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Some readers, like the op-ed writer Daniel Mera, attacked my recent op-ed about South Africa and Colombia, in which I argued that it is contradictory to admire Mandela and the South African transition and consider unacceptable the agreement about justice and victims between the FARC and the government.

Some readers, like the op-ed writer Daniel Mera, attacked my recent op-ed about South Africa and Colombia, in which I argued that it is contradictory to admire Mandela and the South African transition and consider unacceptable the agreement about justice and victims between the FARC and the government.

Supuestamente yo habría incurrido en la “falacia de falsa analogía” al ignorar protuberantes diferencias entre el conflicto sudafricano y el colombiano.

Esa objeción es infundada pues, como lo mostraré posteriormente, esas diferencias, que no ignoré, eran irrelevantes para el propósito de mi analogía; pero la crítica es útil para mostrar la naturaleza y utilidad de una analogía, y defender la que hice entre Colombia y Sudáfrica.

Una analogía consiste en asimilar para ciertos propósitos dos cosas o situaciones A y B, que son semejantes pero distintas, por lo cual comparten ciertos rasgos, pero se diferencian en otros, pues si compartieran todos los rasgos serían la misma cosa o situación y no habría analogía sino identidad. Toda analogía es entonces imperfecta pues deja de lado ciertas diferencias y enfatiza ciertas similitudes.

La analogía es entonces buena si los elementos comunes entre A y B son más relevantes que las diferencias. La dificultad reside en que la relevancia no depende de la magnitud de las diferencias o de los elementos comunes sino del propósito que se busca, pues es la finalidad de la analogía la que define qué es lo relevante.

Un ejemplo: una de las analogías más fructíferas de la ciencia es el modelo atómico de Rutheford y Bohr, quienes asimilaron el átomo al sistema solar. Alguien podría criticarlos diciendo: “qué brutos, ¡cómo pueden asimilar algo tan pequeño como un átomo a algo tan grande como el sistema solar!”. Pero este crítico no habría entendido que estos científicos no pretendían comparar el tamaño de estas cosas sino su estructura y dinámica. Y que para ese propósito la analogía es fructífera pues permite imaginar que un átomo tiene un gran “sol” o núcleo de protones y neutrones, en torno al cual giran a gran distancia los pequeños “planetas” o electrones.

Mi columna no pretendió comparar los conflictos sudafricano y colombiano. Tengo claro que son conflictos muy distintos, como expresamente lo dije. Mi finalidad era otra: debatir si, a pesar de esas diferencias, las dos transiciones enfrentaron dilemas semejantes frente a la justicia transicional. Y desde esa perspectiva, las similitudes son más relevantes que las diferencias pues i) ambas son transiciones negociadas, para ii) salir de una situación atroz y en donde iii) la búsqueda de una justicia punitiva total pone en grave riesgo la transición negociada. Y por eso mantengo la conclusión: si alguien defiende la justicia punitiva y está contra la impunidad, entonces no puede éticamente admirar a Mandela y la transición sudafricana, pero condenar el acuerdo de justicia entre las Farc y el Gobierno, que es más exigente en términos de justicia punitiva que la fórmula adoptada en Sudáfrica.

Of interest: Posconflicto

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