Anticlimatic Trump
César Rodríguez Garavito December 9, 2016
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Trump’s electoral victory is anticlimatic in two ways, as I explained in another op-ed for Semana Sostenible.
Trump’s electoral victory is anticlimatic in two ways, as I explained in another op-ed for Semana Sostenible.
En el sentido de la palabra inglesa que vendría bien en español, fue anticlimática en cuanto decepcionante, culminando un año lleno de anticlímax políticos. Y en el sentido literal, va contra los esfuerzos globales, ya insuficientes y tardíos, por enfrentar el cambio climático.
Si quedaba alguna duda sobre esto último, fue despejada con la nominación de Scott Pruitt al cargo de director de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, equivalente al Ministerio de Medioambiente). Como procurador de Oklahoma, Pruitt lideró un movimiento de procuradores estatales para tumbar en las cortes las regulaciones de Obama que buscaban reducir las emisiones de carbono, limitando el uso de carbón y petróleo e incentivando energías limpias. Pero fue mucho más allá: trabajó tan de cerca con las empresas carboneras y petroleras, que The New York Times descubrió que algunos de los escritos jurídicos que envió a las cortes y a Washington habían sido copiados y pegados de documentos que le enviaba la industria. Industria que lo recompensó generosamente con donaciones para reelegirse en el cargo, y hoy celebra que vaya a llegar a Washington a negar el calentamiento global, desmantelar las regulaciones de Obama y retirar a EE. UU. del acuerdo de París.
No todo está perdido, como detallé en la columna de marras. Trump y Pruitt no tienen poderes ilimitados para regresar a Estados Unidos y el planeta al pasado, y con ello poner en jaque su futuro. Gracias al federalismo, estados líderes en las políticas contra el cambio climático y las energías contaminantes, como California y Nueva York, van a seguir adelante y pueden ser emulados por otros. Los expertos sostienen que las energías solar y eólica se están abaratando tan rápido que es posible que muchas empresas no vuelvan al carbón, no por razones regulatorias o ambientales, sino porque ya no será buen negocio. En la esfera global, China, India y otros países que se ahogan en esmog tienen razones propias para no dejar naufragar el frágil acuerdo de París.
Pero no hay que llamarse a engaños. Ahora es claro que EE. UU. será el antilíder del calentamiento global —o mejor, el líder anticlimático— justo en los cuatro (o aún peor, ocho) años que serán cruciales para desacelerar el crecimiento de emisiones de carbono que nos está llevando directo a los dos grados centígrados por encima de la temperatura previa a la revolución industrial. El resto del mundo, incluyendo los países amazónicos que prometieron parar la deforestación, tendrá que compensar el déficit de liderazgo. Y probablemente se multiplicarán las acciones directas, como la exitosa protesta de los pueblos indígenas y la sociedad civil de EE. UU. que detuvo el paso de un oleoducto por tierras indígenas en Standing Rock (Dakota del Norte) pocos días antes de la nominación de Pruitt.
Mientras en Standing Rock celebraban los protestantes, en Washington lo hacía la industria de combustibles fósiles. Un contraste que llegó para quedarse al menos por cuatro años penosos para el planeta.