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Dejusticia Kankuamos Sierra Nevada

Dejusticia Kankuamos Sierra Nevada |

Las peripecias de reunir a un puñado de líderes indígenas de todo el mundo en Colombia.

Las peripecias de reunir a un puñado de líderes indígenas de todo el mundo en Colombia.

Trent es un joven lakota que vive en Rapid City en Estados Unidos, hace parte de la comunidad Standing Rock y fue seleccionado para el taller por su activa participación en las protestas en contra del oleoducto en Dakota del Sur. Trent no tenía pasaporte. Unas semanas antes del Taller comenzó el trámite para solicitar su pasaporte, sin embargo, la entidad encargada no autorizó su expedición argumentando que el documento de identificación que presentó (tribal ID), expedido por el Estado mismo, era una ‘forma insuficiente de identificación’. Trent, quien todavía no había recibido su licencia de conducción porque por vivir en un área rural toma hasta cuatro semanas el envío, no alcanzó a mandar un documento de identificación ‘válido’ para el trámite del pasaporte a tiempo para el taller y no pudo venir.

Muchos pensamos que la tecnología es capaz de reducir las distancias pero cuando las personas se desplazan físicamente, descubrimos que todavía hay muchas dificultades para moverse por el mundo, especialmente si queremos viajar entre los países del Sur Global.

Desde que trabajo en Dejusticia he tenido la muy buena fortuna de apoyar Taller Global. Mi trabajo se ha concentrado en el contacto con los participantes y en contribuir con su bienestar desde que parten de su casa hasta que regresan. Para el Primer Taller Global sobre Estrategias en Derechos Humanos para Líderes Indígenas realizado en diciembre de 2017, coorganizado por el Observatorio de Discriminación Racial (ODR) y Dejusticia, luego de una concurrida convocatoria, invitamos a personas de: Nepal, Filipinas, Camboya, Pakistán, Senegal, Camerún, Burundi, Uganda, Sudán del Sur, México, Ecuador, Perú, Colombia y Estados Unidos.

Un mapa mostrando los países de origen de los participantes.

Tres meses antes del Taller empezó mi tarea de garantizar que todos nuestros invitados llegaran sanos y salvos a Bogotá para empezar el recorrido que iba desde las altas montañas sagradas de la Sierra Nevada, a las costas del Caribe colombiano y de regreso a las frías montañas de Bogotá.

Sierra Nevada de Santa Marta. Foto: Diana Jembuel

El Taller tenía el objetivo de traer líderes indígenas de todos lados y llevarlos al ‘corazón del mundo’ en la Sierra Nevada de Santa Marta, en el noreste de Colombia donde los picos nevados más altos de los Andes terminan en la costa Caribe. Además del intercambio de estrategias para la lucha por los derechos de los pueblos ancestrales y las comunidades indígenas, el taller tenía un importante componente de armonización espiritual, a cargo de los Mamos o líderes espirituales de la comunidad Kankuama y los amigos de Zen Peacemakers.

En esta entrada quisiera contarles de algunas anécdotas en relación a las dificultades de las personas para viajar entre países del Sur Global.

Sahera vive en Lahore, Pakistán. Por ser pakistaní, no puede viajar casi por ningún país sin requerir una visa de tránsito. Su itinerario era Lahore – Estambul – Bogotá[1], sin embargo, no pudo viajar porque las autoridades migratorias en el aeropuerto de Lahore no le permitieron abordar con una visa ‘de papel’ (Colombia no estampa las visas en el pasaporte sino que expide una visa electrónica que se debe imprimir) y solicitaron que la Embajada colombiana se comunicara con ellos y confirmara que Sahera podía viajar –un viernes festivo a la media noche hora Bogotá. Finalmente, Sahera no pudo viajar, ya que el siguiente vuelo directo era tres días después de empezado el taller.

Shirley, es una chica filipina. Su travesía para llegar a Bogotá empezaba con un recorrido de casi ocho horas en bus desde su ciudad natal hasta Manila, donde tomaría un vuelo a Frankfurt y desde allí a Bogotá. En papel, parece fácil, Shirley no necesitaba visa para Europa porque no saldría de la zona internacional del aeropuerto alemán, sin embargo, el funcionario[2] del counter de la aerolínea le indicó a Shirley que al llegar a Frankfurt debía salir, reclamar sus maletas y volverse a registrar. Salir y volver a entrar implicaba atravesar la aduana y para eso sí necesitaba visa. Entonces, luego de contemplar todas las opciones tuve que pedirle a Shirley que dejara sus maletas en el aeropuerto y viajara sólo con una maleta carry on. La historia de Shirley no termina allí, al llegar a Frankfurt se enfrentó con una fuerte tormenta de nieve que ocasionó la cancelación de más de 300 vuelos. Shirley tuvo que dormir en una silla del aeropuerto ya que para poder salir a hospedarse en un hotel NECESITABA VISA DE TRÁNSITO[3].

Neth y Sreyneang, ambos de Camboya, se quedaron atrapados también en Frankfurt. Ellos viajaban de Phnom Penh a Frankfurt y después a Bogotá. Sin embargo, debido a la tormenta y al colapso de los vuelos, Sreyneang llegaría al taller un día tarde y Neth dos días después (haciendo una engorrosa parada en São Paulo). La llegada de Neth fue increíble y por suerte nos alcanzó en Atanquez (nuestra primera parada en la Sierra Nevada). Cuando llegó a Bogotá, tomó el último vuelo a Valledupar, donde lo esperó un conductor kankuamo que lo llevó hasta donde estaba el grupo.

Sreyneang llegó a Bogotá pero no sus maletas. Benson, originario de Sudán del Sur, también perdió sus maletas en su recorrido a Bogotá. Las maletas de ambos llegaron después de terminado el taller y ahora tenemos la tarea de garantizar que éstas regresen a Camboya y Sudán del Sur.

Con la tecnología nos creímos que todo puede suceder a distancia, sin embargo, la creación de encuentros espontáneos nunca podrá ser reemplazada por una video conferencia. No hay tecnología que sustituya un abrazo o un baile compartido o una experiencia gastronómica. Los encuentros cara a cara son más que todo momentos en los que las almas se entrelazan y las experiencias se funden. Sin embargo, no hay que perder de vista que son decisiones de orden político y económico las que restringen la movilidad de las personas. No es accidental que varios de estos líderes indígenas tuvieran problemas para viajar, o incluso les fuera imposible venir.

Foto de los Mamos, autoridades indígenas, en el Parque Tayrona terminando nuestro largo recorrido en las playas de la Costa Caribe. Los Mamos nos acompañaron durante todo el taller garantizando nuestro bienestar espiritual. Foto: Angélica Cuevas

Se pueden intercambiar electrónicamente y a la velocidad de la luz documentos, videos, audios y fotografías, pero no es posible transmitir miradas, acentos, reacciones sutiles, que son la esencia de la comunicación cercana y de la creación de confianza. En palabras de César Rodríguez, creador del Taller, los componentes intangibles de este tipo de esfuerzo colectivo, se miden no en indicadores sino en lazos de solidaridad y aprendizajes vitales entre líderes que, a pesar de tener tanto en común en sus causas, probablemente sin el taller no habrían tenido un espacio para encontrarse con sus contrapartes del Sur Global.

Lecciones aprendidas, hay que viajar ligero de equipaje, sólo cargados de experiencias y abrazos por dar; hay que anticipar lo impredecible del clima, de los funcionarios, de las burocracias; hay que diseñar la ruta desde y hasta la puerta de la casa de cada participante y contar las fronteras que tiene que atravesar; hay que respirar profundo y asumir la tarea con la mayor entereza y aguante. La recompensa es inconmensurable y la fotografía que se logra del grupo, bajo el mismo sol, en el mismo escenario, es el testimonio de ese gran esfuerzo, aunque se queda corta para contar la historia de lo que costó traer cada una de las sonrisas.

Participantes e instructores del taller. Foto, César Andrés Rodríguez

Los países del Sur Global necesitan acercarse más, encontrar caminos diferentes de aproximación, eliminar fronteras burocráticas, tender puentes reales y atajos efectivos para que las personas se encuentren física y terrenalmente. Los abrazos solidarios y fraternales son los que construyen vínculos fuertes y productivos en la lucha común por los derechos humanos.

 

***

El título de esta entrada viene de la novela de Ciro Alegría.

[1] Aprovecho para dar un tip, la mejor ruta para que una persona de África o Asia viaje a Colombia es vía Estambul, ya que, siempre y cuando no se salga del área internacional del aeropuerto, no se necesita visa de tránsito y hay un vuelo directo Estambul – Bogotá.

[2] Los funcionarios pueden ser especialmente groseros y cansones con las personas del Sur Global.

[3] Otro truco para los lectores, en la página www.nicelounge.com se puede reservar un lounge para descansar y pasar el rato en casi todos los aeropuertos del mundo.

 

Foto destacada: Angélica Cuevas

De interés: 

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