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  Only in Colombia can someone like Álvaro Uribe Vélez accuse someone like Antanas Mockus of cheating.

  Only in Colombia can someone like Álvaro Uribe Vélez accuse someone like Antanas Mockus of cheating.

No es que yo crea que Mockus haya salido incólume de las acusaciones que recibió esta semana. Quizás, antes de que se propusiera la marcha del 8 de marzo, Corpovisionarios, la organización de la cual hace parte Mockus, debió ser más explícita, por simple transparencia, en informar sobre los contratos que tenía con el Estado en temas de paz y cultura ciudadana. Sin embargo, haber omitido esa información no es, a mi juicio, una razón para poner en duda la sinceridad de Mockus y mucho menos para desconocer su compromiso con la defensa de la vida y la pacificación del país. Si hay en Colombia un político franco, comprometido con lo que cree y dispuesto a reconocer sus errores, ese es Antanas Mockus.

 

Pero Mockus no ha sido la única víctima de las acusaciones uribistas. Durante las últimas dos semanas (para no hablar de los últimos años) el expresidente ha inculpado a todo aquel que no comulga con su credo. Al gobierno actual, por ejemplo, lo acusa de manipular a la justicia, de controlar a la prensa y de desarticular al Estado de derecho. No es que yo sea santista, ni mucho menos, pero cuando uno compara su gobierno con el de Uribe en temas relacionados con el equilibrio de poderes, la justicia, la prensa y la oposición, Santos parece un demócrata ejemplar.

Uribe le ha dado cátedra al resto de la clase política colombiana en el arte de evadir las acusaciones propias inculpando de manera ligera a quienes lo acusan. Son muchos los que han aprendido de sus lecciones. Otros como las Farc, sus consabidos archienemigos, ya eran expertos en ese arte cínico desde tiempos inmemoriales. El hecho es que hoy es común ver a rufianes, convertidos de la noche a la mañana en acusadores implacables, defendiendo la moral pública y sin el menor asomo de vergüenza, como si su propio comportamiento no tuviera nada que ver en el asunto.

A propósito, Antanas Mockus es quizás la persona que más ha estudiado los efectos nefastos que trae el deterioro de la vergüenza en una sociedad. Con encuestas hechas en más de 50 países, Mockus ha mostrado (a través de Corpovisionarios) cómo los índices de respeto y de confianza son más elevados en aquellas sociedades en donde el mal comportamiento de los individuos suele desencadenar en ellos un sentimiento de vergüenza. Según Mockus, la cárcel o la sensación de culpa son sanciones menos efectivas en una sociedad que el miedo a sentir el reproche ajeno. Eso significa que los castigos jurídicos (prisión, multas, etc.) y los castigos morales (sentimiento de culpa) son menos efectivos que los castigos sociales (la vergüenza). Los países con índices más elevados de cultura ciudadana no son aquellos en donde los ciudadanos dicen sentir más aprecio por la ley, como en Colombia, sino aquellos en donde la gente se siente más compelida por un eventual reproche social, como en Suecia. Según estas investigaciones, la actitud de respeto (y de vergüenza por una eventual falta cometida) dice mucho más de la honorabilidad y del comportamiento cívico de una persona, que la actitud inquisitorial en defensa de la moral o de la ley de esa persona.

 

Mockus siempre ha puesto el respeto que siente por Uribe por encima de las diferencias políticas y éticas que lo separan de él. Por eso invitó al expresidente y a sus contradictores (Iván Cepeda, entre ellos) a la marcha del 8 de marzo, en defensa de la vida y de la paz. Saquen ustedes sus propias conclusiones.

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