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Promiscuity, instability, pedophilia, HIV, among other opinions, threathen the LGBTI community members’ lives and exercise of rights.

Promiscuity, instability, pedophilia, HIV, among other opinions, threathen the LGBTI community members’ lives and exercise of rights.

Que los gais son más promiscuos, que no son estables, que son violadores, que a todos los violaron, que son drogadictos, que tienen VIH, que están enfermos, que son proclives al suicidio… y muchas más de estas opiniones, propias de la condición humana y no de la orientación sexual, son prejuicios atribuidos al colectivo LGBTI. Los activistas y la Corte Constitucional han tratado de desmitificar estas letras. Aun así, falta. 

Los prejuicios son opiniones preconcebidas que generalizan y desaparecen al individuo en historias únicas sobre un grupo de la sociedad. Provienen del desconocimiento, la desconfianza o el miedo a lo diferente. Muchas de estas ideas se han dirigido por siglos  hacia las personas LGBTI, se han afincado como irrefutables y generado distintos tipos de violencia que han cobrado un sinnúmero de vidas y amenazado de forma constante el ejercicio de sus derechos. 

El debate en boga sobre si pueden o no adoptar las parejas del mismo sexo lastimosamente parece estar lleno de estos prejuicios. Pero el punto es que no son más que eso, prejuicios. No existe un solo argumento que demuestre mínimamente que tener una sexualidad diversa deriva en los comportamientos aludidos.

Por ejemplo, el concepto dado por la Universidad de la Sabana a la Corte Constitucional sobre adopción homoparental señala que, además de ser la homosexualidad una enfermedad, entre las consecuencias que los niños de estas familias experimentan están la baja autoestima, la inseguridad, la drogodependencia, las disfunciones alimentarias, el fracaso escolar, etc. Por supuesto, las valoraciones personales y no científicas detrás del concepto lo hicieron insostenible. El rector de la Sabana tuvo que retractarse y pedir a la Corte no usarlo en el fallo.

Las opiniones de este concepto que comparte una gran parte de colombianos ya han sido refutadas científicamente. Dar este debate de nuevo es como volver a la discusión de si las mujeres pueden o no votar. Desde hace cerca de 50 años la Asociación Americana de Psicología viene diciendo que la homosexualidad no es una enfermedad. Este mismo concepto lo reiteró la OMS hace 25 años. Así mismo, varios estudios de universidades colombianas y el “metaestudio” de instituciones rigurosas académicamente como las asociaciones americanas de psicología, pediatría y psicología señalaron que las personas criadas por parejas homosexuales tienen el mismo desarrollo que aquellas criadas por parejas heterosexuales. 

Por supuesto que existen riesgos de que los niños y niñas adoptados vivan en hogares no muy adecuados para la crianza compuestos por parejas homosexuales, pero son los mismos riesgos que corren en familias heterosexuales. Lo importante es que la elección de los padres y las madres cumpla los requisitos previstos por la ley.

 

El 18 de febrero el conjuez y la Corte Constitucional deben dar a conocer el sentido del fallo sobre adopción por familias homoparentales. Esperemos que, aunque los colombianos sigamos luchando contra nuestros prejuicios –pues toma un buen tiempo quitarnos esas ideas y acostumbrar el ojo a otras estéticas–, el derecho vaya más allá y en vez de reproducirlos sepa enseñarnos cómo superarlos.

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