In this town, will something serious happen?
Ana María Ramírez March 15, 2018
AMR_Columna_Grave |
¿Por qué es más fácil sembrar miedo en los corazones que esperanza? Nos pasó en el plebiscito, nos pasó en la ola verde. No porque los que queremos un país mejor no seamos la mayoría, sino porque los otros son más efectivos con su ruido ensordecedor.
¿Por qué es más fácil sembrar miedo en los corazones que esperanza? Nos pasó en el plebiscito, nos pasó en la ola verde. No porque los que queremos un país mejor no seamos la mayoría, sino porque los otros son más efectivos con su ruido ensordecedor.
On Sunday I went out to vote. I got excited because it was a nice sunny day and because there were many people voting. I arrived at my assigned table, asked for my ballot, and voted. Soon, I began to hear shouting “Fraud! Fraud! Fraud!” A small group of people at my polling station were very upset because at some tables there was no ballot for the presidential candidate referendum. They showed their dissatisfaction with a defiant and incendiary attitude and managed to affect the environment. Yes, it is true that the National Registry made a HUGE mistake that must be analyzed and corrected, however the chain of immediate reactions generated a hostile environment that unnecessarily multiplied the effect of what happened.
No sé cómo explicarlo pero al mismo tiempo no pasó nada y sí pasó mucho. Después de salir de mi puesto de votación me sentí indispuesta y estoy segura que reacciones así hubo por todo el país y este malestar no sólo lo sentí yo.
La anécdota del pasado domingo en mi puesto de votación, me hizo pensar en el cuento de Gabriel García Márquez ‘Algo muy grave va a suceder en este pueblo’. El cuento comienza cuando una ‘señora vieja’ mientras sirve el desayuno a sus hijos, con una ‘expresión de preocupación’, afirma: “- No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo.” La historia continúa con que el hijo de la señora sale a ‘jugar una carambola’ y al perder dice: “Me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi madre esta mañana sobre algo grave que va a suceder a este pueblo.” Luego, el carnicero dice: “- Lleve dos [libras de carne] porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se están preparando y comprando cosas.” El cuento sigue y sigue así hasta que termina en que “llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo, que todos están desesperados por irse (…) Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio, clamando: -Yo dije que algo muy grave iba a pasar, y me dijeron que estaba loca.”
Conozco el cuento porque hace unos años mi papá, en honor a García Márquez, hizo su propia versión. Después de lo que pasó en mí puesto de votación y con la fuerte incertidumbre y desasosiego que se siente el país, me quedo con su versión:
Como todas las mañanas de domingo, toda vestida de negro, Mamá Úrsula salió apresurada de su casa. No había alcanzado a anudar su pañoleta y la brisa fresca de septiembre se la arrebató de la cabeza. “¡Caramba!” pensó la anciana enojada mientras se agachaba con dificultad para recuperar su prenda. Cuando se levantó notó algo que brillaba fuertemente en el suelo. “¡Una moneda de centavo!” exclamó y la guardó en un bolsillo de su suéter negro. Siguió caminando pero de repente se detuvo, dio media vuelta y regresó a su casa.
Unos minutos después, los vecinos la vieron salir de nuevo. Esta vez iba vestida con uno de sus trajes más alegres y coloridos. Cuando le preguntaron por qué estaba tan feliz, Mamá Úrsula respondió: “¡Hoy va a pasar algo muy bueno en este pueblo!” Los vecinos quedaron muy sorprendidos y decidieron que ellos no se iban a quedar atrás, así que entraron a sus casas y se pusieron también sus mejores trajes. A todo el que preguntaba le explicaban que algo muy importante iba a ocurrir en el pueblo y que todos debían estar preparados.
Muy pronto todos en el pueblo se enteraron del rumor de que algo bueno iba a pasar ese día. La gente arregló los jardines, barrió el frente de sus casas y recogió toda la basura. Todos empezaron a ayudarse unos a otros y cada calle competía con las demás para ver cual era la más limpia y la que estaba más alegremente decorada. Don Aureliano sacó su acordeón y empezó a buscar a otros para que lo acompañaran. Quería organizar una orquesta y necesitaba saber quiénes podían tocar instrumentos o cantar.
Resultaron muchísimos músicos por todas partes y todos comentaron que nunca se habían imaginado que existía tanto talento en el pueblo. Las señoras decidieron que para una fecha tan importante, tenían que preparar las mejores tortas y manjares. Así que se pusieron en la tarea de rescatar todas las recetas que nunca habían probado y a compartirlas con las demás. De todas las casas salían aromas exquisitos y la gente que pasaba se detenía en cada puerta para preguntar qué estaban cocinando. Muy pronto se alistaron mesas con manteles de cuadros en las plazas y en los parques. Todo el pueblo se alistó para la más grande celebración de su historia.
Al atardecer, la música y la alegría habían invadido hasta el último rincón del pueblo. Todo el mundo bailaba y cantaba. Muchos vecinos que jamás se habían saludado, empezaron a hablar de muchas cosas y encontraron que tenían en común más de lo que se imaginaban. Un gran espíritu de amistad y de cordialidad llenó todos los corazones hasta muy tarde en la noche.
Desde la ventana de su casa, Mamá Úrsula observaba emocionada todo lo que ocurría en el pueblo. Cerrando la ventana se dirigió a su cama y antes de acostarse pensó: “Tenía razón. ¡Algo muy bueno iba a pasar hoy en el pueblo!”
¿Por qué es más fácil sembrar miedo en los corazones que esperanza? ¿Por qué no somos capaces de difundir las cosas que hacen felices y alegres a los demás y en cambio nos regocijamos en ser mensajeros de la desazón y la intranquilidad?
Tal vez es porque es más fácil encontrar lo malo de una situación o de una persona, que rescatar lo positivo. Sucede en cada conversación. Si narras una historia de un malestar que tienes, enseguida todos tus interlocutores encontrarán historias similares y cada uno competirá por ganarse la atención con la historia más desgraciada. “¡Eso no es nada! A mí me pasó…” En cambio, tu cuento acerca de tus motivos para estar feliz o esperanzada no tendrá mucho interés.
Nos pasó en el plebiscito, nos pasó en la ola verde. No porque los que queremos un país mejor no seamos la mayoría, sino porque los otros son más efectivos con su ruido ensordecedor. Además, vale decir que el Estado no puede ‘dar papaya’ en este ambiente polarizado y violento, es necesario evitar y prevenir cualquier escándalo que cuestione la legitimidad de los resultados electorales.
Tal vez llegó la hora de ser furiosa y ruidosamente creyentes de que “en este pueblo… ¡algo bueno va a pasar!”.