|
El Partido Verde, un mamífero en evolución
Por: Vivian Newman Pont | febrero 9, 2011
¿La necesidad de consensos, consultas y ritmos menos rápidos de los verdes son signos propios de que están avanzando o de que están biches y fraccionados?
En el recién finalizado Hay Festival, el escritor español Juan José Millás retomó en un conversatorio una comparación entre lo que ha llamado libros-insecto y libros-mamífero para demostrar la evolución en la literatura. Los primeros, según Millás, son aquellos que ya han culminado sus posibilidades de desarrollo ( dice que las cucarachas de hoy son las mismas de hace miles de años) y los segundos, como el ser humano, se encuentran en plena evolución, perdiendo cordales, pelos. De esta forma, decía Millás, que La Metamorfosis era un libro evolucionado que cuenta, sin necesidad de mayores explicaciones, la historia humana del siglo XX. En cambio, para lograr un entendimiento coherente de lo que quería decir James Joyce en el Ulises, se requería de muchos piés de página y explicaciones adicionales para completarlo.
Sin entrar a analizar la provocación a la ciencia, a la literatura y a la sensatez que entraña la propuesta del autor español, y reconociendo que he leído La Metamorfosis sin poder aún hincarle el diente al Ulises, yo propondría que observemos lo que pasa con el Partido Verde colombiano dentro de este marco comparativo.
Los verdes de los cuatro tenores son en efecto un partido nuevo, con poca experiencia y más lento en la toma de decisiones. Esto podría indicar que siguen la línea de un partido-mamífero, por oposición a, digamos, otros partidos de más antigüedad, dotados de metodologías de funcionamiento y decisión con más experiencia. Y puede que estas metodologías insectas sean más sencillas, menos cuestionadoras y más rápidas, pero ¿implica esto mayor evolución? ¿Es más deseable ser insecto que mamífero?
Yo propongo entonces, algunas posibles ventajas de no ser la Metamorfosis, sino el Ulises y requerir de paciencia, explicaciones y pies de página propios de un mamífero. Por ejemplo, si los verdes son un grupo en proceso de evolución, se desarrollan en un mundo donde las cosas aún no están dadas y hay campo para la innovación y la diversidad internas y externas. De esta manera, apartarse del señalamiento a dedo de sus candidatos, conquistar un significativo voto de opinión, al igual que buscar la transformación de la ciudadanía mediante pedagogía, son innovaciones en el marco de las tradicionales propuestas de gobierno y suponen una independencia muy importante de las maquinarias que acompañan y siempre han acompañado otras estrategias políticas.
Por otra parte, la lentitud en la toma de decisiones se puede fundar en la importancia de ser precedidas de procesos de consulta, lo que haría de esta colectividad un ente menos imperativo y más democrático. Y me refiero a las consultas entre sus cuatro cabezas, así como con los demás miembros del equipo. La circunstancia de que los dirigentes y simpatizantes de un mismo partido tengan diferencias sobre ciertos temas y lo hagan público puede interpretarse como falta de objetivos claros, pero sin duda también denota la prevalencia de la transparencia sobre el falso acuerdo. La política tradicional, anquilosada y enmohecida, nos ofrece en cambio una unanimidad basada en acuerdos previos debajo de la mesa entre sus dirigentes que con frecuencia se derrumban.
Las anteriores ventajas parecieran perder fuerza frente a las virtudes de los insectos, entre las cuales se encuentra la supervivencia a todo precio frente a la variedad de cambios que se presentan en el medio ambiente. Es decir que no importa si estalla una bomba atómica, las evolucionadas cucarachas seguirían existiendo y evidenciarían su “perfección”.
No obstante, sin querer caer en la provocación de Millás ni en las razones que las ciencias puedan ofrecer dentro de la teoría de la evolución, a mi me aterraría perder mi capacidad de evolucionar. Preferiría más bien dejar que la evolución siga su curso, permitir que los mamíferos ofrezcan, con el ensayo-error y sus potenciales riesgos, la intuición propia de una buena receta y así definir si queremos beneficiarnos o no de sus propuestas, que más que biches y fraccionadas podrían llegar a ser un signo de superación de los viejos métodos de siempre