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Black certified

I was fortunate to read Héctor Abad’s recent column on race and racism after visiting the Apartheid Museum, here in Johannesburg. My bewilderment was profound.

ME TOCÓ EN SUERTE LEER LA REciente columna de Héctor Abad sobre raza y racismo al salir de una visita al Museo del Apartheid, aquí en Johannesburgo. Mi desconcierto fue profundo.

Aquí, una sociedad embarcada en programas masivos para que la población negra tenga oportunidades que el racismo le negó, como cupos escolares o viviendas decentes. Allá, un notable escritor —bienintencionado y guiado por la idea correcta de que las razas puras no existen— se viene lanza en ristre contra ese tipo de programas porque cree, erróneamente, que cualquier medida que tome en cuenta las desigualdades raciales es una forma de “racismo auténtico” equiparable al de los nazis. Con esta lógica enrevesada, las políticas segregacionistas de los blancos sudafricanos serían equivalentes a los programas de acción afirmativa que, desde Mandela, vienen impulsando los gobiernos negros a favor de las víctimas del Apartheid.

Desconcertante también la dureza de las palabras de Héctor Abad en un país como Colombia, donde apenas comenzamos a conversar en serio sobre nuestro problema de discriminación racial, con su historia y sus rasgos propios. No ayuda al debate entrar con los guantes calzados y decir que habrá que procurarse un “certificado de negro” y “otro de indígena” para sacar partido de los escasísimos programas de acción afirmativa. Esta es una discusión compleja e importante, que requiere argumentos y evidencia, antes que acusaciones ligeras de lado y lado.

Lo primero que está claro para las ciencias sociales es que, aunque las razas no existen en términos biológicos, las clasificaciones por rasgos físicos son mecanismos poderosos de estratificación social. Como lo dijo la American Sociological Association, “negarse a reconocer el hecho de las clasificaciones, sentimientos y acciones raciales, y negarse a medir sus consecuencias, no eliminará las desigualdades raciales. En el mejor de los casos, preservará el statu quo”. Para eliminar las distinciones raciales, hay que comenzar por reconocer su existencia.

Para eso, basta ver los efectos de la raza en la práctica. Si alguien quisiera obtener un supuesto “certificado de negro”, le recomendaría el siguiente test, basado en estudios y litigios que hemos hecho en el Observatorio de Discriminación Racial:

1) Intente entrar a discotecas de la zona rosa de Cartagena o Bogotá, como lo hicieron Edna Martínez y Johana y Lena Acosta en casos de tutela conocidos. Si el portero lo devuelve, es indicio de que usted es negro.

2) Trate de arrendar un apartamento en Medellín y lleve registro de cuántas veces le dan cita para ir a verlo y, tras ver su facha, le dicen que ya está arrendado. Si le pasa con frecuencia, es candidato al certificado de negro.

3) ¿Lo han llamado negro o negrita? Yenny Castro, la joven agredida hace un mes con balas de pintura en Cartagena, sabe bien qué es esto. “Negra inmunda, te di”, gritaban los muchachos de familias “bien” que le dispararon desde una camioneta.

4) Busque trabajo en supermercados de cadena de Cali. Si tiene los méritos, pero no lo llaman a una sola entrevista, usted es acreedor al certificado de negro.

Así que las clasificaciones raciales tienen criterios palpables y víctimas reales, para quienes el racismo no tiene nada de irónico ni de caprichoso. Son los mismos criterios y las mismas víctimas que tienen en mente el derecho internacional y la Constitución colombiana cuando ordenan medidas de compensación, como las miles de becas entregadas en Brasil a estudiantes afro que hoy se están graduando de las universidades. Estos programas tienen riesgos, pero, si están bien diseñados, son esenciales para romper la inercia de la inequidad racial.

Comparto el sueño que Abad expresara hermosamente en otra columna, “con un país y con un mundo en el que las diferencias raciales carezcan de importancia”. Pero hay que comenzar por no confundir el sueño con la vigilia, la ficción con la realidad.

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