The Amazon is burning
Diana Rodríguez April 16, 2018
Diana Rodriguez - Helena Duran - Columna - Amazonia |
Part of the solution lies in achieving greater effective control in the territory and economic incentives aligned with conservation. There is not a reason or actor that is single-handedly responsible for what is happening. And although neither the burning nor deforestation are totally new, today they are out of control.
Part of the solution lies in achieving greater effective control in the territory and economic incentives aligned with conservation. There is not a reason or actor that is single-handedly responsible for what is happening. And although neither the burning nor deforestation are totally new, today they are out of control.
We have seen photos and videos, read many news and frightening reports. Deforestation is advancing at a incredibly fast pace and there is little that the government has been able to do to control it. Even the Minister of Environment recently acknowledged, with resignation, that we would not achieve the Paris Agreement goal of zero net deforestation in the Amazon by 2020.
Las alarmantes noticias han hecho que la ciudadanía, impotente, le reclame y exija al gobierno que haga algo, que detenga los incendios, que proteja uno de los pulmones más importantes del mundo.
De hecho, en un fallo histórico, el pasado 5 de abril la Corte Suprema de Justicia concedió una acción de tutela a 25 jóvenes menores de 25 años representados por Dejusticia, en la que participamos, por considerar que sus derechos a la vida, el agua, y la salud, entre otros, están siendo vulnerados por la deforestación y el cambio climático, y ordenó al gobierno presentar un plan serio para controlar la deforestación en cuatro meses.
La indignación, y el sentido de alarma son entendibles, pero hay que ir un paso más allá y hacerse tres preguntas: las razones de los incendios, las causas que llevan a que un potrero seco y desértico, con un par de vacas, sea más atractivo que un opulento bosque rico en recursos naturales y las posibles acciones a tomar.
Parte de la solución está en lograr un mayor control efectivo en el territorio e incentivos económicos alineados con la conservación.
No hay una única razón ni un solo actor responsable por lo que está pasando. Y aunque ni las quemas ni la deforestación son totalmente nuevas, hoy están fuera de control.
Una de las cosas que queda clara es que las advertencias que se hicieron desde varias orillas sobre los riesgos que el fin del conflicto podía traer para el medio ambiente se están materializando. No es coincidencia que los municipios que abandonaron las Farc sean ahora los principales focos de deforestación: San Vicente del Caguán, antiguo fortín de la guerrilla, concentró el 21 por ciento de las alertas de deforestación del último trimestre.
Sin el control ejercido por las Farc, que si bien deforestaban también ejercían un control disuasivo a estas actividades, amplias extensiones cubiertas de bosque quedaron “disponibles” para actividades económicas, o, simplemente para el acaparamiento y engorde.
A esto se suma que la presencia del Estado en estos territorios es débil y la amplia extensión y baja densidad poblacional hacen que dificultan un control efectivo.
Falta de incentivos
También hay un problema de incentivos económicos. Hoy impera la idea de que para ser reconocido como propietario de un terreno hay que talar el bosque que crece sobre el mismo. Este raciocinio, que a primera vista parece irracional, tiene su fundamento.
En efecto, si un terreno ubicado en un área de reserva forestal (creada por la Ley 2 de 1959) es talado, es más probable que pueda ser sustraído de la reserva, y por ende, que se pueda reconocer algún tipo de dominio sobre el mismo. En cambio, es difícil que un terreno con bosque sea sustraído de la reserva lo que imposibilita que se reconozca la propiedad sobre el mismo.
En el Guaviare, foco de deforestación, hay una gran expectativa de que el gobierno sustraiga buena parte de la reserva forestal que ha sido talada, y los terrenos talados se ven por un valor mucho mayor que los terrenos con bosque.
En esa medida, la idea de que la tierra no es productiva, y no puede pertenecer legalmente a nadie, si hay un bosque encima, incentiva buena parte de la deforestación.
Igualmente, hay otras expectativas que entran en juego y afectan los incentivos. La famosa vía marginal de la selva, que pretende conectar Ecuador, Colombia y Venezuela, en busca de una salida por vía terrestre desde el Pacífico hasta el Atlántico, sin cruzar la cordillera de los Andes, ha llevado a que varios colonos se asienten al borde de la carretera, en donde más se valorizaría la tierra.
También hay que entender que, en algunos casos, la tala y la quema hacen parte de un sistema agrícola eficiente, en donde se despeja el bosque para cultivar por un período corto de 2 años y luego se deja descansar por un período bastante largo (50 años).
De este sistema han vivido varias comunidades, por lo que puede ser erróneo estigmatizarlas y ver lo que está pasando como un fenómeno criminal reciente.
El problema, no obstante, es que parece ser que quienes están quemando la tierra no lo hacen para quedarse a cultivar allí, sino que suelen venderla (a un mejor precio que si tuviera bosque) a otros, que la usan para actividades como la ganadería extensiva, los monocultivos, o actividades ilícitas como la minería o el narcotráfico.
Entonces, para empezar a frenar el problema de deforestación en la Amazonía se requiere mayor control en el terreno y un cambio de incentivos económicos.
En primer lugar, las vastas extensiones de tierra requieren de un aumento en el pie de fuerza. Una posibilidad es que parte de los recursos económicos y humanos que estaban destinados a las fuerzas militares para combatir a la guerrilla sean destinados a controlar la tala ilícita en esta región.
Otra posibilidad es emplear a los desmovilizados de las Farc, que conocen ampliamente el territorio, para que ejerzan control sobre el área. Ante la ausencia de proyectos productivos en marcha y el hecho que los subsidios a los más de 6000 desmovilizados se acaben en junio, una alternativa es vincularlos con la protección de parques nacionales, ríos, bosques o ecosistemas estratégicos.
Este esquema se ha implementado exitosamente en escenarios de posconflicto como el de Mozambique en donde los excombatientes fueron empleados como guardaparques y ayudaron a restaurar el principal parque nacional del país que había sido gravemente afectado por el conflicto.
En segundo lugar, necesitamos cambiar los incentivos. Deben existir e implementarse más incentivos económicos para conservar el bosque, como el pago por servicios ambientales o programas de aprovechamiento sostenible de la biodiversidad.
También podría reevaluarse la política de adjudicación de tierras dentro de zonas de reserva forestal para que un terreno deforestado no sea más fácil de adjudicar.
Ante el avance de las llamas, y el llamado de la Corte Suprema al Gobierno para actuar frente a la deforestación, dos alternativas posibles serían el aumento del control físico en la Amazonía y un cambio en los incentivos para que proteger el bosque sea más rentable que incendiarlo. Solo con medidas como estas evitaremos que las llamas consuman la amazonía.