Education and Equity
Mauricio García Villegas December 6, 2014
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The Saber exam results 11 disclosures in the past weeks are not very encouraging.
The Saber exam results 11 disclosures in the past weeks are not very encouraging.
Y no lo son sobre todo cuando se les mira desde el punto de vista de la movilidad social y del derecho a la igualdad, que es el punto de vista que deben tener las autoridades públicas cuando piensan en la educación. No solo hay una brecha muy grande entre el campo y la ciudad, sino también entre los colegios públicos y los privados. En los 600 primeros colegios del país solo hay 34 oficiales y el mejor de ellos ocupa el puesto 86. Los 20 primeros colegios de Bogotá y Medellín son privados. A ciudades intermedias como Pasto, Ibagué o Bucaramanga les va un poco mejor, pero no tanto como para que la educación pública se imponga.
Estos datos corroboran lo dicho en otras investigaciones recientes sobre educación y clases sociales. Entre ellas quiero mencionar una hecha hace poco en Dejusticia y publicada con el título de Separados y desiguales. Allí se comparan los resultados del Icfes (hoy pruebas Saber 11) con la condición económica de las familias de los estudiantes. Los resultados son alarmantes: los estudiantes están, en términos generales, separados según la clase social a la que pertenecen. Los ricos estudian con los ricos en colegios privados, y los pobres con los pobres en colegios públicos: el 93% de los estudiantes de estrato 1 asisten a colegios públicos, mientras que el 98% de los estudiantes de estrato 6 asisten a colegios privados. Pero además de estar separados reciben una educación desigual: mientras que un estudiante promedio de, por ejemplo, estrato 1 que asiste a un colegio público obtiene un puntaje de 43,14 en el examen de Estado, un estudiante promedio de estrato 6 que asiste a un colegio privado obtiene un puntaje de 60,45.
John Roemer, profesor de la Universidad de Yale y experto en temas de igualdad de oportunidades, dice que en las sociedades donde la educación básica no es igual para todos, las personas son como jugadores de fútbol que compiten en una cancha inclinada. El equipo que tiene la inclinación en su contra puede tener el mismo talento y estar igual de empeñado que el otro, pero suele perder debido a que no alcanza a superar el efecto de la inclinación del terreno.
Jugar en un terreno inclinado es lo propio de una sociedad segregada, como ocurría en los Estados Unidos a principios del siglo XX con el color de la piel: los negros no solo tenían un acceso separado a los servicios públicos (transporte, baños, educación, etc.), sino que recibían un servicio de menor calidad. Algo muy parecido pasa en Colombia con la educación. Este hecho, sin embargo, no solo no produce la indignación que causan las imágenes de la segregación racial, sino que muchos en Colombia lo ven como algo normal e inevitable.
Pero de normal no tiene nada. Al contrario, debería movilizar políticamente a toda la sociedad. Tampoco es inevitable. Más aún, la segregación educativa parece haberse acentuado con el tiempo. Hace 40 o 50 años era común ver buenos colegios, públicos o privados, en donde había niños de todas las clases sociales. Eso ocurre todavía en muchos pueblos grandes y ciudades intermedias de Colombia. En las grandes capitales, en cambio, la clase alta, al ver el deterioro de los colegios públicos, ha creado su propio sistema educativo.
En los últimos años se han hecho esfuerzos importantes por ampliar y mejorar la educación pública. Pero hace falta, además, que esa educación sea la mejor, de tal manera que atraiga a los niños de la clase media alta y alta. La cancha no solo debe ser plana, sino que en cada equipo debe haber ricos y pobres. Eso no solo es justo, también es una buena educación para la democracia, el respeto y la tolerancia.