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A few months ago I wrote a column proposing that an investigation on the writ for legal protection of fundamental rights be made. This in order to be certain about its problems and, in particular, to know about the true extent of erratic judgments and on the involvement of lawyers and judicial corruption.

A few months ago I wrote a column proposing that an investigation on the writ for legal protection of fundamental rights be made. This in order to be certain about its problems and, in particular, to know about the true extent of erratic judgments and on the involvement of lawyers and judicial corruption.

Hace algunos meses escribí una columna en la que proponía que se hiciera una investigación sobre la tutela que nos permita tener certeza sobre sus problemas y, en particular, sobre la verdadera dimensión de las decisiones judiciales erráticas, así como sobre la participación de abogados y funcionarios judiciales corruptos. Pues bien, Mauricio Rubio escribió hace poco un largo ensayo sobre la tutela, en donde responde a mi columna, diciendo que está bien que se haga dicha investigación, pero que no hace falta esperar a que eso ocurra para poder criticar la acción de tutela.

Según Rubio, existe evidencia suficiente para mostrar lo mal que funciona hoy en día la tutela. En sus propias palabras “La acción de tutela, a pesar de su popularidad, es burda, desorganizada, poco predecible, a veces desconcertante y está teniendo efectos indeseables sobre el entorno jurídico. En buena parte porque sigue hundida en la informalidad; es una especie de San Victorino de la justicia.” Para Rubio la tutela funciona como un bazar, en donde predomina la espontaneidad y el desorden y en “donde los errores no sólo se admiten sino que se toman como cuestiones leves e intrascendentales que se pueden corregir con rapidez siempre que estén al alcance de un gran número de usuarios dedicados a poner los programas a prueba en sus tareas cotidianas, a detectarlos y a sugerir correcciones.”

Adicionalmente, Rubio critica a quienes hemos defendido la acción de tutela (en particular a Rodrigo Uprimny y a mí) con el argumento de que nos negamos a ver esos errores y, por ello mismo, tenemos una visión idealizada de esta acción judicial.

Con ocasión de la publicación de ese artículo, la semana pasada Rodrigo Uprimny y yo nos reunimos con Mauricio Rubio y tuvimos una larga conversación sobre la tutela y sobre la justicia. Fue una charla interesante y amena en la que cada uno expuso sus puntos de vista. A pesar de nuestras diferencias (que todavía subsisten) la conversación sirvió para aclarar algunos puntos, para poner de presente algunos malentendidos y para identificar temas de acuerdo. No puedo entrar en los detalles de la charla (por falta de espacio) pero me gustaría resumir algunas pocas impresiones que yo saqué de esa conversación (no sé si Rodrigo y Mauricio las comparten).

1. En un país en donde se violan tanto los derechos y en donde los mecanismos políticos y sociales de protección son tan débiles, la tutela ha sido un alivio para una parte importante de la población.

2. No obstante, la tutela no ha estado exenta de abusos; sobre todo de abusos cometidos por abogados corruptos (parte importante de los problemas de la tutela proviene de la falta de regulación y de control que en Colombia existe de la profesión jurídica) por particulares avivatos, por jueces inescrupulosos o poco preparados, o por falta de regulación legal.

3. Hace falta una gran investigación empírica que muestre la dimensión real de los problemas de la tutela: ¿cuántas son las decisiones erráticas?; ¿cuánta es la corrupción?, etc.

4. No es conveniente que quienes creemos en los beneficios de la tutela adoptemos una actitud de “defensa de cuerpo”, frente a los problemas de la justicia (es posible que los casos de tutela que producen escándalo no sean simples “manzanas podridas”, como dicen en las Fuerzas Armadas o en la Iglesia cada vez que hay un escándalo).

5. Quizás el mayor problema de la justicia es su falta de transparencia frente a la opinión pública. Esto se manifiesta en la dificultad que existe hoy en día para obtener información básica sobre los jueces, sus hojas de vida y sus decisiones. En ningún ámbito judicial este mal es tan notorio como en el Consejo Superior de la Judicatura. Esta actitud (de alguna manera relacionada con una de las grandes virtudes que tiene la justicia en Colombia, como es la independencia) puede ser contraproducente para la justicia misma y, en todo caso, no es una actitud sana en un sistema democrático.

Ahora que logramos que la Justicia saliera avante de los ataques que sufrió durante los ocho años del gobierno del presidente Uribe, me parece que es hora de que asumamos una actitud más vigilante y crítica frente a la Justicia. Esa también es una manera de defenderla.

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