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In this country economic development, as almost everything else, is uneven.

In this country economic development, as almost everything else, is uneven.

EN ESTE PAÍS EL DESARROLLO ECOnómico, como casi todo lo demás, es disparejo.

El Chocó y el Quindío son dos departamentos vecinos, pero entre ellos hay una diferencia tan grande como entre Haití y Uruguay. Pero incluso en las regiones que se consideran desarrolladas, existen grandes contrastes. En el llamado “triángulo de oro colombiano” (entre Bogotá, Cali y Medellín), allí donde se concentra el 56% de la población, el 76% del PIB y el 75% del comercio, en ese triángulo dorado, digo, hay una especie de agujero negro por donde el desarrollo desaparece.

Me refiero al territorio montañoso comprendido entre los ríos Magdalena y Cauca y entre el sur del departamento de Antioquia y el norte del departamento de Caldas. Esta era, hace ochenta años, una de las regiones más prósperas del país. Testigo de ello es la belleza de la arquitectura republicana de sus cuatro pueblos más importantes: Sonsón y Abejorral del lado antioqueño; Aguadas y Salamina del lado caldense. Estos pueblos fueron protagonistas de la colonización antioqueña, de la agroindustria cafetera de mediados del siglo XX y del avance de lo mejor (ha habido tanto de lo peor) de la cultura paisa. Hoy, sin embargo, están abandonados a su propia suerte y apenas sobreviven a sus glorias del pasado.

El deterioro de esa zona tiene mucho que ver con su aislamiento. Las montañas que circundan esos pueblos están conectadas por las mismas carreteras que fueron construidas a mediados del siglo pasado. La vía entre Sonsón y Aguadas está cerrada hace más de tres meses. La carretera que conecta a Aguadas con Medellín y que pasa por la orilla del río Arma, es una trocha por la que no se puede transitar a más de 15 kilómetros por hora. El viaje entre Medellín y Manizales por el norte de Caldas tarda cerca de nueve horas, más de lo que tardaba hace cuarenta años. Si se tienen en cuenta las posibilidades de cierre de esta vía, hacer el viaje a caballo no es una mala opción.

Es verdad que el invierno ha empeorado el estado de estas carreteras. Pero hay causas más lejanas y menos fáciles de disculpar, como el clientelismo de la clase política de ambos departamentos, sobre todo el caldense, cuyos niveles de corrupción sólo se superan en algunos sitios de la Costa Atlántica. Caldas fue manejado durante más de treinta años por una coalición bipartidista liderada por los senadores Ómar Yepes y Víctor Renán Barco, que desangró las finanzas públicas, acabó con el pasado pujante, y hasta glorioso, que tuvo alguna vez este departamento. No tengo espacio para entrar en detalles, pero los invito a leer un resumen de la triste historia política de Caldas en un informe reciente publicado en La Silla Vacía (http://www.lasillavacia.com/historia/3816).

En cuanto a la clase política antioqueña sólo digo esto: si la construcción de vías en este departamento obedeciera más a las leyes de la geometría y menos a las leyes del gamonalismo, la “autopista” Medellín-Bogotá pasaría hoy por Sonsón y no por Puerto Triunfo.

Uno puede aceptar que el país tenga zonas estancadas. Lo que es difícil de entender es que pueblos que eran prósperos se encaminen hoy hacia el subdesarrollo. Eso es aún más imperdonable en el caso del norte de Caldas y del sur de Antioquia, en donde todavía prevalece un modelo de desarrollo fundado en la pequeña propiedad agraria; un modelo que si bien se ha venido a menos a causa del auge de la ganadería y de la minería, es mucho más equitativo, más democrático y más cívico.

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