A year after the plebiscite, we learned the hard way
Isabel Pereira Arana October 6, 2017
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We learned the hard way about a country with very few bridges between different sectors. It is still necessary to defend the progress of the Peace Agreement: it is a remarkable success that today, there are 7,132 fewer weapons in our country, and that in the last ten months, there have been no registered victims from FARC actions.
We learned the hard way about a country with very few bridges between different sectors. It is still necessary to defend the progress of the Peace Agreement: it is a remarkable success that today, there are 7,132 fewer weapons in our country, and that in the last ten months, there have been no registered victims from FARC actions.
Sunday, October 2nd, 2016 dawned with rarefied and rainy air. Bogotá also felt the blows of Hurricane Matthew, which hit the Caribbean on those dates. In my mind, everything was clear in that moment: the ‘No’ would win. I concluded it after a quick pragmatic calculation: the ‘No’ voters are more disciplined than the ‘Yes’ voters; the ‘No’ voters are convinced, while several voters on the ‘Yes’ side are undecided. In general, there is an inclination towards abstention and not towards electoral discipline. On a rainy Sunday, October 2nd was against us.
Los días que antecedieron ese domingo fueron anti-climáticos en el lado del ‘Sí’. El día de la transmisión en vivo de la firma del Acuerdo de la Habana en Cartagena, la Plaza Bolívar estaba tímidamente poblada, como si hubiera un temor en el aire a decir realmente de qué lado se estaba.
Las semanas previas al plebiscito fueron anhelo, ansiedad, y cansancio. Trabajamos dedicados y nerviosos, procurando detallar, explicar, ampliar información, desmentir las cadenas engañosas que circulaban. Hacíamos campaña por el ‘Sí’, agotados por sentir que no debería ser tan difícil tener que convencer a alguien de que una salida negociada del conflicto era el mejor escenario posible en las condiciones que teníamos. Voté intranquila. Pasaban por mi cabeza todos los errores cometidos en la campaña, los que nos faltó convencer, los puentes que no tendimos. Pasaba por mi cabeza la anticipación a las consecuencias del ‘No’.
Hoy recordamos colectivamente nuestra vivencia del 2 de octubre. En una familia se consiguieron tres votos, en otra alguien consiguió 15 votos. Una colombiana radicada en Italia viajó desde las 5 a.m. en tren para poder llegar al puesto de votación, ejercer como jurado y aportar su voto por el ‘Sí’. Las familias se unieron o se enemistaron. En algunas, solo había un entusiasta que pasaba por intenso haciendo campaña, cuando a los demás les tenía sin cuidado el Proceso de paz. En esas familias no se consiguieron votos. En otras, las discusiones se volvieron tan amargas que se tuvo que decidir no hablar del tema.
Una vez se conocieron los escrutinios, empezó la avalancha de reacciones. Mientras en Medellín se escuchaban los gritos de la victoria, en la intimidad de muchos hogares había lágrimas, silencios cargados de miedo y muchas preguntas. Un amigo acababa de regresar de España para radicarse de nuevo en el país justo ese día y, tras pasar toda la tarde viendo los boletines, fue perdiendo poco a poco el entusiasmo y pensando que quizá hubiera sido mejor quedarse afuera. Una amiga en Chile me contó que, habiendo viajado seis horas para votar, se quedó dormida mientras veía los escrutinios y al despertar, ya había ganado el ‘No’. Pero siempre hay quien gana. Alguien me contó que, aunque estaba a favor del ‘Sí’, apostó en contra y ganó 300 mil pesos.
Para muchos de nosotros, que llevamos a lo sumo cuatro periodos electorales votando, fue el momento político de mayor emoción y pasión. Fue ilusión y luego fue el avance de la triste incertidumbre. Llamarle ‘plebitusa’ a la sensación que nos sobrecogió las siguientes semanas no fue un dramatismo, sino lo que realmente sucedía con nuestras emociones: rabia, dolor, negación, aceptación, miedo. Me decían, por ejemplo, “mi gran desazón el 2 de octubre de 2016 a las 5 de la tarde era pensar que en mi país resultaba más fácil vender un escenario con mayor incertidumbre que el de la paz.” Otros hablábamos con amigos en el exterior, intentando explicar lo que ni siquiera nosotros mismos entendíamos bien. ¿En qué fallamos? ¿Pudimos haber hecho más campaña, con más gente? ¿Acaso nos confiamos en la obviedad de un sí? ¿Se sostendrá el cese bilateral al fuego? ¿Qué tanta culpa tuvo el huracán? ¿Qué viene ahora? En ese momento nos motivamos a tomarnos las calles como ejercicio de catarsis y de movilización, luciendo el blanco de la paz y clamando por la no ruptura del Proceso. Al menos, eso dio esperanza en medio del pesimismo que nos rondaba, pues en medio de todas las preguntas, la única certeza que quedaba era darle el ‘Sí’ a la paz.
A un año de la plebitusa, el dolor aún persiste pero ya se ha vuelto manejable. A las malas, aprendimos sobre el país con el que hay pocos puentes, comprendimos nuestros errores y entendimos que no todo era claro ni cierto. A un año de la plebitusa, aún nos duele el 2 de octubre, pues pensamos todavía con anhelo en el escenario contrario que le hubiera dado un espaldarazo a la salida negociada al conflicto. Los mismos que lloramos y gritamos cuando vimos que ganó el ‘No’, debemos seguir trabajando por la apuesta de la paz, pues es aún más necesario que en el 2016. Hoy, de cara a las elecciones de 2018, con muchos pendientes por hacer para implementar el Acuerdo firmado en el Teatro Colón, no es momento de confiarnos en que las cosas seguirán sin una defensa ciudadana de los más de 6 milones de personas que le dijimos ‘sí’ a este proceso de paz.
La derrota del 2 de octubre quitó impulso y a muchos esta decepción les hizo aislarse de la movilización ciudadana y política. Mientras tanto, las fuerzas en oposición al Acuerdo de Paz siguen insistiendo en maneras de desmantelar lo acordado y ahora proponen convocar a un referendo para ese fin. Para este 2 de octubre, persisten muchos de los retos del año pasado: las deudas históricas que tenemos con las víctimas y con las regiones que fueron golpeadas por el conflicto armado, y el largo proceso de reconciliación ciudadana para blindar la política de excesiva polarización. Muchas de estas cosas suceden hoy a través de la aplicación normativa y programática del acuerdo, en la elección de los magistrados para la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y en el avance para los Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET), entre otros importantes esfuerzos. Sigue siendo necesario defender los avances, pues no es cosa menor que hoy haya 7.132 armas menos circulando en nuestro país, o que en los últimos diez meses no se hayan presentado víctimas por acciones de las Farc. El Acuerdo de Paz es hoy una realidad, aunque es distinta a la que soñamos, debemos defender los avances, exigir mas, y seguir diciéndole Sí a la paz.