mano la transformación de su entorno a partir del diálogo, la extensión del afecto y los cambios en el relacionamiento con los demás, promovido por el Espacio Regional. Ella señala, con una voz marcada por la cadencia del acento de los pueblos del Caribe, que la educación es política, humana y transformadora. Especialmente, el Festival de la Reconciliación “ha sido un canal que nos ha permitido sensibilizar a la comunidad que sí se puede negociar, se pueden hacer diálogos entre probables e improbables”. Pero la profe no se ha quedado sólo con lo que experimenta en cada festival, ella ha llevado a su escuela algunos testimonios de víctimas que lograron una invaluable transformación personal a partir del perdón. Emocionada relata: “en mi salón hay tantas víctimas y no lo sabía, cuando ellos escuchan las historias quieren hablar lo que vivieron. Hubo un salón donde hay primos víctimas y primos victimarios (…)”