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In the face of expansive palm oil plantations, rural communities demand food sovereignty. 

In the face of expansive palm oil plantations, rural communities demand food sovereignty. 

La mayoría de nosotros guardamos tristemente en nuestra memoria las aproximadamente 70 personas que los paramilitares degollaron, decapitaron y asesinaron en el Salado. La matanza de los 12 campesinos en la vereda de las Brisas. El desplazamiento de toda la comunidad de Mampuján y la espeluznante noche sin luz de Chengue en la que con morteros y machetes 30 hombres fueron asesinados. Toda esta violencia que hace parte de la historia del departamento de Bolívar y sus alrededores, hoy deja ver sus consecuencias en el despojo de tierras y el cultivo extensivo de la palma de aceite.

Pedro, un líder comunitario del municipio de María la Baja, tiene puesta una camiseta que dice “cultivar alimentos es cosechar la paz”. Está en frente de un auditorio y suda mientras nos explica que el cultivo extensivo de la palma en la región los pasó “de propietarios a jornaleros.”

Desde los 70s, tal como lo relata Verdad Abierta en su blog ¿cómo se fraguó la tragedia en los montes de maría?, las tierras de esta zona eran de quienes las habían labrado por años. Pero como un sacudón que irrumpe y fractura, el conflicto armado llegó. Sus parcelas entraron en quiebra y, en términos muy resumidos, el miedo y la presión de las guerrillas y los paramilitares fue desplazando a sus habitantes. En ese justo momento aparecieron los empresarios, avalados por el gobierno, con la palma de aceite para el desarrollo del crudo y la producción de biodiesel.

Pedro se refiere a este momento como a “una estrategia montada”. Mientras la gente se desplazaba por la amenaza de los grupos armados a finales de los 90s, los palmicultores compraban la tierra dando paso a sus cultivos extensivos de palma. Los pobladores, según un estudio de Indepaz, señalan que las 6.820 hectáreas que para el 2013 estaban sembradas, hoy se reflejan negativamente en la escasez e incremento de los precios de los alimentos de pancoger. Parece una contradicción que en una de las zonas más fértiles de Colombia la gente empiece a tener hambre.

Además de estar en riesgo la soberanía alimentaria, es decir, su derecho a definir de qué se alimentan y cómo, los habitantes de la región nos comentan que el problema ambiental de la contaminación del agua es bastante grave. Los embalses construidos desde la mitad del siglo XX para los cultivos de sus alimentos ahora están al servicio casi exclusivo de la palma y, debido a los químicos y desechos que dejan este tipo de megaproyectos, el agua se está contaminando.

Vamos terminando el recorrido por la zona de María la Baja y el paisaje que antes estaba coloreado de arroz, plátano, yuca y maíz, ahora solo es palma, palma y palma. Los campesinos y campesinas de la región piden que se inicie un debate público especialmente sobre su soberanía alimentaria, con diferentes autoridades como el Ministerio de Agricultura, el INCODER, la Gobernación de Bolívar, las administraciones municipales y los empresarios que impulsan el monocultivo de palma de aceite. Están convencidos de que la paz no llega ni con hambre ni con sed.

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