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El imperativo de marchar el 6 de marzo
Por: Rodrigo Uprimny Yepes | febrero 23, 2008
Es claro que las guerrillas no han tenido el monopolio de la crueldad y que el secuestro no es el único crimen que agobia a los colombianos. Los grupos paramilitares y ciertos agentes estatales han cometido igualmente atrocidades indecibles. Por ello, así como el pasado 4 de febrero muchos ciudadanos protestamos contra las guerrillas y el secuestro, existe un imperativo ético y político de marchar el próximo 6 de marzo, para expresar nuestra solidaridad con las víctimas de los paras y del Estado y para manifestar nuestro rechazo de todos los atentados contra la dignidad humana que ocurren en Colombia.
Esta nueva marcha es entonces una gran oportunidad para que la sociedad colombiana supere esa suerte de asimetría moral, que la lleva a protestar masivamente contra las FARC y el secuestro, pero a mostrarse más silenciosa e indolente frente a los crímenes de los paramilitares o de ciertos agentes estatales.
Esa asimetría es éticamente inaceptable, pues rompe con el principio de universalidad, según el cual, conforme a la conocida fórmula kantiana, toda persona debe comportarse de tal manera que su regla de conducta individual pueda realmente valer como una norma universal y válida para todos. La aplicación de ese principio ético al análisis de las crueldades en Colombia debe conducirnos a una conclusión simple: los ciudadanos debemos solidarizarnos con todas las víctimas y condenar todas las barbaridades de la misma manera, sin introducir jerarquías entre ellas. Y por ello debemos marchar, cada vez que podamos, para expresar nuestro rechazo a las atrocidades que ocurren en nuestro país.
Es por eso que resulta cuestionable la postura del gobierno y de algunos columnistas que apoyaron vehementemente la marcha del pasado 4 de febrero pero se han opuesto vigorosamente a la del próximo 6 de marzo. Y es que ninguna de las razones dadas por el gobierno o por los columnistas que sostienen esa postura asimétrica parece realmente convincente.
Dicen que la marcha del 6 de marzo sería ilegítima por ser supuestamente de las FARC, ya que ha sido apoyada por ANNCOL. Pero esa razón es inaceptable pues el gobierno no dejó de apoyar la marcha del 4 de febrero, a pesar de que algunos líderes paras, como Mancuso, también alentaron esa movilización.
Dicen que la marcha del 6 de marzo busca o podría reducir el impacto de la condena ciudadana a las FARC del 4 de febrero. Pero eso no es obligatoriamente así; la protesta contra los paras o contra los crímenes de agentes estatales no implica reducir el rechazo a las FARC ni al secuestro. Simplemente es una condena simétrica a todos los atentados contra la dignidad humana que ocurren en Colombia. Es pues una movilización complementaria a la movilización del 4 de febrero, que busca que no nos quedemos a media marcha en nuestra condena a todas las atrocidades en Colombia.
Dicen que la marcha del 6 de marzo es mentirosa pues denuncia crímenes del Estado que no han ocurrido. Pero difícilmente hoy se puede negar lo que está judicialmente documentado no sólo en sentencias de la Corte Interamericana sino también en diligencias adelantadas por nuestros propios funcionarios judiciales. Esos procesos han mostrado no sólo la participación directa de algunos funcionaros públicos en crímenes atroces sino, además, la responsabilidad que cabe a nuestro Estado en el desarrollo del paramilitarismo. Y eso configura un crimen de Estado, pues compromete la responsabilidad jurídica y política del Estado colombiano, sin que con esta afirmación uno esté avalando la tesis de que en Colombia existe un terrorismo de Estado;
Dicen que la marcha es una bofetada a la Fuerza Pública que combate a los grupos armados ilegales con enormes sacrificios. Pero que uno proteste contra unos crímenes del Estado no significa que uno marche contra todo el Estado ni contra las Fuerzas Armadas como institución. Es más, estoy convencido de a quien más conviene que esos crímenes sean denunciados, rechazadas y sancionados es al Gobierno y a las propias Fuerzas Armadas, a fin de mostrar que las violaciones a los derechos humanos no son una política de Estado.
Dicen que no tiene sentido protestar contra los paras, pues el paramilitarismo ya estaría desmontado y sus líderes estarían presos y confesando sus crímenes. Pero no sólo no es nada claro que el paramilitarismo esté desarticulado sino que, incluso si fuera así, de todos modos es esencial que la ciudadanía exprese el rechazo a las atrocidades de esos grupos y apoye los reclamos de verdad, justicia y reparación de sus víctimas.
Dicen que la nueva marcha es innecesaria pues la movilización del 4 de febrero habría tenido un alcance más global que el previsto por sus organizadores y habría significado una condena a todas las atrocidades que ocurren en Colombia. Y es cierto que ese 4 de febrero algunos marchamos en defensa de la vida y rechazando todas las crueldades; pero la gran mayoría entendió la marcha exclusivamente como una protesta contra las FARC y el secuestro, y por ello es razonable que las otras víctimas hayan convocado una movilización contra los otros crímenes.
Dicen que la marcha del 6 de marzo es poco táctica y creativa, pues no sólo copia la movilización anterior sino que ignora que existe un cierto agotamiento ciudadano después de la enorme protesta del 4 de febrero. Y es posible que sea así; pero el hecho es que la marcha del 6 de marzo ya fue convocada, precisamente para superar las limitaciones de la marcha del 4 de febrero y aprovechar la ola de indignación ciudadana actual. Nuestro deber es entonces apoyarla y no quedar agotados, a media marcha.
Dicen que la nueva marcha nos llevaría a una imposible movilización permanente, pues si se protesta también contra los paras y los crímenes del Estado, habría que manifestarse también para rechazar el narcotráfico, la desigualdad, la pobreza o la corrupción. Pero no sólo no estaría mal que los colombianos también nos movilizáramos contra esos otros males, sino que en este caso la protesta del 4 de marzo tiene un sentido obvio: superar la inaceptable asimetría que los colombianos tenemos frente a las distintas víctimas y a las diversas atrocidades.
Las principales objeciones a la marcha del 6 de marzo no son entonces convincentes. Por ello, salvo que a uno le preocupen únicamente las atrocidades y las víctimas de la guerrilla, existe un imperativo ciudadano de apoyar esta nueva movilización contra la crueldad. Una solidaridad igualitaria con todas las víctimas y una condena simétrica a todas las atrocidades es no sólo un imperativo ético sino que parece un prerrequisito para una verdadera reconciliación entre los colombianos. Por el contrario, la indolencia frente a ciertas víctimas y la condescendencia frente a ciertos crímenes tienden a perpetuar y acentuar nuestros enfrentamientos.