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In Colombia, although the intelligence law prohibits telephone tapping since 2013, an wrong interpretation would seem to force providers, such as WhatsApp or Telegram, to provide “any other information that contributes” to the user’s location.

In Colombia, although the intelligence law prohibits telephone tapping since 2013, an wrong interpretation would seem to force providers, such as WhatsApp or Telegram, to provide “any other information that contributes” to the user’s location.

On November 1, 1865, the first Colombian telegram was sent. It contained a message of public interest: “The electric telegram has climbed the Colombian Andes and sends its first greeting to the worthy president of that Republic.” Since the invention of the telegram worked well, it was expanded to cover personal communications, which in turn were protected by the inviolability of correspondence. Today, the company Telecom no longer exists, but there is Telegram, a company that offers private communication services similar to WhatsApp. Telegram was fined last month in Russia for not allowing Putin’s government access to the data and content of its users’ communications, as there was no order from a judge. Should we worry about this in Colombia?

 

Depende. Hay quienes dicen que el que nada debe nada teme y no les importa que prácticamente les chucen sus celulares. De manera equivalente, estas personas casi parecen pensar que como no tienen nada para decir, no les importa tampoco la libertad de expresión. Pero en la práctica, todo el mundo tiene cosas que quiere mantener privadas o anónimas: el periodista que quiere proteger sus fuentes, el activista de derechos humanos que es visto y perseguido como enemigo y quiere protegerse, la empresaria que está preparando su estrategia para comprarle el negocio al vecino, el que compra con su tarjeta de crédito por internet o incluso y sobre todo quién comparte cosas privadas como sus costumbres sexuales o su lista de amigos. No en vano la inviolabilidad de correspondencia está protegida en la Constitución.

En Colombia podríamos pensar que el problema de Telegram, que usa un servicio de cifrado de punto a punto como WhatsApp, está anulado porque nuestras normas atrasadas prohíben enviar mensajes cifrados o ininteligibles por equipos de comunicaciones que usen el espectro electromagnético, lo que conllevaría la prohibición de WhatsApp. Pero esa prohibición de encriptar es un canto a la bandera porque el poder normativo de lo fáctico se ha impuesto en beneficio de los 15 millones de usuarios de WhatsApp en Colombia que valoramos este tipo de comunicación (hasta el fiscal ha dicho que usa el chat de WhatsApp que es encriptado).

Lo que sí nos debe preocupar es el riesgo que tenemos esos 15 millones de colombianos de que nuestra información sea exigida a WhatsApp sin que un juez lo autorice. Es decir, que prácticamente podamos ser chuzados sin que exista ningún tipo de control judicial. En Colombia, aunque la ley de inteligencia prohíbe las chuzadas desde 2013, por una interpretación equivocada parecería obligar a proveedores, como WhatsApp o Telegram, a suministrar “cualquier otra información que contribuya” a la localización del usuario. Y hasta aquí, sin hablar de que en el cifrado punto a punto el proveedor no tiene la clave para desencriptar la información individual, por lo que para responder a la petición del Gobierno tendría que darle unas “llaves traseras” al sistema, lo que técnicamente pone en riesgo la seguridad de todos los usuarios del servicio porque daña el cifrado.

Siendo así, da igual si es Telegram o WhatsApp, porque una mala interpretación de las normas colombianas sería nefasta: si el proveedor de comunicaciones no quisiera darle información al DAS, que ahora se llama DNI, podría verse ante la disyuntiva de aceptar poner en riesgo las comunicaciones de 15 millones de colombianos o tendría que someterse a diferentes sanciones como la multa.

¡Estaríamos muy mal en Colombia si comenzáramos a parecernos a Rusia!

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