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El lenguaje de la derecha
Por: Mauricio García Villegas | marzo 31, 2008
Si algo caracteriza a la derecha colombiana es su autonegación.
Eso lo confirma Rafael Nieto en sus últimas columnas de la revista Semana, en las cuales responde a quienes lo incluyen entre los notables de esa de corriente política. Allí, Nieto condiciona el puesto que le atribuyen en la derecha a sus convicciones políticas. «Soy de derecha -dice Nieto- si eso significa respetar el principio de las mayorías»; «soy de derecha -continúa- si eso significa aceptar el uso de la fuerza por parte del Estado»; y así sigue con una lista de casi 40 puntos, entre los cuales están el respeto de la legalidad, el crecimiento económico y hasta la lucha contra la corrupción.
El problema con esa lista es que no dice nada sobre la ubicación izquierda/derecha. Todos estamos a favor de la libertad, la igualdad, la justicia, la seguridad, el desarrollo y la democracia. Pero ¿cómo se resuelven los conflictos que, en la práctica, surgen entre esos valores? Todos queremos, por ejemplo, una sociedad libre y con igualdad social. Pero eso no significa que queramos una sociedad en donde todos seamos iguales, ni tampoco una sociedad en donde no se limite la libertad individual. Lo que queremos es un cierto grado de libertad, combinado con un cierto grado de igualdad. Lo mismo pasa con todos los demás valores sociales. ¿Cuánto queremos de protección del medio ambiente sin que ello implique eliminar la libertad de empresa? ¿Y cuánto de derecho a la intimidad, compatible con la libertad de expresión? En esas graduaciones es donde están las diferencias entre la izquierda y la derecha.
Por eso, con el mismo estilo de Nieto, pero con mejor lógica, Bernard Kouchner dijo alguna vez: «Si ser de derecha quiere decir preferir el orden sobre la justicia, yo soy de izquierda».
Pero la lista de Rafael Nieto es menos ingenua de lo que parece.
En ella se sugiere que la dicotomía derecha/izquierda no existe y que los valores que defiende la derecha no son el resultado de una visión particular de la sociedad, sino de la única visión verdadera.
Es justamente por eso por lo que, al final de la segunda columna, Nieto hace un llamado para lograr un acuerdo sobre lo fundamental, basado en su propia lista de valores. Pero esa propuesta -como su lista- no distingue entre el consenso sobre reglas mínimas y esenciales -por ejemplo, el rechazo enfático y por igual de todo tipo de violencia- y el consenso sobre políticas públicas y sobre asuntos de gobierno.
No sólo se trata de dos consensos diferentes, sino que el primero es indispensable, mientras el segundo es inconveniente. Pero, claro, como la derecha está en el poder, quisiera tener ambos consensos.
La autonegación de la derecha es parte de su enorme poder: influye en todas partes, pero en lugar de hacerlo a nombre propio, adopta el ropaje del liberalismo, del humanismo cristiano, del patriotismo, etc. De ahí viene, creo yo, el carácter muchas veces oscuro, desinstitucionalizado e incluso brutal de la derecha colombiana. Si la derecha se asumiera a sí misma como una posición política y no como una verdad sobrenatural o suprapolítica, aceptaría mejor sus errores y se sometería más fácilmente a la ley.
Ganaríamos mucho si esa derecha se uniera en torno a un partido político y, a partir de allí, asumiera la defensa explícita de sus ideas. Eso contribuiría no sólo a crear una derecha más visible, más argumentativa y más civilizada, sino a que tengamos una mejor izquierda y un mejor debate político. Entonces sí sería posible un acuerdo sobre lo fundamental.
Pero, claro, mi estimado Rafael, para lograr eso, los líderes de la derecha como usted, deberían empezar por fijar, claramente, sus posiciones políticas.