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Are they ruining Soho?
With pictures of a transsexual and a critique of the Catholic pedophilia the magazine seems to have let down its readers.
Por: Nelson Camilo Sánchez León | March 18, 2011
La revista SoHo ha sido fuente de polémica desde sus inicios. Las fotos de sus modelos, abundantes en curvas y ligeras en ropas, han levantado ampolla tanto en los sectores más conservadores, como en las ligas feministas.
Soho se ha defendido argumentando que no hace otra cosa que enfrentarse a los tabús de esta sociedad parroquial. Principalmente, al tabú de la desnudez femenina. La revista desmitifica esa vergüenza taimada y socarrona sobre el cuerpo de la mujer y lo presenta en toda su extensión. Y sí, lo hace para una audiencia específica (Solo para Hombres), pero algo similar podría hacer otra revista presentando, por ejemplo, modelos masculinos para el deleite femenino.
Eso es cierto. Pero el tufillo de porno suave queda en el ambiente cuando uno edita una revista de este tipo en una sociedad como la colombiana. En un país en donde el machismo y la explotación de la mujer están pringados en el ADN de la sociedad, la respuesta de SoHo suena a veces tan vacía como la excusa de la modelo que, fingiendo candidez, se empelota por primera vez: “yo no quería porque soy muy tímida y celosa de mi intimidad, pero fue algo que se hizo con mucho respeto y con un sentido muy artístico”.
En la tierra de las Chicas Águila, uno se imagina al principal consumidor de la revista como ese machote al que le gustan las viejas buenas (eso sí, desde que se dejen “educar”) y que por antonomasia aborrece a los homosexuales.
Pues bien, muchos de ellos andan indignados por los últimos números de la revista en los que se incluyó “al transexual más famoso de Colombia”, así como una fuerte crítica a la pedofilia en la Iglesia Católica. “Si yo hubiera sabido que se iban a poner a publicar travestis y niños, no me hubiera suscrito a una revista llamada Solo para Hombres”, le dice un iracundo lector al director de la revista a través de la red social del pajarito.
Con la irreverencia y arrogancia que lo caracteriza, el director patea la lonchera y trina de vuelta: quien se ofenda con las fotos bien puede proceder a cancelar su suscripción.
¿Se está haciendo SoHo el harakiri traicionando a su audiencia? ¿Está listo el lector promedio de una publicación light para enfrentar temas controversiales en una sociedad confesional? ¿Podrá SoHo despertar la tolerancia por otras masculinades y levantar indignación por el abuso sexual en una población no muy sensible a estos temas? ¿Son las lectoras y los lectores de SoHo más abiertos y plurales de lo que uno se imagina?
Parece muy temprano para contestar a estas preguntas. Aún está por verse, por ejemplo, si estos temas responden a línea editorial innovadora y defensora del pluralismo, o simplemente a una estrategia para llamar la atención. Quiero creer que responden a lo primero. Y, si así es, le hago fuerza para que esta línea se mantenga y no termine siendo un fracaso comercial. Con lo difícil que es sostener una publicación seriada en un país en donde para vender se necesita la combinación de amarillismo y porno, me parece valiente que SoHo persiga los fantasmas más oscuros de nuestra personalidad social.
Además, si mi generalización del lector machote es correcta, la revista se echa encima la tarea más difícil de todas: sensibilizar al grupo social más difícil. Terminará perdiendo algunos de sus lectores, es cierto. Por eso, su reto es conquistar a otros. Seducir a hombres y mujeres dispuestos a criticar la sociedad en la que viven a partir del consumo crítico de publicaciones tradicionalmente vistas como banales y sexistas.
Para que eso sea posible, la revista debe ser hacer un tratamiento responsable y documentado de estos temas sensibles. Detrás de la polémica puede haber una historia, incluso, una bien contada. Por ejemplo, la revista podría empezar por averiguar por qué Endry Carreño es tal vez “LA” transexual más famosa de Colombia. Algo muy distinto a lo que salió en la sugestiva portada.