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Abelarde De la Espriella, Jorge Pretelt’s lawyer, published this week a column in El Heraldo, where he responds to those who criticized him for saying that ethics have nothing to do with law.

Abelarde De la Espriella, Jorge Pretelt’s lawyer, published this week a column in El Heraldo, where he responds to those who criticized him for saying that ethics have nothing to do with law.

Allí se ratifica en lo dicho y sostiene que los colombianos debemos quitarnos la máscara y decir las cosas tal como son, por más duras que parezcan. Para defender su posición, De la Espriella se apoya en el Positivismo Jurídico, una teoría inspirada en autores como Hans Kelsen, entre otros, y cuya idea central es que el derecho y la moral (o la ética) son órdenes normativos separados e independientes.

Yo podría citar, para refutar a De la Espriella, una larga lista de autores, desde Platón hasta Radbruch, todos ellos representantes de otra teoría, la del Derecho Natural, opuesta al Positivismo Jurídico y en la cual se sostiene que el derecho sí tiene una relación estrecha con la moral. Sin embargo, no me voy a meter en ese debate. Solo quiero señalar, de paso, que la versión del Positivismo Jurídico que defienden De la Espriella y muchos otros abogados en Colombia no solo es como de otra época (cuando el debate contra el Derecho Natural estaba de moda), sino que es una versión radicalizada de la teoría propuesta por Hans Kelsen (¿por qué será que cuando las teorías europeas llegan al trópico, no solo se vuelven caricaturas de la versión original, sino que permanecen intactas mientras en Europa evolucionan o incluso mueren?).

Lo que sí quiero decir es que quienes critican a De la Espriella no lo hacen por ser partidarios de la teoría del Derecho Natural, o por estar convencidos de que solo hay una Ética, con mayúscula, que todos debemos seguir, sino simplemente porque su defensa del magistrado Pretelt les parece cínica. Lo digo en otros términos: si yo fuera un defensor del Positivismo Jurídico, habría reaccionado de la misma manera, es decir, condenando la actitud del abogado de Pretelt. Para De la Espriella, en cambio, dado que (en teoría jurídica) la ética no tiene nada que ver con el derecho, entonces (en la práctica jurídica) la indignidad del magistrado Pretelt no tiene nada que ver con la dignidad del ejercicio de su cargo.

Lo que digo para el derecho también vale para el debate social y político. Alguien que cree, desde la teoría, que los valores morales son subjetivos y que cada cual tiene su verdad, no se contradice si, en la práctica, se opone a la tortura o a la pena de muerte. Una cosa es defender el relativismo moral como teoría y otra cosa muy distinta es no tener convicciones morales. Uno puede perfectamente estimar que los valores no son universales y no obstante defender ciertos valores y principios con fuerza y convicción. Más aún, el mismo Hans Kelsen, el representante más conspicuo del positivismo jurídico en el siglo veinte, escribió un libro maravilloso (Esencia y valor de la democracia) en el que defiende los valores políticos liberales.

Así pues, incluso los relativistas morales tienen opiniones fuertes sobre las cosas buenas y malas que ocurren en la práctica del derecho. No solo ellos, también los jueces, los legisladores y los abogados. Si algunos de ellos son moralmente indiferentes frente a estos hechos, no es porque se hayan quitado la máscara o porque sean seguidores de Kelsen, sino porque asumen una actitud de indiferencia muy cercana al cinismo.

Con la misma lógica, no hay que ser religioso o partidario del Derecho Natural para estimar que el comportamiento del magistrado Pretelt es indigno y que, por tal motivo, debe renunciar, así no haya sido condenado en juicio.

 

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