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El No Francés a la Constitución de Europa

Mauricio García Villegas ofrece una lectura menos optimista del triunfo del No en Francia y Holanda.

Por: Mauricio García Villegasjunio 3, 2005

Hace ocho días tuvo lugar en Francia un referendo constitucional sobre el proyecto de Constitución Europea, en el que el pueblo francés rechazó la propuesta. Al analizar los resultados de esta votación Rodrigo Uprimny muestra cómo el triunfo del No puede ser un fenómeno político de enorme importancia para la creación de una Constitución europea más social y más democrática. Estoy de acuerdo con Rodrigo Uprimny en que la búsqueda de ese objetivo es algo bueno, más aún, necesario en los tiempos que corren; sin embargo tengo una lectura algo menos optimista del triunfo del no.

En qué estamos de acuerdo,

1. Aunque a primera vista no parezca, el debate actual sobre el proyecto de Constitución Europea es interesante para nosotros en América Latina y debería tener más difusión en los medios y en los ámbitos académicos

2. Si el triunfo del No se convierte en un símbolo unificador para los llamados altermundialistas y, en general, para los defensores del Estado social en Europa y en el resto del mundo, su voto del pasado 29 de mayo será un acontecimiento histórico de enorme valor social y político en beneficio de la democracia y de la justicia sociales.

3. Desde el triunfo del Partido Socialista a principios de los 80 no se veía en Francia un debate tan intenso y una participación tan comprometida de los ciudadanos. Esto es sin lugar a dudas saludable en una época dominada por la política inocua y repetitiva.

Creo entonces que políticamente estamos de acuerdo en lo esencial, sin embargo diferimos en el análisis de los hechos. Estas parecen ser nuestras diferencias

1. No sólo la extrema derecha acompaña a las mayorías de izquierda del No. Diseccionar la gama de razones del voto de oposición al proyecto ayuda a ver su complejidad interna y sobre todo la dificultad para sacar de allí un movimiento fuerte. Hay por lo menos cinco Noes: 1. El No de los agricultores de la Francia profunda; muchos de ellos le temen a la competencia liberal, pero están lejos de convertirse por ello en defensores del Estado social. 2. El No de los llamados soberanistas, que se sienten ante todo franceses y no están dispuestos a dejar de serlo. 3. El de los estudiantes que, por lo general, simpatizan con una Europa más social. 4. El de los xenófobos como Jean Marie Le Pen, que quieren expulsar a los inmigrantes. 5. El de los obreros, algunos de los cuales quieren una Europa más social, pero otros simplemente están preocupados por sus puestos de trabajo con la llegada de cientos de miles de inmigrantes del Este, y 6. El de quienes detestan a Chirac y a Raffarin (ver Liberation, mayo 31 páginas 10 y 11).

2.Es pues difícil saber si el No que nos gusta -llamémoslo «el No del Estado social»- es tan contundente como aparece en las encuestas. Cuando se observa el triste papel desempeñado por el Partido Socialista y, sobre todo, las divisiones electorales internas entre sus líderes (Laurent Fabius, Francois Hollande y Leonel Jospin) las razones para creer en la consolidación de un partido fuerte que abandere el No del Estado social, disminuyen al instante. Pero supongamos que esto no sucederá y que el No se organiza y fortalece en los meses que vienen. El problema es que su estrategia no parece ser la más conveniente. El No cierra la puerta al fortalecimiento político de Europa a pesar de que se trata, no solo de un objetivo con el cual casi todos los europeos están de acuerdo, salvo los soberanistas, claro, sino de un objetivo que ayudaría a la construcción de una Europa más social. Con el actual tratado de Niza y con una Europa políticamente débil, el No del Estado social difícilmente podrá avanzar.

¿Cuál es el sentido y el alcance político de una Constitución? Yo creo menos en la letra de las constituciones que en los apoyos políticos que sustentan esa letra. Las constituciones son herramientas que pueden ser interpretadas de diversas maneras – no de cualquier manera, claro- y ello depende de las fuerzas políticas que las apoyan. La pregunta esencial es entonces esta: ¿Cómo crear y mantener las fuerzas políticas que apoyen el No de la Europa social? Nuestro debate es entonces más de estrategia política que otra cosa. Yo creo que el No francés tal como está hoy en día tiene menos posibilidades de influir en la construcción de una Europa social que, por ejemplo, si ese No por el Estado social hubiese ganado la presidencia y el gobierno contra Chirac y el UPM y, a partir de allí, elegido a un grupo de representantes a la Comisión y al Parlamento de Europa, los cuales actuarían en el marco de una Europa institucionalmente fortalecida gracias a la nueva Constitución

Si el día de mañana el No por el Estado social se extiende por toda Europa y logra la creación de un nuevo proyecto constitucional más social y humano, eso sería magnífico. Pero también sería casi un milagro.

Es cierto que el miércoles pasado el No también ganó en Holanda. Pero no hay que olvidar que una parte importante del No europeo -como el de Holanda- es muy diferente al francés y proviene de quienes creen en una Europa a la manera inglesa, es decir, más liberal y defensora del libre mercado. O sea, se trata de un No opuesto al No francés.

Cada vez se habla más de estas dos visiones de Europa: la francesa -social- y la inglesa -neoliberal- y no parece muy claro afirmar que el proyecto constitucional era proinglés cuando los ingleses se oponen en un 70 por ciento -por ser demasiado social-, según una encuesta realizada antes del referendo francés.

Más aún, los últimos acontecimientos políticos no hacen sino reforzar estas dudas. Ya fue conformado el gobierno del nuevo ministro Villepan. El gran vencedor de todo esto es Nicolás Sarkozy, el político más popular de Francia en este momento, quien fue nombrado ministro del Interior -sin dejar de ser el jefe de su partido UPM- y quien tiene una visión declaradamente inglesa de Europa, es decir, neoliberal.

Desde el fracaso de «mayo del 68» en París -dice Perry Anderson- Francia vive una especie de depresión posparto de la revolución abortada (La pensée tiède). Me temo que el pos-No profundice esta depresión.

3. No sólo creo que Rodrigo Uprimny y yo tenemos una diferencia de enfoque frente a la idea de Constitución, también la tenemos frente a la fórmula democrática del referendo. Aquí también soy menos optimista, por la simple razón de que, objetivamente, no es fácil saber si la Constitución es neoliberal o no. El problema del No es que la premisa en la que se fundamenta es muy dudosa. Es difícil, muy difícil, saber si este proyecto realmente va en el sentido de una Europa más neoliberal que la que existe actualmente. Ni los expertos se pueden poner de acuerdo en ese punto. No sólo hay artículos e interpretaciones para todos los gustos en ese proyecto sino que, en todo caso, se trata de un proyecto que no es más neoliberal que la estructura actual de Europa, o sea que lo que existe hoy en día en el tratado de Niza, está actualmente vigente.

4. Dado que es muy difícil saber si la Constitución europea tendrá efectos neoliberales o no, el debate popular no tiene argumentos claros de parte y parte y por eso se enreda en una multiplicidad de símbolos maniqueos que no conducen a nada. Hagamos el siguiente ejercicio. Preguntemos a quienes en Colombia se oponen al modelo neoliberal y comparten la idea de un Estado social lo siguiente: ¿Considera usted que la Constitución de 1991 es neoliberal? Me pregunto cuál será el resultado. Creo que muchos mezclarán -en sus percepciones políticas- esta pregunta con la de si el gobierno de Uribe es o no neoliberal. Creo también que, por esa vía, nos arriesgamos a fomentar una oposición innecesaria y en todo caso contraproducente a la Constitución de 1991? ¿Algo así como botar el niño con el agua de la bañera?

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