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Given the inability of the national government to organize development in order to make mining compatible with the environment and other economies, popular consultations are a democratic step to try to do so.

Given the inability of the national government to organize development in order to make mining compatible with the environment and other economies, popular consultations are a democratic step to try to do so.

With Pijao (Quindío) and Arbeláez (Cundinamarca), there are seven municipalities that have voted “no” to the exploitation of metals or oil in their territories. They are joined by other 44 that are convening similar popular consultations and municipalities like Jericó and Támesis (Antioquia), whose councils prohibited the mining of metals to protect the environment and agriculture.

 

 

En otras columnas he explicado cómo la Constitución, la ley y los fallos de la Corte Constitucional han dejado claro que esas medidas son legales y obligatorias para el Gobierno Nacional. Con la ola de consultas, se va despejando el debate jurídico y va surgiendo la discusión más compleja: ¿cuál es el significado político de las consultas? ¿Qué dicen sobre el futuro del modelo económico nacional? ¿Qué viene para los municipios y las comunidades después del “no”?

Como sucede con alguna frecuencia, muchas partes en el debate tienen más argumentos jurídicos que respuestas y alternativas frente a esas preguntas difíciles. Los críticos de las consultas han tendido a desconocerlas. Los partidos tradicionales descalifican las consultas porque no pueden controlarlas: como no hay puestos por repartir, las maquinarias políticas no funcionan como de costumbre y la gente vota motivada por razones de fondo (como proteger el agua), todo lo que cual explica las mayorías contundentes por el “no”. El Gobierno, el gremio minero y algunos opinadores lamentablemente han optado por descalificar a los votantes como si fueran miles de desinformados o “ambientalistas extremos”, preocupados solo por su jardín y miopes frente a la necesidad de ingresos por regalías.

La alternativa de los críticos es más de lo mismo: una economía y un presupuesto público del siglo XIX, sujetos a la suerte de los precios de los minerales y el petróleo. Lo dijo por estos días el economista Jeffrey Sachs, no precisamente un ambientalista extremo: “Eso no es crecimiento, sino bonanzas de precios o vacas flacas”.

Los alcaldes y movimientos que impulsan las consultas sí tienen propuestas en mente: ecoturismo, pago por servicios ambientales, agricultura sostenible, y departamentos y asociaciones de municipios que le apuesten a la conservación y la educación, como en Costa Rica. Pero algunos promotores de las consultas han tendido a perder de vista esas alternativas, porque sus esfuerzos se han tenido que concentrar en defender su derecho a votar.

Tomando en préstamo el título del libro de Naomi Klein, creo que decir “no” no es suficiente. Aunque haya sido casi la única opción ante la renuencia del Gobierno Nacional a concertar con los municipios, la negativa debería ser un primer paso hacia una alternativa económica local. Por eso es alentador que otros municipios, como los quindianos, estén convocando a sus ciudadanos a votar por preguntas que mencionan tanto la prohibición de algunas formas de minería como la promoción de otras actividades económicas.

Ante la incapacidad del Estado nacional de ordenar el territorio para hacer compatible la minería con el medioambiente y otras economías, las consultas son un paso democrático para intentarlo. Pero para avanzar habrá que combinar el voto de protesta con el voto de propuesta.

Of interest: Medio Ambiente / Minería

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